martes, 12 de noviembre de 2019

TRAICIÓN SIN LÍMITE (1987), de Walter Hill



El sheriff Benteen tiene varias cuentas pendientes. Demasiados años siendo amigo de quien no debía. La juventud fue rabiosa y luego vino la huida. Y al volver todo seguía siendo igual y nada era lo mismo. Su amigo Cash cruzó el río y se pasó al otro bando. Y, a partir de ahí, siempre hubo una especie de deuda de honor entre ellos que consistía en perdonarse las posibles faltas. Claro que esas faltas no debían ser mayores porque si no el asunto se podía desbocar, pero Benteen ha decidido que ya ha tragado demasiado. Cash se ha hecho el dueño del tráfico de drogas en la frontera y es el momento de pararle los pies de una vez por todas. Por compartir, han llegado a estar enamorados de la misma mujer, pero Cash ya es incapaz de sentir amor por nada, excepto por el dinero. Y, sin embargo, a ese tipo de traje blanco y desdén en el mirar, le duele que sea precisamente su amigo de la infancia el que lidere cualquier movimiento en su contra. Maldito río, maldita frontera. Demasiado dinero en juego. Demasiados sentimientos. Habrá que matarse entre sí y la traición aparece de forma tan imprevisible como los escorpiones.
Al fondo, no muy a la derecha, seis soldados de operaciones encubiertas hacen su aparición y Benteen no sabe muy bien qué pintan en todo esto. Puede que estén a este lado del río o que, simplemente, busquen su propio provecho. Por si acaso, la pistola tiene que estar bien cargada y lista para disparar. El día se hace largo entre Texas y México y el tequila no borra sensaciones. El sudor se palpa en el aire y la matanza está por llegar. Quizá allí, donde el polvo blanco atraviesa pieles y se respira como el aire, está la prueba de que los tiempos no han cambiado tanto.
Walter Hill dirigió esta película con guión de John Milius fijándose detenidamente en Sam Peckinpah. La sombra de Grupo salvaje está presente no sólo en las formas, sino también en los presentimientos y, aunque se ha quedado un tanto antigua con una banda sonora de Jerry Goldsmith que se sumerge en el empleo del sintetizador, aún se deja ver por la lógica interna que guarda una situación que, en realidad, es totalmente ilógica. Nick Nolte presta su rostro de granito al sheriff Benteen, María Conchita Alonso convierte la palabra “tentación” en pura amargura, y Powers Boothe se muestra absolutamente poderoso en cada una de sus apariciones. Al final, también habrá despojos humanos asaltados por los buitres, la seguridad de que el traje blanco no dejará de lucirse y el sentimiento de que, a pesar de todo, el sheriff Benteen ha hecho lo que debía. Más allá de las traiciones, más allá de los pactos secretos de un gobierno ensombrecido por llegar a acuerdos con el mismo diablo, más allá de un amor que es incapaz de expresarse porque lo único que quiere es la seguridad de que, al día siguiente, estará ahí, sin caer en las tentaciones que ofrece el lujo del tráfico ilegal de drogas, está la traición de una amistad que hace mucho, mucho tiempo que ya murió.

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