miércoles, 6 de febrero de 2019

ASALTO A LA COMISARÍA DEL DISTRITO 13 (1976), de John Carpenter

Un policía novato, dos delincuentes y una secretaria. No parece mucho para enfrentarse a las sombras tenebrosas que parecen moverse ahí fuera, dispuestas a vengar las sucesivas muertes de varios miembros de su banda. La comisaría está a punto de cerrar por traslado y el abandono ya asoma su cabeza por los rincones. Quizá no puede haber un mejor sitio para que las hordas salvajes de la oscuridad ejecuten su venganza y arrasen con todo lo que encuentren. Para rematar la faena, uno de los delincuentes que están ahí dentro es un asesino que nunca enseña sus cartas. Una ratonera para morir. Con estos ingredientes, John Carpenter consiguió convertir un luminoso western en una aterradora historia de miedo, con la angustia esperando detrás de la puerta.
Con una técnica imperfecta, Carpenter no hace más que aumentar esa sensación de agonía continua, con un ritmo revestido de urgencia, con las manos apretadas en un estremecedor frenesí de inquietud continua. Y, con todo ello, no sobra ni una sola escena, como si la precisión de John Carpenter se reservara para la mesa de montaje y para el inteligente uso de la localización interior y exterior de la película que, más allá del presupuesto, dan una forma excepcional y encierra a los personajes en un decorado en el que parece faltar el oxígeno. Todo parece indicar que esa ínfima estación de policía tiende a desaparecer en el paisaje urbano de Los Ángeles y la brutalidad se adueña, poco a poco, de cualquier signo de estabilidad que se exhiba en una ciudad que muere desangrándose.  Y esa banda sonora, primitiva, básica y repetitiva, que hunde el ánimo en una imposible mezcla de heroísmo y violencia, de oscuridad y esperanza, no hace más que aumentar la sensación de que allí, en la comisaría del distrito 13 no hay escapatoria.

No cabe duda de que, al fondo, se halla Río Bravo, de Howard Hawks, cambiando la luz por la oscuridad. Incluso hay un homenaje implícito y algo bromista cuando Carpenter bautiza a la secretaria con el nombre de Leigh que, por aquellas casualidades de la vida, también era el nombre de Leigh Brackett, una de las guionistas más competentes del Hollywood clásico que también fue la responsable de la escritura de la película de Hawks. Hay que destacar que también hay grandes detractores y no pocos amantes de esta historia, tal vez porque pasear al borde del abismo tiene amantes irredentos y enemigos acérrimos. Lo cierto es que no podemos evitar un escalofrío por el espinazo, una cierta fascinación por ese personaje de Napoleon Wilson, interpretado por Dwayne Joston, una permanente nube de tensión pensando que esas sombras que acechan conseguirán su objetivo porque nadie va a venir en ayuda de los sitiados, un miedo cerval a introducirnos en cualquier rincón solitario de esa comisaría desvencijada y un auténtico deseo de respirar a pulmón abierto en esa noche interminable que tan sólo dura noventa minutos.

4 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Es cierto lo de los incondicionales y los detractores, yo soy más de los primeros, pero hay que reconocer que los otros también tienen un poco de razón.

El verdadero acierto de Carpenter en la película y a mi es algo que me deja fascinado es el uso de la atmósfera de tensión, que va increscendo y te transmite la angustia ante una situación tan desesperada. Porque el guión tiene muchas lagunas: Los pandilleros pasan de tiradores casi de élite a ejercito de zulus enfrentándose a los ingleses, el bueno mantiene una paz interior casi imposible, el tal Napoleón no busca la huida final aun estando condenado a muerte, etc. Pero el caso es que efectivamente deja de ser un western para convertirse en un film de terror, porque aunque las referencias a "Rio Bravo" son claras, también existen las de "La noche de los muertos vivientes", los pandilleros parecen más cerca de zombies según avanza la película, de hecho su sed de venganza es tal que buscan matar a todos, no sólo a los polis, también a los presos...

Aun así, a mi me parece que tiene tantas buenas cosas, el manejo del ritmo, el uso de la cámara en espacios cerrados, el montaje de cada uno de los momentos en que se incrementa la tensión, la sensación creciente de amenaza exterior casi invisible...Creo recordar que se hizo en menos de un mes y con un presupuesto ridículo, Fíjate en el remake de Ethan Hawke que con todo el despliegue económico y un guión más elaborado no logra ni la mitad de inquietud que consiguió Carpenter.

Abrazos en la oscuridad

César Bardés dijo...

