jueves, 24 de marzo de 2011

ELIZABETH TAYLOR: LOS SUEÑOS DE COLOR VIOLETA

Sospecho que si yo hubiera tirado los tejos a Elizabeth Taylor, me habría encontrado con un abierto desprecio. Es una sensación que me ha sumido muchas veces en la inferioridad. Todo habría sido poco para ella, y prueba de eso es que yo creo que no ha sido feliz. Actriz eminente, con un carácter y una fuerza poco común, muchos, demasiados matrimonios fracasados, viuda de Mike Todd, el hombre que la mimó tanto que la llevó a decir que él había sido “el hombre de mi vida”, alcohólica crónica, pareja ideal de un Richard Burton que pasaba más horas ebrio que sobrio…insatisfecha permanente, un poco infantil, incapaz de aceptar la madurez de alguien que lo fue todo y acabó en nada…Elizabeth Taylor fue la mujer (¡y qué mujer!) que inundó la pantalla de sueños de color violeta, cara de ángel y cuerpo de pecado y cuando despertamos de su inmenso mirar supimos que las mujeres como ella no existen y que la vida pide realidad.
Un día tuve ante mí a su increíble yate, el Solitude, mientras me bañaba en las aguas más cristalinas que he visto nunca en el mar, en la isla de Espalmador, pero volví la cabeza, no quería coger los prismáticos y verla gorda y tostada por el sol, como un pulpo gigante varado en la playa, con una copa en la mano en estado semi-inconsciente. Devolví su potencial desprecio y preferí seguir cegándome con el violeta y palpar, con mis ojos, su exuberante físico de película para no despertar de un sueño de dulzura y carnalidad.
Debutó como actriz infantil y, de aquella etapa, sólo me quedo con la divertida Vida con papá, de Michael Curtiz porque, cuando creció y tuvo dieciocho años, con toda su hermosa juventud en blanco y negro ya hizo El padre de la novia y El padre es abuelo aunque, claro, ahí de quien me quedé prendado fue de Spencer Tracy e, incluso, del irresistible atractivo que siempre ha tenido para mí Joan Bennett.
Luego llegó la impresionante Un lugar en el sol, de George Stevens y, la verdad, es que ya era la chica ideal. Ahí conoció a Montgomery Clift, el hombre que la pidió en matrimonio varias veces quizá como única tabla de salvación hacia su hundimiento en los infiernos de una sexualidad nunca aceptada. Y ella, claro, siempre dijo no.
Sustituye a la neurótica Vivien Leigh en La senda de los elefantes, de William Dieterle y me deslumbró cuando mi madre insistió en ir a ver al cine La última vez que vi París, la primera historia de amor que me hizo llorar, aunque ella aún no se había enamorado nunca.
Gigante es una película que nunca me ha gustado. Rock Hudson tenía mucha planta pero como actor, salvo raras excepciones, valía muy poco. James Dean siempre me ha parecido una especie de niño que abusaba de su condición de desvalido y ella… bueno, he de reconocer que ella bien valía unos cuantos pozos de petróleo aunque la historia me pareciera larga, pesada y un tanto insulsa, más adecuada como culebrón televisivo que como película. Claro que, tal vez, haya estado equivocado.
Tampoco me gusta El árbol de la vida, quizá porque Dmytrik tuvo que dirigirla como pudo a causa del accidente de Montgomery Clift pero es que tampoco me interesa demasiado la historia. Y me parece larga, pesada y un tanto insulsa. Ya, ya lo sé, me estoy repitiendo.
La primera llamada de atención seria sobre su talento es, sin duda, La gata sobre el tejado de zinc, de Richard Brooks, donde lidia con maestría su papel a medio camino de la más sudorosa sensualidad y el más desgarrador drama desatado en las pasiones de una mujer que no sabe cómo acercarse a su marido. Y su interpretación tiene aún más mérito si pensamos que, en medio del rodaje, murió en accidente de aviación Mike Todd y ella, haciendo gala de una gran profesionalidad de la que en otras ocasiones careció, siguió trabajando con intensidad componiendo un personaje complejo al que todos hemos deseado consolar en alguna ocasión.
De repente, el último verano es otra de sus cumbres. Sumida en el caos del trauma psicológico, hermosa hasta vestida con harapos, bella en un jardín de bestias, apetitoso cebo para intenciones oscuras, página en blanco de un poema nunca escrito, dúctil material lleno de atractivo en manos del gran Joe Mankiewicz que destiló chorros de paciencia con ella y con el problemático Clift, masa de espasmos que ella misma impuso como compañero por pura amistad y aleada compasión.
