-. Parece como si los diálogos hubiesen muerto en el cine.
-. Sí. Ahora ya se sabe, mucho efecto visual y poco hablar. Es igual que cuando vas a casa de la suegra que lías un cigarrillo tras otro y, al final, has dicho muy poco.
-. Es lo que tiene cuando se va un cineasta de esos que hacían de la acción, el diálogo y Eric Rohmer… Quiero decir… ¿No crees que Eric Rohmer sabía construir muy bien los diálogos?
-. Era estupendo. El estilo de su cine se basaba en la espontaneidad. No parecía sino que a los actores se les ocurría en ese momento lo que tenían que decir.
-. Sí, pues no, no. Sus diálogos estaban muy ensayados, muy al estilo teatral. De hecho le encantaba dirigir teatro. Fíjate lo mediocre que fue Woody Allen intentando imitar el estilo de Rohmer en ese folleto propagandístico de la perla del Mediterráneo en Vicky Cristina Barcelona.
-. Tienes razón. Quiso hacer un retrato de un paisaje moral y le salió la moral de un paisaje. En eso Rohmer no tenía rival. Comenzaba con una excusa argumental que parecía clavada con alfileres a la cámara y los personajes hablaban y hablaban y no dejaban de hablar pero, al mismo tiempo, ibas descubriendo un panorama de humanismo, una escondida sensualidad o la elocuencia de una mirada…Hombre, ¿es que no te acuerdas de El rayo verde? Una mujer que busca desesperadamente el último rayo de sol del día, lo intenta una y otra vez con una mirada ansiosa y, cuando por fin puede verlo, ella se halla de espaldas. En sí misma, es una película hermosa y desoladora, una mirada hablando con un fenómeno natural…o más bien, con un fenómeno naturalista.
-. Sí, así está mejor definida. Pero te diré algo. El rayo verde está muy bien pero a mí la que de verdad me gusta es Mi noche con Maud.
-. ¿Por qué?
-. No sé. Una noche que surge de la casualidad y se convierte en una causalidad. Una charla inacabable en un ambiente del que no quieres salir. Un pequeño escarceo que ni siquiera llega a ser una historia de amor y, sin embargo, tiene el suficiente gancho como para dejar una huella enamorada, un algo de lo que pudo ser y no fue, una historia de amor que nunca llegó. Tanto es así que hasta Jean-Louis Trintignant miente a su esposa y dice que sí hubo algo cuando en realidad la noche fue con Maud pero sólo pudo quedarse a las puertas de la pasión entregada.
-. No sé, no sé…
-. ¿Qué más quieres que te diga? ¿Quieres que sea categórico? Vale, pues lo soy. Yo creo que Mi noche con Maud es la obra maestra de Eric Rohmer.
-. No tanto, no exageres. Te olvidas de esa sensualidad que emana, como la lluvia cayendo en un jardín, en La rodilla de Clara o la clara intencionalidad que destila La coleccionista con un hombre que busca a una mujer y encuentra a otra para, luego, retornar al punto de partida. Cuento moral que nos lleva a su tema favorito que no es otro que la libertad ética dentro de un entorno dramático. Rohmer no está interesado en reflejar la realidad sino en hacer visible la moralidad.
-. Ahí has estado acertado.
-. Si lo piensas un poco fríamente, Rohmer es el más radical de todos los cineastas que compusieron la nouvelle vague. Si exceptuamos al inolvidable Jacques Rivette, con el que tiene más de un punto en común, su estilo huye del determinismo político de Godard, de la cultura apasionada de Truffaut que le hacía visitar género a género, del enfrentamiento entre ética y culpabilidad que obsesionaba a Malle…
-. Sí, pero, en contrapartida las influencias de Fritz Lang y de Roberto Rossellini en su cine son más que evidentes.
-. Ahí has sido tú el que le has dao.
-. Claro, no hay más que fijarse un poquito. Con Rossellini le une la espera de atrapar el momento del milagro de algo que pasa de repente por delante de la cámara, ya sea la actuación repleta de verbosidad de un actor, o bien un instante de mágico encuentro o desencuentro entre dos personajes que hablan y hablan hasta que sus morales se saludan en un punto de reunión determinado. Con Lang comparte una mirada escéptica, no exenta de dolor, atorada en un destino que somete extrañamente a sus personajes.
-. Estás hecho un teórico del cine. Menudo pedante.
