La soleada Florida. Un
paraíso. Especialmente para esos tipos que se pasan el día en una ciudad fea y
gris como Chicago, persiguiendo a traficantes que no hacen más que ensuciar las
calles y las almas y hacen que la vida sea más difícil. Hughes y Constanzo son
un par de policías que sueñan con retirarse y abrir un bar a pie de playa. Sin
embargo, van a saldar una deuda antes de que les llegue el soñado retiro. Habrá
que atrapar al mismo fulano que consiguió que les suspendieran de empleo y
sueldo y no va a ser tarea fácil. Chicago es un agujero lleno de nieve y frío y
el tipo es más escurridizo que una anguila. No en vano se esconde en una zona
de la ciudad denominada “El pozo de serpientes”. Hughes y Constanzo van a
luchar por su sueño aunque, para ello, tengan que atravesar toda una pesadilla.
La caza está servida.
Los dos policías son atrevidos, valientes y muy divertidos. Sembrarán Chicago
de coches destrozados y de chistes y carcajadas. Siempre saben ver el lado
cómico del asunto aunque no tenga ninguna gracia. Apuntan, disparan y corren,
aunque no siempre en la dirección adecuada. Son un dolor de cabeza para el
departamento de policía, pero algún precio hay que pagar ante dos policías que
están dispuestos a no detenerse ante nada para atrapar a un delincuente. Si, de
paso, consiguen un billete de ida sin vuelta a Miami Beach, pues estupendo.
Destrozan media ciudad y listo. Total, no van a vivir allí.
Después del éxito que
obtuvo con 2010: Odisea dos, el
director Peter Hyams articuló una de las historias más ágiles dentro de ese
género que proliferó en los ochenta bajo el nombre de buddy movies, o películas de colegas, en el que dos individuos,
generalmente policías o agentes del orden, persiguen a los malos dejando
muestras de una camaradería sin igual a pesar de ser bastante diferentes. En
este caso, Hughes es más serio, aunque muy pendenciero. Constanzo es el
bromista, el chistoso, el que no duda en arrancar una sonrisa aunque estén
lloviendo balas de punta. El resultado es una película muy divertida, que fue
un gran éxito en la época y que deja un regusto muy agradable como trama de
acción de dos policías alocados, excelentes en su trabajo, pero que ya les
importa todo muy poco…excepto la posibilidad de aprovechar la herencia de una
tía para que Florida sea su nuevo Edén.
Así que los disparos van a invadir las calles de Chicago y los dos policías se van a ver en todo tipo de situaciones. Incluso van a ir en calzoncillos largos por las gélidas calles de Chicago tratando de cazar a una rata que se cree más listo que ellos. Gregory Hines y Billy Crystal les dan cuerpo y razón y, prometo por la última bala de mi cargador, que es imposible no quererlos y compartir con ellos sus inquietudes ante una urbe que les ahoga y les echa por la puerta de atrás. Lo mejor es agarrar al fulano del Mercedes, meterlo en la jaula y echar a volar lejos, muy lejos, allí donde las chicas patinan en el paseo marítimo y un zumo aderezado con algo fuerte sabe a mar y libertad. De eso, saben un rato.
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