El
laberinto de las intrincadas calles de El Cairo es tan complejo como el mapa de
la corrupción en todos sus estratos. Cualquier cosa, por pequeña que sea, se
mueve por dinero. Y sobre los ceros de un billete también se halla el
Comandante Noreddin. Sabe que si ese dinero no lo coge él, lo hará cualquier
otro. Y su vida ya está demasiado raída. Sólo tiene un retrato de un tiempo
fugaz de felicidad y una televisión estropeada. Y aún así, trata de estar
vigilante a través del caos de gente y tráfico. Es una tarea imposible. Y al
Comandante Noreddin le gustaría ganar alguna vez.
Todo va a medias con su
tío, jefe de la comisaría. Con él, participa del botín y obtiene protección. No
está mal. Sin embargo, a Noreddin le gustaría llegar al fondo de este nuevo
caso en el que parece que hay alguien poderoso por en medio. Demostrar, aunque
sólo fuera una vez, que la policía funciona, que, a pesar de todo, se resuelven
asesinatos comprometidos, que Egipto es un país en el que, en algún aspecto,
merece la pena vivir. Sin embargo, sólo se encuentra con un mar de corrupción
insalvable. Una testigo que no aparece, un buen puñado de intereses creados en
medio de la dictadura de Hosni Mubarak, una mirada aún más desencantada. Mientras
tanto, los sospechosos desaparecen, la prostitución de lujo le tienta en la
orilla del deseo, la seguridad estatal se le echa encima porque también quiere
una parte del pastel. Incluso el principal sospechoso se aviene a dejar un
maletín lleno de dinero con tal de que el asunto no trascienda demasiado. Es
como luchar contra gigantes que nunca aparecen. Es como arrojarse por puentes
en un precipicio sin final.
Noreddin cae hechizado
por un entramado de vicio del que no está seguro de salir, pero, de alguna
manera, también quiere probarse a sí mismo y ver hasta dónde puede llegar. Su
heroísmo no tendrá pago y su verdad se ahogará entre los gritos de una
revolución que jamás venció. Las luces de El Cairo caen sobre él de forma
implacable, recordándole que todo el mundo tiene un precio y que lo único que
está haciendo él es renunciar al cobro.
Excelente película
egipcia, con dirección de Tarik Saleh, contada con la conveniente dosis de
confusión ambiental para que la investigación policial sea lo suficientemente
clara. Fares Fares, en la piel del Comandante Noreddin, se debate en su mar de
dudas, de indecisiones aunque siempre parece saber lo que hace y consigue una
interpretación valiosa, cansada y llena de experiencia. A su alrededor, el
mundo parece ya irremediablemente desconchado de delincuencia y marginalidad y
el crimen siempre tiene el respaldo de una identificación policial. Es
imposible acabar con la maldad de una ciudad que se ahoga a sí misma aunque se
pueda contar con el testimonio inapreciable de una camarera sudanesa que
sobrevive con inteligencia. Al fin y al cabo, ése es un tesoro que, en El
Cairo, pasa muy desapercibido. Por mucho que, en algún rincón de sus retorcidas
calles haya un policía que ha decidido hacer lo correcto caiga quien caiga y la
recompensa sólo sea un buen puñado de patadas de la multitud. Esa misma que
pide justicia para, luego, pisotearla en la calle. Es El Cairo Confidencial. Es
la realidad que, con toda seguridad, nadie quiere ver.
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