-. Oye, si te pones así, termino la bebida y me voy.
-. No, no, quédate. De alguna forma, hablando sobre él podemos homenajear a un cineasta que se nos ha ido y nos ha dejado mudos.
-. Mira que eres romántico. ¿Por dónde iba?...Ah, sí…Las influencias de Fritz Lang y de Roberto Rossellini sobre Rohmer…
-. Déjate de influencias. También hizo películas que ya, ya…Anda que si me oyeran los apóstoles del vanguardismo…
-. Pues como todo cineasta, tuvo sus más y sus menos. Tienes toda la razón. Por ejemplo, en La Marquesa de O no consigue agarrar el espíritu de Heinrich von Kleist ni de lejos y le sale una cinta aburrida y hasta lindante con la tontería. Y en Perceval, el galo, le sale un pestiño de cuidao.
-. Sí, eso es verdad. Creo que son dos películas decepcionantes. Para mí que Rohmer perdía muchos puntos cuando hacía cine de época, pero tiene cosas interesantísimas como La mujer del aviador ; o me encanta Pauline en la playa. Y es que el mar, bajo la mirada sensible de la cámara de Rohmer a veces es un personaje más que pone fin abierto y cierra el principio de personajes que viven, mueren, sienten, hablan y sueñan intentando encontrar algún sentido a unas existencias que tratan de llenar con apenas un espejismo.
-. ¿Y qué me dices de su prolongada colaboración con Néstor Almendros?
-. Hombre…es que decir Rohmer es llevar pegado el nombre de Almendros a la chepa. Sus fotografías que huyen de las falsas sombras llegan a ser pura poesía en el diálogo sin rima que siempre propone Rohmer.
-. Sí, luego Hollywood llamó a Almendros y Rohmer se quedó sin director de fotografía.
-. Bueno, pero se atrevió a rodar aquellos Cuentos de las cuatro estaciones y nos descubrió a Luc Pagés y a Diane Baratier que trabajaron casi exclusivamente para él y abrieron el objetivo de lo que rodaba como nunca lo había hecho antes.
-. Cierto. Era innovador hasta en su lúcida ancianidad.
-. Siempre había una búsqueda de la felicidad en sus personajes, aunque muy escondida en ese bosque de frondosa verborrea que sabía construir como ningún otro. Y además… ¿te has fijado que en cuanto a formas se parece extrañamente al estilo de Howard Hawks? Colocaba la cámara a la altura de las personas, lo contrario de Yasujiro Ozu que la ponía a la altura del perro, dicho sea con todo el respeto.
-. Eso es muy interesante. Como buen crítico antes que cineasta, no podía dejar de beber de los clásicos a la vez que construía su universo tan particular.
-. Sí, un universo tan particular que hizo que se le colgara la etiqueta de creador intelectual y elitista, muy poco popular.
-. ¿Sabes lo que dijo una vez: “Mi propósito estriba en divertir y emocionar”? ¡Qué desorientados estamos a veces con las intenciones del creador!
-. Creo que tienes mucha razón. Lo único cierto es que Rohmer se nos ha ido y el cine se ha hecho un poco más callado.
-. Guardemos silencio, entonces. El difunto diálogo merece un respeto.
-. Por él.
-. Por Rohmer.
-. Sí. Ahora ya se sabe, mucho efecto visual y poco hablar. Es igual que cuando vas a casa de la suegra que lías un cigarrillo tras otro y, al final, has dicho muy poco.
-. Es lo que tiene cuando se va un cineasta de esos que hacían de la acción, el diálogo y Eric Rohmer… Quiero decir… ¿No crees que Eric Rohmer sabía construir muy bien los diálogos?
-. Era estupendo. El estilo de su cine se basaba en la espontaneidad. No parecía sino que a los actores se les ocurría en ese momento lo que tenían que decir.
-. Sí, pues no, no. Sus diálogos estaban muy ensayados, muy al estilo teatral. De hecho le encantaba dirigir teatro. Fíjate lo mediocre que fue Woody Allen intentando imitar el estilo de Rohmer en ese folleto propagandístico de la perla del Mediterráneo en Vicky Cristina Barcelona.