Un virus afectó su siempre delicada salud y la tuvo dos años fuera de circulación que estuvieron a punto de convertirla en un mito muerto. Vuelve en un correcto melodrama muy olvidado en el papel de una prostituta de lujo: Una mujer marcada, de Daniel Mann y, para darle la bienvenida, la Academia le concedió un Oscar tan inmerecido (que ya se iba solo hacia las manos de Shirley McLaine por El apartamento) que hace que Billy Wilder envíe un telegrama a la propia McLaine diciendo: “Nosotros creemos que la tuya es la mejor interpretación del año…con o sin enfermedad”.
Y vino el fiasco de Cleopatra,  la película de la que Joe Mankiewicz, su director, siempre se ha negado a hablar. Allí conoce a Richard Burton, abandona a su marido, Eddie Fisher (que, a su vez, había abandonado a Debbie Reynolds, una de sus mejores amigas, para irse con ella), la producción se rebasa con creces y, cuando se estrena, el fracaso es de órdago a la grande. En honor a la verdad, hay que decir que la película es un gran ejercicio de sensibilidad, una historia de amor épica sobre una mujer que arrastró a la pasión a dos de los hombres más poderosos de la Tierra, realizando una interpretación más que meritoria y tan atrevida que hizo que la Reina de Egipto tuviese para siempre su rostro, su cuerpo y su explosiva sensualidad… ¡quién fuera áspid!
Se explota a fondo su emparejamiento con Burton entre peleas, separaciones, reconciliaciones, disputas, joyas y lujo con varias películas. La insípida Hotel Internacional, de Anthony Asquith; la estupenda Castillos en la arena, de Vincente Minnelli y la que es, sin duda, la mejor interpretación de toda su carrera: ¿Quién teme a Virginia Woolf?, de Mike Nichols, donde sí está plenamente justificada la elección de Burton como oponente. Basada en la obra de Edward Albee, la película nos muestra a una Elizabeth Taylor entrada en kilos en múltiples registros, desde el histerismo exacerbado a la pasión incontrolada, desde el puro juego marital al claro proceso de autodestrucción, todo ello en una película redonda, feroz crítica contra la clase media americana planteada como un lúdico juego de escándalos, mentiras y verdades incompletas, frustraciones y soledades compartidas. Extraordinaria, gana su segundo Oscar (esta vez, sí, muy merecido) y hay quien llega a decir que el matrimonio retratado por Taylor y Burton en la pantalla no es más que una transposición de su propia vida en común.
Otra de sus cumbres es Reflejos en un ojo dorado, de John Huston, como objeto del deseo de un soldado que, a su vez, es el centro de las miradas de su marido, un estupendo Marlon Brando. Su interpretación se mueve en el mismo filo de una historia tan áspera como compleja y difícil.
A partir de aquí comienza su declive con películas auténticamente mediocres como Los comediantes (famosa porque en una escena de amor con su marido, Peter Glenville, el director, gritó: “¡Corten!” y ellos siguieron en la faena) o ese bodrio dirigido por Burton y basado en la obra de Christopher Marlowe Doctor Fausto, o los dos intentos con Joseph Losey, un realizador muy original pero que no atravesaba su mejor momento en las incomprensibles y confusas La mujer maldita y, sobre todo, Ceremonia secreta.
Por destacar dos de esas mediocridades, yo citaría la turbia Salvaje y peligrosa, variación del tema de ¿Quién teme a Virginia Woolf?  en clave de sexualidad ambigua con excelentes interpretaciones tanto de ella como de Michael Caine. La otra podría ser su notable encuentro con Henry Fonda en el melodrama Miércoles de ceniza, lenta y plomiza historia que sólo merece la pena por la inmensa categoría dramática de ambos en el otoño de sus carreras.
Aparte estas dos mediocres excepciones poco hay que destacar (quizá sólo añadir la árida sensualidad nada conseguida de El único juego de la ciudad, de George Stevens) pero la carrera de Liz Taylor (ella siempre odió que la llamaran Liz) acabó prematuramente con una vejez mal llevada, su separación definitiva de Richard Burton después de casarse dos veces con él, ingreso en clínicas de desintoxicación, neurosis obsesiva por sus problemas con el peso, más matrimonios en la vida de la niña caprichosa que siempre ha sido, fotografías escandalosas, amistades ambiguas y proyectos nunca llevados a cabo. Hoy Elizabeth Taylor ya es leyenda pero lo único que aún no ha dejado de brillar es la luz violeta de sus ojos inundándolo todo de sueños, haciendo de su vida una película decepcionante y del cine, la seguridad de que la belleza y el talento fueron juntos de la mano por culpa de una mujer irrepetible.

