miércoles, 16 de marzo de 2011

PERDICIÓN (1944), de Billy Wilder

Aquella noche, pude sentir que el aire me sonreía y encendí un cigarrillo mientras esperaba en la cola del cine para pasar el rato y que la vida me olvidara. Observé a todos los que compartían la espera conmigo, allí en un callejón oscuro de algún cine que el tiempo ya devoró. Había gente de toda clase...pero mis ojos se detuvieron en aquella mujer de la que, según iba engullendo con la mirada, tuve la certeza de que me arrastraría por la empinada pendiente del deseo. Tenía el pelo negro, los ojos soñadores, los labíos tímidos, breves y urgentes, y la sonrisa pecadora. Ya sé que en este país el límite de velocidad es de ciento veinte kilómetros por hora pero me lancé a trescientos para poder apoyar mi cabeza en su hombro. La conversación fue casual pero el encuentro no fue nada inocente. Nos sentamos uno al lado del otro para dejar que un tipo, Billy Wilder creo que se llamaba, nos hablara de una cláusula de doble indemnización con resultado de muerte. Al salir, yo ya no escuchaba mis propios latidos porque se los había quedado ella. La miraba a los ojos y yo sólo quería que me viera a mí, que nos aislara a los dos de todo el resto del mundo para emprender una huida loca hacia ninguna parte que es donde acaban los tipos sin suerte como yo. La noche nos escondía en el secreto susurrar de la sensación. Nunca pude imaginar que la noche sería nuestro secreto. La luz de la calle hería nuestra intimidad mientras apretábamos nuestros cuerpos en algún rincón de la oscuridad. A pesar de que yo no había recibido más que golpes en el estómago, con ella siempre tuve la certeza de que había recibido un golpe de suerte. Y suerte rima con muerte...Siempre se me dio mal hacer poesías pero esta vez el endecasílabo resultó milimétrico. Queríamos nuestra perdición. Deseábamos que las balas llevaran otro nombre escrito en el casquillo. Pero el deseo es el capricho nunca satisfecho de la vida. Y yo disparé...lo hice porque no quería que ella devorara mis entrañas sedientas de su esencia. Y lo hice con un punto final a esto que estoy escribiendo...orificio de sangre blanca que ponía término a lo que pudo haber sido pero no fue, encanto...
Y mientras dejaba su cuerpo indefenso en medio de un reguero de sangre, me alejé pensando que el tal señor Wilder había hecho una obra maestra basada en la ambición, la lujuria y la maldad...tres balas para que yo cobrara la doble indemnización de la vida engañada y del destino fraudulento. Perdición.

4 comentarios:

dexter dijo...

Jo, qué pena que te hayas quedado en el folio 1 y en el exterior noche y que haya una elipsis tan grande. A mí me hubiera gustado saber más de esta historia, oye ¿A qué sabe el asesinato, a madreselva de verdad? ¿Qué pasó con aquella morena - sería teñida, fijo? ¿Te la tiraste antes de morir?

A mí el enanito este que llevo dentro me dice que no, que lo tuyo es mucho de pluma pero que al final nada de nada.

César Bardés dijo...

El asesinato huele a madreselva, la morena no era teñida porque tenía el pelo como la noche y la luz de la calle se reflejaba en ella creando plata en sus contornos y por supuesto que me la tiré antes de morir. Lo que pasa es que mis pasos eran los pasos de un hombre muerto.
Lo de la pluma me lo tomo como un chiste erótico. Es mejor así. Tal vez de esa manera pueda ofrecerte un seguro algún día.
No es mala idea hacer un folio 2 pero me da un poco de miedo llegar al folio último.

dexter dijo...

Deja, deja, que no quiero empañar con un chiste erótico que encima vete tú a saber qué dudoso gusto tendrá el comentario a una de las grandes obras de arte del cine. Woody Allen dice que es la película mejor rodada jamás e incluso la homenajea en la divertida "Misterioso asesinato" ¿Sabes que película salen de ver Woody y la Keaton la noche en que llegan a casa y descubren a su vecina muerta? Pues eso, no me extraña que luego cuando él le ve a ella neurótica perdida le diga aquello de "tú lo que tienes es sobredosis de Perdición".

Muchas películas quieren parecerse a "Perdición" en el tono, en la forma, en la historia. Y no lo consiguen, no porque sean malas sino porque "Perdición" es "Perdición". A mí, el comienzo de tu post me ha recordado el comienzo de una peli que vi hace poco, "La casa 322" y al primer encuentro "casual" a la salida del cine entre Kim Novak y ahahaaa Fred McMurray. Y lo de la muerte y el olor a madreselva me vino a la cabeza cuando vi igualmente hace poco "Mentira latente" de Mitchel Leisen con ahahaaa la gran Barbra Stanwyck. Como ves, yo también tengo sobredosis de "Perdición".

César Bardés dijo...

Qué bonita referencia que haces uniendo mi artículo con "La casa 322", una película estupenda, por cierto.
Para empezar es que "Perdición" tiene unos diálogos difíciles de repetir y muchos forman parte de la memoria cinéfila. Habría que aclarar que la voz en off, prácticamente en su totalidad, es lo que pertenece a Raymond Chandler mientras que los diálogos en sí, son obra de Wilder. El plano necesario en el momento adecuado es el secreto para su realización. Wilder destacaba por su certera precisión dirigiendo y, encima, muchos le reprochan el hecho de que no daba muchas vueltas con la cámara, lo que en el fondo es un piropo porque tenía unos planos de enorme mérito (el tipo era un especialistas con los descensos de las escaleras, no cabe duda y tiene muchos planos en su carrera que son maravillosos) pero el supuesto "experto" está tan absorbido por el desarrollo de sus tramas que no se da cuenta de lo bien encuadrado de todo su estilo, de su composición de plano, de su movimiento siempre ligero nunca brusco y arrebatadoramente elegante. El secreto, además de eso, yo creo que está en que era un hombre que daba todas las vueltas que hacían falta a los guiones, una y otra vez. El resultado es que Wilder es uno de los mejores directores de la historia y, por supuesto, de los mejores guionistas. Lo difícil, amigo Dex, es que para los que hemos disfrutado de esta obra maestra indiscutible, tenemos una sobredosis de "Perdición" que además es tan dulce que nos deja el estómago como cemento.