-. Tienes razón. Quiso hacer un retrato de un paisaje moral y le salió la moral de un paisaje. En eso Rohmer no tenía rival. Comenzaba con una excusa argumental que parecía clavada con alfileres a la cámara y los personajes hablaban y hablaban y no dejaban de hablar pero, al mismo tiempo, ibas descubriendo un panorama de humanismo, una escondida sensualidad o la elocuencia de una mirada…Hombre, ¿es que no te acuerdas de El rayo verde? Una mujer que busca desesperadamente el último rayo de sol del día, lo intenta una y otra vez con una mirada ansiosa y, cuando por fin puede verlo, ella se halla de espaldas. En sí misma, es una película hermosa y desoladora, una mirada hablando con un fenómeno natural…o más bien, con un fenómeno naturalista.
-. Sí, así está mejor definida. Pero te diré algo. El rayo verde está muy bien pero a mí la que de verdad me gusta es Mi noche con Maud.
-. ¿Por qué?
-. No sé. Una noche que surge de la casualidad y se convierte en una causalidad. Una charla inacabable en un ambiente del que no quieres salir. Un pequeño escarceo que ni siquiera llega a ser una historia de amor y, sin embargo, tiene el suficiente gancho como para dejar una huella enamorada, un algo de lo que pudo ser y no fue, una historia de amor que nunca llegó. Tanto es así que hasta Jean-Louis Trintignant miente a su esposa y dice que sí hubo algo cuando en realidad la noche fue con Maud pero sólo pudo quedarse a las puertas de la pasión entregada.
-. No sé, no sé…
-. ¿Qué más quieres que te diga? ¿Quieres que sea categórico? Vale, pues lo soy. Yo creo que Mi noche con Maud es la obra maestra de Eric Rohmer.
-. No tanto, no exageres. Te olvidas de esa sensualidad que emana, como la lluvia cayendo en un jardín, en La rodilla de Clara o la clara intencionalidad que destila La coleccionista con un hombre que busca a una mujer y encuentra a otra para, luego, retornar al punto de partida. Cuento moral que nos lleva a su tema favorito que no es otro que la libertad ética dentro de un entorno dramático. Rohmer no está interesado en reflejar la realidad sino en hacer visible la moralidad.
-. Ahí has estado acertado.
-. Si lo piensas un poco fríamente, Rohmer es el más radical de todos los cineastas que compusieron la nouvelle vague. Si exceptuamos al inolvidable Jacques Rivette, con el que tiene más de un punto en común, su estilo huye del determinismo político de Godard, de la cultura apasionada de Truffaut que le hacía visitar género a género, del enfrentamiento entre ética y culpabilidad que obsesionaba a Malle…
-. Sí, pero, en contrapartida las influencias de Fritz Lang y de Roberto Rossellini en su cine son más que evidentes.
-. Ahí has sido tú el que le has dao.
-. Claro, no hay más que fijarse un poquito. Con Rossellini le une la espera de atrapar el momento del milagro de algo que pasa de repente por delante de la cámara, ya sea la actuación repleta de verbosidad de un actor, o bien un instante de mágico encuentro o desencuentro entre dos personajes que hablan y hablan hasta que sus morales se saludan en un punto de reunión determinado. Con Lang comparte una mirada escéptica, no exenta de dolor, atorada en un destino que somete extrañamente a sus personajes.
-. Estás hecho un teórico del cine. Menudo pedante.
-. Oye, si te pones así, termino la bebida y me voy.
-. No, no, quédate. De alguna forma, hablando sobre él podemos homenajear a un cineasta que se nos ha ido y nos ha dejado mudos.
-. Mira que eres romántico. ¿Por dónde iba?...Ah, sí…Las influencias de Fritz Lang y de Roberto Rossellini sobre Rohmer…
-. Déjate de influencias. También hizo películas que ya, ya…Anda que si me oyeran los apóstoles del vanguardismo…
-. Pues como todo cineasta, tuvo sus más y sus menos. Tienes toda la razón. Por ejemplo, en La Marquesa de O no consigue agarrar el espíritu de Heinrich von Kleist ni de lejos y le sale una cinta aburrida y hasta lindante con la tontería. Y en Perceval, el galo, le sale un pestiño de cuidao.
-. Sí, eso es verdad. Creo que son dos películas decepcionantes. Para mí que Rohmer perdía muchos puntos cuando hacía cine de época, pero tiene cosas interesantísimas como La mujer del aviador ; o me encanta Pauline en la playa. Y es que el mar, bajo la mirada sensible de la cámara de Rohmer a veces es un personaje más que pone fin abierto y cierra el principio de personajes que viven, mueren, sienten, hablan y sueñan intentando encontrar algún sentido a unas existencias que tratan de llenar con apenas un espejismo.