11 comentarios:

dexter dijo...

A mí antes que actriz, Liz Taylor siempre me ha parecido una estrella y que conste que no lo digo como algo peyorativo. Hollywood no sería Hollywood sin personalidades como la que nos acaba de dejar. Es por eso por lo que también sospecho que Elizabeth nunca fue feliz, que tiene el sino común a todas las estrellas y que no fue capaz de controlar su propia vida ni su propia carrera, que fue gobernada por otros. Y normalmente esas vidas suelen acabar en el desorden más absoluto y profundo como es el caso. Parte de esa vulnerabilidad de la que te hablo me llega a mi cuando veo a la Taylor en pantalla. Veo en ella dulzura y fragilidad, cuando no abnegación, incluso cuando interpreta a mujeres de carácter, enfrentadas a fuertes demonios personales, caso de la Maggie de "La gata..." o la Catherine de "De repente, el último verano" donde su desgarradora confesión final me conmueve de manera poderosa.. La excepción es claro "Virginia Wolf" donde la encontramos hecha una auténtica fiera y quizá también "Cleopatra" que no te lo creerás pero nunca he logrado ver entera (a ver si le pongo remedio pronto.) En fin, de lo que no cabe duda es de que se nos ha ido un mito, y como un poquito bastante mitómanos que creo somos todos, hoy deberíamos estar algo tristes también.

Carpet dijo...

Sobre tu post, poco que comentar, salvo quitarse el sombrero una vez más por tu perpetuo pacto con las palabras que hace que encuentres siempre frases acertadas para describir nuestros sentrires.
Sólo hay una cosa en la que discrepo, no creo que la Taylor viviera una vida malgastada, si es cierto que luchó mucho contra su tendencia a engordar y contra sus multiples problemas de salud, pero en el fomndo ella siempre lucho por ser feliz, por buscar allá donde otros no se atreven ( drogas, alcohol, hombres, pasiones ) el jugo de una vida que ella quería sentir a cada instante.
Su promiscuidad, su fogosidad, como la de la otra belleza brutal que era Ava Gardner le llevaba a buscar hombres que la hicieran sentir...Y además lo hacía olvidando cualquier juicio hipócrita que la sociedad pudiera hacer sobre ella.
Dices bien del Oscar robado a Mclaine que dijo aquello de "me ha ganado una traqueotomia" en referncia a la operación de urgencia que tvieron que hacerle a la Taylor por casi morir ahogada al atragantarse con un hueso, pero también es cierto que perdió otro bien merecido por "La gata..." debido a la mala fama de robamirdos que se ganó al birlarle el suyo a su amiga Debbie Reynolds (aunque en el fondo siempre se dijera que ese matrimonio era algo de cara a la galeria y casi una operación comercial).
Lo que era evidente era que era una mujer absolutamente desaforada en sus pasiones. Decía Burton que en uno de sus primeros encuentros ella le dijo que le amaba tanto que llegaría a morir por él, Burton lo puso en duda y ella se tomó entero un frasco de somniferos para demostrarselo, teniendo que llevarla al hospital rapidamente para evitar su muerte.


