lunes, 3 de junio de 2019

AUTOR, AUTOR (1982), de Arthur Hiller



Ivan Travalian tiene unos cuantos problemas a los que debe hacer frente. Está con los ensayos de una obra suya pero, como buen escritor, no está demasiado contento con ella y quiere volver a escribirla. Su mujer le ha abandonado. Allá ella. Pero es que le ha dejado con todos los hijos que ella tuvo de anteriores matrimonios más el que tuvieron en común. Cuatro en total. Además, le está gustando horrores la actriz principal de su obra, pero a la chica no le gustan los niños. Todo parece que se le cae encima. Al fin y al cabo, ser un intelectual no te salva de todas estas cosas. Habrá que ir con calma, despacito y con buena letra. Nunca mejor dicho.
Sin embargo, algo le dice a Ivan que lo más importante que tiene, aquello a lo que nunca renunciaría, es a su familia. Será una fuente de problemas, de agobios, de correr de Broadway a casa y vuelta a velocidad de máquina de escribir, pero es todo lo que posee. Mucho más que el éxito de neón en la marquesina de un teatro y mucho, mucho más que un tonteo con alguien que no respeta la vida que ha tenido hasta ese momento. Y va a contar con una ayuda que no espera porque hay un error muy común entre los adultos. Por lo general, siempre creemos que los niños no se dan cuenta de lo que ocurre a su alrededor y nos olvidamos que son como esponjas. Ellos lo interiorizan, lo transforman y dan salida a todas sus inquietudes. En el fondo, Ivan, los niños son como un autor teatral ¿verdad?
En Ivan Travalian hay algo cálido, íntimo y muy personal. Quizá por eso se siente indefenso cuando debe ser tierno, una de las obligaciones ineludibles como padre. Y la nueva situación será todo un camino de enseñanza que le forzará a dejar de creer en sus propias obsesiones, en pensar que él es el ombligo de ese mundo falso en el que se mueve y tendrá que moverse por la vida real. Lo que tiene muy claro es que no va a abandonar a esos niños por nada. Ellos serán la inspiración para todo lo que escriba después.
Y algo debe de estar haciendo bien cuando alguno de esos niños regresa a su casa pidiendo asilo. Saben, tienen la absoluta certeza, que, después de probar el mundo exterior, no hay ningún lugar como aquel. Sólo allí pueden sentirse cómodos y respetados. Ivan Travalian también lo sabe. Como intelectual y humanista debe predicar con el ejemplo que ha intentado trasladar a sus obras durante toda su carrera. Y nunca les dirá que no. Siempre encontrarán las puertas abiertas.
Estupenda y desconocida película que coloca a Al Pacino en un inusual registro cómico y que salda con sobresaliente. Su fracaso colocó al actor en el encasillamiento de sus habituales papeles dramáticos y nunca más fue protagonista de una comedia ligera, sin demasiadas pretensiones, amable y agradable. La sonrisa acompaña todas y cada una de las vicisitudes de este autor que, por una vez, quiso firmar el libreto de su propia vida. Y eso merece un rescate.

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