-. ¿Y qué me dices de su prolongada colaboración con Néstor Almendros?
-. Hombre…es que decir Rohmer es llevar pegado el nombre de Almendros a la chepa. Sus fotografías que huyen de las falsas sombras llegan a ser pura poesía en el diálogo sin rima que siempre propone Rohmer.
-. Sí, luego Hollywood llamó a Almendros y Rohmer se quedó sin director de fotografía.
-. Bueno, pero se atrevió a rodar aquellos Cuentos de las cuatro estaciones y nos descubrió a Luc Pagés y a Diane Baratier que trabajaron casi exclusivamente para él y abrieron el objetivo de lo que rodaba como nunca lo había hecho antes.
-. Cierto. Era innovador hasta en su lúcida ancianidad.
-. Siempre había una búsqueda de la felicidad en sus personajes, aunque muy escondida en ese bosque de frondosa verborrea que sabía construir como ningún otro. Y además… ¿te has fijado que en cuanto a formas se parece extrañamente al estilo de Howard Hawks? Colocaba la cámara a la altura de las personas, lo contrario de Yasujiro Ozu que la ponía a la altura del perro, dicho sea con todo el respeto.
-. Eso es muy interesante. Como buen crítico antes que cineasta, no podía dejar de beber de los clásicos a la vez que construía su universo tan particular.
-. Sí, un universo tan particular que hizo que se le colgara la etiqueta de creador intelectual y elitista, muy poco popular.
-. ¿Sabes lo que dijo una vez: “Mi propósito estriba en divertir y emocionar”? ¡Qué desorientados estamos a veces con las intenciones del creador!
-. Creo que tienes mucha razón. Lo único cierto es que Rohmer se nos ha ido y el cine se ha hecho un poco más callado.
-. Guardemos silencio, entonces. El difunto diálogo merece un respeto.
-. Por él.
-. Por Rohmer.
7 comentarios:
Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!
A copiar, a copiar el artículo entero!!!!
Bueno, no te preocupes que sale mañana en el periódico. Es un encargo del jefe de suplementos y, al menos, he querido hacer algo original aunque sé que, por mucho que me esfuerce, no pasaré de soso. Me alegro de que te haya gustado.
Madre mía, soso dice.
Algún día te contaré cómo me endulzaste a mí. Hoy no, que tengo que mandar el 190. Eso sí que es soso...
¿Que yo te endulcé a ti? A ver si esto se va a convertir en un diálogo de una película de Rohmer...Hala, al 190 que parece el número antiguo de la poli.
Dos son las características que marcan a fuego a la nouvelle vague o por lo menos dos son las que más me interesan a mi: el humanismo y el profundo amor al cine. Lo primero les lleva a ser casi los primeros en sacar las cámaras a la calle y retratar la vida cotidiana tal cual es. Lo segundo lanza a algunos al cultivo del cine de género homenajeando fundamentalmente al cine americano - aunque el cine francés ya tenía su propia tradición en el cine de género. A Rohmer lo veo más como un humanista puro. En sus películas veo paísajes abiertos, luminosos y espaciosos y personajes oscuros y más herméticos - la adolescencia que es una edad muy mala. Como buen pintor - de caracteres- gustaba del contraste y en su paleta cabía de todo. Aunque debido al humanismo citado más que de Renoir (Auguste) se le podría considerar un heredero de Voltaire (uy qué pedante y finolis me está quedando esto).
Sería injusto decir que ahora que se ha muerto Rohmer es mi "nuevaolero" favorito. No fui consciente de ver morir a Truffaut que en cambio sigue siendo mi director -¿¿nuevaolero?, francés? ¿europeo?- favorito. Luego está, claro, Louis Malle y en el tercer lugar del cajón estaría Eric Rhomer. En reñida pugna, eso sí, con Bertrand Tavernier al que nunca podré agradecer suficientemente haberle regalado a mi vista y a mis oídos esa obra maestra titulada "Alrededor de la medianoche" (Paris bien valdrá una misa, pero Round Midnight bien podría valer uno de sus futuros post) De Godard he visto 2 ó 3 cosas y todas ellas me han aburrido soberanamente. Y Chabrol, bueno Chabrol siempre me pareció un gourmet metido a director de cine.