No sé si sería infeliz, tal vez como todos, tal vez más que muchos, pero su gusto por la vida era evidente y hay personalidades que sólo malgastan su vida si intentan contenerse. Ella hizo todo lo contrario.

Abrazos.

César Bardés dijo...

No dejas de tener parte de razón, Dex. Liz Taylor era una estrella, aunque también era una actriz. Estoy de acuerdo en que el haber sido una estrella infantil hizo que se agotara antes de tiempo en su carrera. Recordemos que su última y casi dramática aparición en el cine, como suegra de Pedro Picapiedra, fue a los 64 años, una edad muy temprana.
Lo cierto es que sí supo dar con el punto a personajes eminentemente dramáticos y es una estrella que ha dejado de brillar, sobre todo, en el firmamento de nuestros sueños y, cuando eso ocurre, es razón más que suficiente como para estar tristes.
En cuanto a su falta de felicidad, Carpet, me baso, sobre todo, en las afirmaciones de su propia madre que dijo que "Liz nunca ha sido feliz porque su vida ha sido una continua búsqueda de un nuevo capricho". En cuanto al Oscar de "La gata sobre el tejado de zinc", hubiera sido justísimo, desde luego, pero echando un vistazo a las nominadas de aquel año he visto que la ganadora de aquel año fue nada más y nada menos que Susan Hayward por "¡Quiero vivir!" que creo que también lo merecía bastante. Y como curiosidad, habría que decir que ese mismo año también estaba nominada Shirley McLaine por "Como un torrente"...¡qué pedazos de mujeres, leche!
Gracias por uniros al homenaje de una gran actriz, una gran estrella y una gran belleza.

Carpet dijo...

Lo de las estrellas infantiles ( y tranquilos no voy a jugarme transversal ) es verdaderamente duro. No conozco casi ningún caso que tuvieses una realmente larga carrera, muchos hay que siguieron haciendo cine muchos años, la Taylor, por ejemplo, pero efectivamente casi todos terminaron a edad temprana, quiza empachados por su popularidad continua.
Incluso en españa, desde Marisol a Ana Belén, pasando por Jorge Sanz o las Marsillach o Maribel Martín.
En USA, los ejemplos son infinitos y si excluimos a la Bissett que ni fue en realidad estrella infantil ni tampoco se prodiga ahora en demasia, la mayoria terminan hartos antes de lso 50.

Abrazos.

César Bardés dijo...

