miércoles, 26 de junio de 2019

EL ASESINO VIVE EN EL 21 (1942), de Henri-Georges Clouzot



Hola, soy Monsieur Durand. Me dedico a matar por afición. Sí, podría decirse que soy un asesino en serie en todas sus acepciones. La policía está totalmente despistada porque no saben que me dedico a ejercer la crueldad desde mis tiernos días de colegial. Por mi cuchillo han pasado borrachos, mujeres de mala vida y escritoras frustradas. Me refugio en la pensión de Las Mimosas y nadie puede ni imaginar quién soy. Sólo la casualidad puede hacer que lleguen a atraparme. De todas formas, da igual. Cuando yo desaparezca, vendrán otros tras de mí que se encargarán de hacer el mismo trabajo. Mientras tanto, disfruto con el desconcierto general, con las miradas de terror cuando en las noticias se dice algo sobre mí. Me van a perdonar. Tengo un asunto urgente que tratar. Cuando me vaya, dejaré mi tarjeta de visita.
Hola, soy Monsieur Durand. Me dedico a matar porque, en el fondo, la muerte es el último truco de la vida. Nunca se sabe por dónde puede venir y eso me encanta. Es como un número de magia. Nada por aquí, nada por allá. Muerte y nada. ¿No es maravilloso? Muerte por aquí, muerte por allá. La policía va a tener que trabajar mucho para cogerme porque, en el fondo, soy alguien simpático, caigo bien, y no pueden imaginar que mi pasatiempo preferido sea asesinar. Y es que me gusta muchísimo ver las caras que ponen cuando me miran preguntándose si yo soy el asesino. La vida es así. Una continua pregunta que rara vez tiene respuesta. Voy a ponerlo todo en orden para que ese investigador disfrazado de pastor evangélico, Wens, no sepa por dónde se anda. Tiene cara de inteligente, pero mi inteligencia es superior. Ríndase, Wens. La próxima detención será la de su propia vida. Me van a perdonar. Tengo una visita que hacer. Por supuesto, voy equipado con un buen puñado de tarjetas de visita.
Hola, soy Monsieur Durand. Me dedico a matar porque estoy harto de que me traten mal. Tengo un resentimiento bastante acusado porque todo el mundo cree que merezco algo de compasión y los que merecen compasión son ellos. Mi andar es muy característico. Eso lo supieron muy bien mis propias víctimas. Ahora ha llegado ese comisario, Wens. Bah, es otro petimetre que se cree más listo porque se ha infiltrado entre los huéspedes de la pensión y piensa que así será más fácil cazarme. Y no sabe que es muy difícil emprender la búsqueda de un fantasma que sólo hace ruido al andar. Tonto. Tiene una cierta mirada de superioridad que no hace más que irritarme. En un callejón oscuro le daré su merecido. Estoy harto de deshacerme de los Wens de este mundo.
Henri Georges Clouzot dirigió esta película como si fuera una comedia de crímenes serios. Los personajes son grotescos, el policía utiliza métodos nada convencionales, y el aire de vodevil parece que se impregna en el ambiente con algún que otro chiste, alguna que otra actitud jocosa y un aire de despiste que acaba por sorprender. Aún no es el Clouzot que dirigió con maestría El cuervo, Las diabólicas o la extraordinaria El salario del miedo, pero sabe que las cosas se pueden contar de muchas maneras cuando se va tras un asesino que vive en el 21…sí, allí mismo, en esa pensión respetable en la que viven un médico retirado, un muñequero, un ex boxeador ciego y su atractiva enfermera y unos cuantos desgraciados. Clouzot, con esta película, dejó realmente su primera tarjeta de visita.

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