Excelente diálogo ¿Quiénes eran sus protagonistas?
No puedo hablar de Rhomer, un estúpido prejuicio y una testaruda animadversión a un tipo que hablaba maravillas de su cine lo colocaron en el trastero de mis desganas...Negué sistemáticamente sus películas pese a las bondades que, personas a las que tenía más apego, contaban de ellas. Nunca vi nada de él. No sé si ahora tras su muerte y vuestras alabanzas lograré vencer mi atávica repulsa sin fundamento.
Bonito dialogo...se aprende tanto en las conversaciones, incluso en las inventadas...
NOta al margen: Por fin vi la tantas veces recomendada por Gema, "El secreto de tus ojos"..y virguerias de Tarantino y espectaculos amenabarianos incluídos...creo que disfruté de la mejor película del año (para mi gusto).
Abrazos Carpet.
No puedo por menos que compartir tu opinión, Dex, de que el hombre que mejor entendía lo que era la "nouvelle vague" y que era un cineasta de altura insospechada era François Truffaut (ahora con los 25 años de su muerte se habla de él, pero antes ni zarrapitos se acordaba), después yo también pongo a Louis Malle pues sus historias me parecen las más sólidamente construidas. El tercero sí podría ser Rohmer seguido muy de cerca por Rivette, que tenía un sentido del humor y una ternura muy particular, mientras que Rohmer, como tu bien dices, era un humanista sensible, y que tenía a la moralidad como obsesión. Sus historias bien habladas, como quien dice, son cuentos, uno tras otro, sobre el comportamiento humano y sus razones para la acción.
En cuanto al diálogo...¿qué más da quienes hablaban? Lo importante es que admiraban a Rohmer y, por extensión a la "nouvelle vague".
Por otro lado, sigo estando de acuerdo contigo en que Godard es un auténtico coñazo (con la única excepción de "Al final de la escapada" pero ahí, claro, la historia es de Truffaut) sobre todo cuando se pone en plan político y también es un cineasta al que le he dado muchas oportunidades. De él he visto, además de la citada, "Vivir su vida", "Todo va bien", "Yo te saludo, María", "Detective", "Alphaville", "El desprecio", "El soldadito", me gustó un poco más "Bande á part", me horrorizó "Pierrot el loco", "Weekend", rechazo profundamente "La chinoise" (que siempre confundo con "La chienne", de Renoir porque yo de francés ni "oui")...y no, que no y que no. Vittorio de Sica le parodia de forma brillante, aunque la película no sea buena, en "Tras la pista del zorro" y Billy Wilder en una escena en la que dirigía a Kim Novak en "Bésame, tonto" en la que ella tenía que llorar le gritó:
-. ¡Nada de glicerina! ¡Quiero lágrimas de verdad! ¡Como las que resbalan por las mejillas de los productores de Godard!
Tengo simpatía a Tavernier por "Alrededor de la medianoche", por su excepcional "Capitán Conan", por su cuadro pintado con mimo en "Un domingo en el campo", por la identificación que siento con el protagonista de "Hoy empieza todo"...me parece un hombre muy sincero haciendo sus películas aunque no pertenezca a la "nouvelle vague", como tampoco considero que perteneciera Chabrol a la "nouvelle vague" y si no que se lo digan a una película como "El tigre se perfuma con dinamita". Es el más comercial de todos ellos y, quizá, el más impersonal aunque tenga películas estmables como "Landru" o "Un asunto de mujeres" o "Doctor M". Sé que hay tendencia a encuadrarlo en la "nouvelle vague" pero yo siempre le coloco un par de pasos al margen porque se decantó por un cine mucho más comercial y respetó las reglas de esa generación en muy pocas ocasiones.
En cuanto a Rohmer, Carpet, bueno, hay que ver sus películas con un estado de ánimo determinado, más que nada porque te van a hablar mucho y hay gente que quiere que los personajes se muevan además de hablar. Y sus conversaciones giran en torno a naderías que, finalmente, destapan intenciones. Quizá por eso no hay sido un cineasta muy comúnmente aceptado aunque las que nombro en el artículo merecen la pena de verse.
Y sí, estoy de acuerdo, "El secreto de sus ojos" es una de las mejores películas del año.
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