El caso más flagrante podría ser el de la pobe Judy Garland (por cierto, recomiendo pasarse por el Teatro Marquina para ver sus últimos días en la obra "Al final del arco iris" con una fastuosa interpretación de Natalia Dicenta, cantando e interpretando con verdadera dedicación, de Javier Mora y de Miguel Rellán), a la que convirtieron en un muñeco roto con tal de que pudiera superar las martonianas sesiones de rodaje, grabación y demás. Pero, por supuesto, ahí estaba Shirley Temple quunque apuntaba hacia una madurez muy serena, decidió retirarse para dedicarse a la carrera diplomática llegando a ser Embajadora de los Estados Unidos en varios países asiáticos. Machacada acabó Deanna Durbin que ni siquiera llegó a ser estrella a pesarlos esfuerzos de la Metro por hacerla crecer.
Un csatípico podría ser el de Dean Stockwell, que recién nacido ya se puso delante de las cámaras como el bebé de Olivia de Havilland en "Lo que el viento se llevó" para, luego, pasar a protagonizar películas como "Levando anclas", realizar muy meritorias interpretaciones juveniles pero llenas de peso dramático en películas como "Impulso criminal", de Richard Fleischer o "Larga jornada hacia la noche", de Sidney Lumet, para llegar a Wim Wenders en "París, Texas" o David Lynch en "Terciopelo azul" y aún está en activo, con un físico muy poco agraciado pero con un cierto prestigio a sus espaldas.
Eso por no hablar de Joselito, Pablito Calvo (por obra y gracia de las casualidades casado con una prima mía) o Marisol, muestras de niños prodigio del cine patrio.
Uno que parece incombustible es Mickey Rooney que sigue ahí aguantando y pidiendo trabajo con descaro porque dice que "hay pocos papeles para los ancianos". Haley Joel Osment y Macaulay Culkin no supieron crecer y también fueron carne de droga. El cine, desde luego, también puede devorar. O, más bien, la fama.

Carpet dijo...

Si, y de hecho si algún actor infantil ha resurgido en la madurez ha sido previamente con una desaparición para volver unavez maduro y sereno a acometer nuevos retos. Prodría ser el caso de Josh Brolin, de Christian Bale o a otro nivel Drew Barrymore. Menos desnivelada y algo más continua ha sido la carrera de Jodie Foster y con muchos altibajos y ganandose el pan en la televisión a los 4o y diez está Brooke Shields.
Pero abundan más los muñecos rotos, como los que mencionas o Ricky Shroeder, o Freddy Bartholomew e incluso la mismisima Tatum o´Neal a quien vi hace poco en un "Hola" mostrando su rancho australiano, gordita y con unos cuantos hijos.
Veremos cuanto duran Kristen Dunst o Anna Panquim (ya en la tele y algo pasada) que rompieron siendo niñas, por no comentar las princesas Disney como Lindsay Lohan.
Por eso, me da rabia tanto Goya a actores/ actrices revelación entregados a niños, la mayor parte de ellos se perderán en la adolescencia o aun antes.

Abrazos.

dexter dijo...

Ostras, pues para no ir de trasversales te ha quedado uno bastante chulo. Hombre, la verdad es que es duro ser un niño prodigio en Hollywood y más en los tiempos que corren. Qué se lo pregunten a Brad Renfro, por ejemplo. O a Drew Barrymore que casi no lo cuenta y menos mal porque qué sería del cine contemporáneo sin "Los Ángeles de Charlie". Ni el Óscar ha servido para que Tatum O Neal o Anna Paquin consolidasen sus carreras.
Pero bueno, también ha habido casos inversos. Siempre se dice que Jodie Foster era el bebé del anuncio de Coopertone de los 60 aunque su primer papel serio lo tuvo a la tierna edad de 14 años como la amiguita de Travis Bickle, un papel nada tierno por cierto. Se dice también que el director Ron Howard fue un niño prodigio que intervino en "El noviazgo del padre de Eddie" creo que se llamaba aquella peli. Scarlett Johanson parece llevar muy bien las riendas de su carrera igualito que las llevaba en "El hombre que susurraba a los caballos". A Lukas Haas, el niño de "Único testigo" lo vi hace poco en "Origen" y de vez en cuando se le puede ver en algún secundario. Y no sé, seguro que hay más, pero yo es que soy muy malo para los secundarios.

De todas formas, como decía Yohana Cobo en "Volver" es que están en una época mu mala. Ya veremos qué tal les sienta ahora el estirón a Freddie Highmore, Dakota Fanning, Abigail Breslin o Haile Stendfield que por cierto me causó una buenísima impresión en la nueva "Valor de ley".

dexter dijo...

Que conste que nos hemos cruzado los mensajes y por eso hay "repes"

César Bardés dijo...

