“La
hora del lobo es el momento que transcurre entre la medianoche y el amanecer,
momento en el que muere la mayoría de la gente, cuando el sueño es más
profundo, cuando las pesadillas son más reales. Es la hora donde el insomnio es
perseguido por la ansiedad, cuando los fantasmas y los demonios mantienen su
influencia. La hora del lobo es la hora cuando la mayoría de los niños vienen a
la vida”
No hay demasiada
simpatía por ese pintor que busca un lugar aislado donde dar rienda suelta a su
inspiración y sólo encuentra un compendio de sus propios miedos y deseos
reprimidos. Es un enfermo que encuentra placer en la reclusión de sus sueños y
su mujer trata por todos los medios de traerlo de vuelta, hacer que vuelva a
ser un hombre imperfecto, pero un hombre al fin y al cabo. La hora del lobo se
presenta con más fuerza en medio de ninguna parte y, de alguna manera, todos
caemos en su enigmático hechizo de maldad y esperanza. Aquí, en esta historia,
se puede palpar el distorsionado estado anímico que a todos nos atenaza y nos
paraliza y, lo que es aún peor, nos pierde. La fotografía envuelve a todos y se
convierte en un instrumento más para describir la represión de deseos ocultos y
la búsqueda de la libertad creativa. Y, poco a poco, vamos descubriendo que el
terror, el auténtico pánico, habita en todos y cada uno de nosotros.
La locura merodea en la
isla de sol y viento y la oscuridad y la amenaza del caos se presienten como
sus ayudantes. Y todo ello parece que es un inquietante reflejo de una realidad
que se ha intentado ahogar con violencia, tratando de mirar hacia adelante como
única salida de la vida. ¿Cuándo se hará presente la luz del día a nuestros
ojos? Quizá el umbral de la muerte sea
el único lugar donde eso pueda ser posible, donde la creatividad genial se haga
firme e imperecedera. Tal vez eso sea irrealizable en el terreno de lo
consciente, en nuestro sombrío hogar de ilusiones y absurdos. Soledad, frío,
miedo, problemas, asaltos, asesinatos, pretenciosidad, angustia, malos sueños,
pantanos mentales, virilidad, deseo, carne, adoración, distancia, decepción,
huida. Todo eso ocurre siempre en la hora del lobo, esa hora mágica en la que
el cuerpo está indefenso y débil, en la que hay que decidir si la realidad
empuja hacia el sueño o queremos volver a la mediocridad en la que sabemos que
estamos inmersos.
Ingmar Bergman estuvo
ahí, vagando y subiéndose por las paredes, llorando de horror, preguntándose el
sentido de estar despierto cuando todo lo que se desea está encerrado en el
territorio de la inconsciencia.
2 comentarios:
Hola Cesar,podrían comentar esta joya en La Gran evasión cúando se pueda, saludos desde Chile. Y es que La Hora del Lobo es la película que más Terror debe haberme dado.
Traslado petición inmediatamente. La verdad, daría para hacer un programa sólo con Bergman, semana tras semana. Gracias por tu sugerencia.
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