Yo ni incondicional, ni detractor. Me sitúo en un término medio valorando algunas películas de Carpenter que sí me parecen notables. Y en todas ellas me pasa algo que tú ya apuntas de alguna manera y es que Carpenter es un genio planteando la situación. Creo que ése es el gran fuerte de su cine. Otra cosa es el desarrollo. Al fin y al cabo, es un cineasta enraizado en la serie B, y no sólo por obligación, sino también porque le gusta y es el medio en el que se mueve más cómodamente. Por eso, no es que tenga agujeros de guión, simplemente es que le da igual que una cosa sea de una manera y, al minuto siguiente, sea de otra.
Por supuesto, tienes mucha razón en nombrar "La noche de los muertos vivientes" (que, al fin y al cabo, también es un "Río Bravo" en clave zombie). Mención especial merece lo del personaje de Napoleon Wilson porque se mueve en una permanente ambigüedad al principio, para luego, como bien dices, no buscar la huida aunque está condenado a muerte.
Por lo demás, totalmente de acuerdo en los aspectos que destacas de una película cuya principal baza está en el ambiente que sabiamente dibuja Carpenter. Ese agobio creciente, muy oscura en su fotografía, con más imaginación que cualquier otra cosa hacen de ella una auténtica joya de la serie B de los años setenta, en una época en la que eso parecía todo un insulto, porque bajaba a la película de turno a los infiernos de "soloparafrikis".
Abrazos entre barrotes.

Miriam dijo...

Muchas gracias por tu texto. Yo sí me declaro fan incondicional de esta película por muchas razones. La primera porque - pese a esos fallos o lagunas de guión que se le pueden achacar - contiene mucha más sustancia de la que, a priori, puede denotar. Más allá de homenajes varios y su amor al cine, Carpenter pone su propio sello personal: su cuestionamiento hacia las fuerzas del orden y la autoridad, la psicología que encierra el personaje de Darwin Joston (alter ego del director) que, con su halo de misterio en torno a su criminalidad, lo convierte en un hombre que mira al mundo desde una óptica sarcástica (sus peticiones del cigarrillo no sólo son por gusto sino una manera de calar a su interlocutor: cinco veces lo pide y, cuanto más va acercándose a su estatus social, más receptivo, respetuoso y tolerante será el que tenga en frente, y ¿quién será el que se lo dé? Naturalmente la chica, una especie de alma gemela.
"Asalto..." es, al menos para mí, puro Mcguffin. La violencia que exhala no es, en absoluto, gratuita sino seca, áspera y punzante. Carpenter la utiliza para denunciar no sólo la situación social que vivía el país (los suburbios transformados en ghettos) sino para mostrar la ineficacia de las fuerzas del orden. Pero, en un giro magistral, a mitad de película las tornas cambian. Esa historia da paso a otra. A una historia en la que un criminal descubre que sus prejuicios hacia el género humano se verán resquebrajados gracias a dos personas: el policía y una mujer. Unidos ante una situación extrema, aflorarán en él sentimientos que creía posiblemente perdidos. A este respecto resulta muy esclarecedor todo el lenguaje no verbal y los juegos de miradas entre él y ella (amén de una especie de declaración de amor silencioso más mágica que servidora ha visto nunca en una de las secuencias finales). ¿Puede haber mayor romanticismo que quedarse en un lugar a punto de venirse abajo por honor, lealtad y una mujer? No contento con eso, el director cierra la película con una, esta vez sí, declaración sonora de aprecio y amistad de las más emocionantes que se pueden ver. Un verdadero colofón para una historia cuyo trasfondo es desolador (sabemos que Napoleón Wilson irá al corredor de la muerte pero, pese a ello, el policía le brinda la dignidad que merecía). ¿Y qué se puede decir de la despedida silenciosa entre Leigh y Wilson y el rostro de ambos a continuación? Sin retórica ni aspaviento alguno, Carpenter nos muestra un amor fou maravilloso en medio del terror y la barbarie, donde en las circunstancias más imprevisibles pueden brotar los sentimientos más puros.

Un abrazo.

César Bardés dijo...

Pues quien te tiene que dar las gracias a ti soy yo, Miriam. Más que nada porque me parece muy interesante tu análisis de la película desde una perspectiva que, lo confieso, a mí no se me hubiera ocurrido. Eso es ensanchar miradas y estoy seguro de que, la próxima vez que vea "Asalto a la comisaría del distrito 13" la veré desde una faceta totalmente distinta. Además, analizas la película de Carpenter desde una óptica sugeridora muy curiosa. Es maravilloso. Mil gracias. Con un comentario así, mi artículo se queda en una mera anécdota. Y también es lo maravilloso del cine. Encontrándose a gente así, uno no deja de aprender.
Un abrazo y gracias de nuevo.