Habría que hacer mención a Justin Henry, el iño de "Kramer contra Kramer" que a su tierna edad dijo aquello de "nene no gu´ta" y abandonó el cine para su eterna tranquilidad. Una de las niñas que creció con un cierto equilibrio fue Margaret O´Brien a la que recordarmos por "Alma rebelde", o por "El fantasma de Canterville" robándole escenas al mismísimo Charles Laughton. Luego creció y dejó de ser tan guapa y no pasó de segundona en series y películas muy poco reconocidas. Uno de los problemas es que siempre se necesitan niños en el cine y, normalmente, empiezan de protagonistas. Cuando crecen, no acaban de asimilar que, por norma, es como si tuvieran que empezar de nuevo y entonces ya se les viene el mundo encima. Elizabeth Taylor contó a su favor con su extraordinaria belleza y eso hizo que nadie dejara de quitarle el ojo.
Bonita aportación en trío, en verdad.

Carpet dijo...

Pues es cuierto que no ivba de transversal y sin embargo ha salido de manera espontanea, las cosas son a veces mucho mejor si no se preparan.
Además de Elizabeth Taylor habría que mencionar a la también magnética Natalie Portman que parece que va consolidando su carrera a buen paso y con cierto tino, similar a la Johansson que señalaba Dex.
Sin embargo, su predecesora Winona ahí anda intentando recuperar algún sitio tras caer fagocitada en una espiral de desastres. El que cayo y no pudo levantarse fue River Phoenix, sobrado de talento y descontrol.
Otros como Corey Fieldman o Juliette Lewis también suenan a perdidos casi para siempre.
Sin embargo, la contrapartida masculina de la Portman pudiera ser Elijah Wood si es que su talento logra superar un físico verdaderamente dificil. De forma similar, en España, uno de los pocos que parece capaz de alargar algo su carrera contando con un físico que no suele abrir puertas es Gabino Diego, que debutó como el Luisito de "Las bicicletas son para el verano".
Y si hace poco hablabamos de "La tormenta de hielo" tendríamos que comentar el fúturo que puede tener Cristina Ricci, otrora musa indie y hoy....¿desaparecida?. Algo parecido a Thora Birch que comenzó como la hija que pierde el bazo, por culpa de unos renegados del IRA, encabezados por Sean Bean, que le tenían tirria a Jack Ryan-Harrison Ford en "Juego de patriotas".
Y una que tiene posibilidades, más por bella que por otras cualidades puede ser Jessica Alba, nacida a lomos de un delfín en "Flipper".
Bella también es mi siempre mencionada Dianne Lane, que debuto de prota en una algo dulzona peli de George Roy Hill llamada "Un pequeño romance" y parece haber remontado en una atractiva madurez una carrera que parecía rota para siempre a mediados de los 80 tras su paso por los descubre talentos de Coppola "La ley de la calle" y "Rebeldes", películas en la que había jovenes pero no niños.
El que si era niño cuando comenzó en "Exploradores" y todavia tiene carrera es Ethan Hawke, uno de los pocos que han superado el sindrome Spielberg, dandose más casos como el de Henry Thomas el de E.T. que la última vez que lo detecté fue en "Leyendas de pasión" y de eso hace ya la torta de años.

En fin, un buen repaso sin duda y casi no hemos mencionado a Hitch, pero podríamos hablar de su hija.

Abrazos

César Bardés dijo...

Y no nos olvidemos de Jorge Sanz, el niño que era mejor actor de niño que de mayor. O Ana Torrent, la chica que tenía ojos más grandes que la noche. Veamos cómo sigue Natalie Portman, de todos los nombrados vivos creo que puede ser la más interesante. Y Diane Lane...cuánto atractivo de niña, de joven y de cuarentona. Lo cierto es que, sin llegar a ser una estrella, sí que considero que ha llegado a ser una buena actriz.
Un abrazo en transversal, que es más difícil si no se es un violoncello.