viernes, 28 de octubre de 2016

POODLE SPRINGS (1998), de Bob Rafelson

Los años no pasan en balde y la soledad se llega a notar. Philip Marlowe se casa con una abogada de tronío y buena familia pero quiere seguir ganándose la vida como detective, haciendo lo que mejor sabe. Seguir a alguien. Encontrar a alguien. Salvar a alguien. Ser esa isla en medio del mar que siempre ha sido. Y no acepta que su mujer le haga la cama. Los tipos duros son así. Puede que caigan rendidamente enamorados a los pies de una mujer estupenda pero su honestidad está fuera de toda duda. Así que incluso mudándose a la ciudad más aburrida de California como Poodle Springs, Marlowe abre un despacho y sigue sin aceptar bolsos perdidos o divorcios. Solo lo que él quiere y cuando él quiere. Es un sabueso de raza. Es el hombre que se necesita cuando todo se ahoga en corrupción.
Y en el fondo, es un romántico porque quiere dar una oportunidad a ese bala perdida que se casó dos veces. Al final la realidad se encargará de demostrar que no tenía razón, que ese bala perdida también era una mala persona que buscaba los atajos más retorcidos para llegar al fondo de la cuestión. Y el fondo de la cuestión, como siempre, como en todo, es el dinero. Por el camino, Marlowe tendrá que enfrentarse a hombres ricos que conspiran en la sombra, hombres ricos que ofrecen su cara para que se la partan, mujeres ricas desquiciadas bajo la máscara de la belleza, mujeres pobres que están enganchadas a la aguja y creen que la felicidad consiste en eso y también tendrá que enfrentarse a algo nuevo, a algo que nunca había experimentado antes: miedo.

Y es que los kilos se añaden y las arrugas se dibujan con fatal precisión en el rostro de un hombre que vuelve de todo y ya no tiene muchos lugares hacia dónde ir. Se puede divertir en el entretanto poniendo a prueba la dureza del interlocutor y la autoridad que despierta. Porque Philip Marlowe, el detective, está seguro de todo y todo lo descubre usando la inteligencia, algo no muy corriente en este lado de la costa. No se deja cegar por lujos y facilidades. Él quiere seguir por el camino más largo. Ese que lleva a la sospecha, a la lógica, a la dificultad y manteniendo su integridad, eso es lo más importante. Ya no tiene edad para que le sacudan en el estómago ni para que un golpe en la cabeza sea solo un pasajero dolor pero quiere estar en la brecha. Y tendrá que sacrificar algo, aunque solo sea el sueño de estar al lado de la piel más suave que nadie ha podido imaginar, para poder seguir esa senda de tipo duro en unos tiempos en los que ni siquiera se estilan. El pueblo de Poodle Springs se lo está diciendo claramente a la cara. Es un pueblo muy tranquilo, el más limpio de la costa Oeste y además lleno de jubilados. ¿Eso es para Philip Marlowe? No, creo que no. Lo suyo es que la copa esté llena; el revólver, cargado; los ojos, escépticos; el entendimiento, listo y la lógica, a punto. Y al infierno con la vejez.

2 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Pues no la he visto, en su día se pasó y no la recuperé nunca. Voy a ver si la encuentro porque Phillip es mucho Marlowe y Caan, y más a estas alturas de la edad, es una garantia de oficio y socarroneria que le vendrá muy bien al personaje. Y Rafelson tiene una gran capacidad para hacer las cosas bien, aunque a menudo sus pelis tengan momentos con pérdidas de ritmo importantes y otros momentos de gran cine.

Abrazos clásicos

César Bardés dijo...

En esta ocasión, Rafelson, sin llegar a la obra maestra (creo que nunca ha llegado a la obra maestra) consigue una película bastante equilibrada. En parte, desde luego, porque tiene a Caan en la edad ideal para encarnar a ese Marlowe provecto y a punto de la sesentena, que se las sabe todas pero que empieza a cambiar en su dureza y en su agilidad. Es bastante recomendable, sobre todo, porque es una película que parecía muy propensa hacia la futilidad, como si no tuviera ninguna importancia y está muy bien, muy correcta y muy entretenida.
Abrazos con ala ancha.