jueves, 5 de mayo de 2011

THE COMPANY MEN (2010), de John Wells

Deberíamos de abandonar la idea de tener el mismo trabajo para toda la vida. Eso ya no existe por la sencilla razón de que hemos sido incapaces de salir de la indiferencia que nos ha producido el hecho de que los de siempre, los de ahí arriba, los que toman las decisiones, han decidido seguir amasando fortunas a base de reducir plantillas. No deja de ser curioso que aquellos mismos que han provocado el túnel de la crisis sean los que siguen colgando un Degás en la pared de su despacho y no tengan inconveniente en construir una nueva sede para la empresa con vistas al lujo.
Y así vemos que alguien que ha trabajado duro durante muchos años en la empresa (y quien dice empresa puede decir con tranquilidad puesto de semillas de girasol) es despedido sin más razón que la consecución de una política de reducción de gastos prescindiendo de los más elementales principios de ética. Antes que fabricantes de esfuerzo, mucho antes que pasajeros de un tren de vida de alta velocidad, somos seres humanos. Y la apreciación por el trabajo que se realiza es infinitamente más relevante que esa vieja máxima que dice que el dinero es una droga que engancha a los máximos directivos, a los dueños o a los banqueros y sus compinches.
Y es que no importa si usted es un universitario que ha estudiado Empresariales, ha realizado la especialidad más puntera y tiene un doctorado en finanzas. Tampoco importa que usted sea el hombre que empezó desde abajo y fue ganándose a pulso el derecho a una vida mejor. Y menos aún la tiene si usted es un ejecutivo agresivo que ha trabajado codo con codo con el hombre de las decisiones, ha prosperado, tiene una situación económica más que acomodada y, a pesar de todo, conserva su vergüenza, su ética y su responsabilidad para con un montón de familias que dependen del salario de cada mes. Su trabajo, inevitablemente, se hallará en el alambre, en el permanente entredicho, en la duda por su eficacia, en la exigencia del más por menos, en las manos de alguien a quien le da exactamente igual que usted tenga problemas si se queda sin empleo. Lo importante es salvar el negocio y que siga teniendo beneficios a niveles más que aceptables. Y para ello, señoras y caballeros, necesitamos su sueldo.
De esta forma,  el director John Wells consigue dibujar un retrato de unos triunfadores que, de repente y por una reestructuración financiera de una empresa, dejan de serlo. Nunca pronunciaron la palabra derrota y, por supuesto, para ellos es una auténtica catástrofe prescindir de la casa de dos plantas, del deportivo de precio exorbitado, de la prestigiosa universidad de sus vástagos, del viaje de fin de curso a un destino especialmente lejano y caro. Cuando alguien ha probado el vino de rancia cosecha y al alcance sólo de unos pocos es muy difícil acostumbrarse a la cerveza de barril. Luego, ya bajados del sueño, se comienzan a ver las cosas más claras y hay que ajustarse a lo que se puede (cosa a la que no parece que estén dispuestos ni los de allí, ni los del dinero, ni los de los votos, ni la santa madre que los vio nacer) y, tal vez, una lección sea aprender a trabajar duro. Una rendición genera siempre el olvido y no hay que ser prisionero de una falsa moral que dice que estar en el paro es algo vergonzoso. O quizás siempre haya alguien que esté dispuesto a volver a sentir la magia de comenzar con algo nuevo, con todo el bagaje de lo aprendido, con serenidad y con la realidad de frente.
Y la realidad es que Ben Affleck hace un trabajo notable, que Chris Cooper parece tener dibujado el rostro del perdedor de forma indeleble, que Kevin Costner tiene tranquilidad y aplomo para dar lecciones de vida y beneficios y que, por encima de todos ellos, Tommy Lee Jones dice con una mirada cuánta pena se acumula en el corazón cuando se sabe que se ha formado parte de algo que se ha corrompido con la misma rapidez con la que entraba el dinero. Una historia de hoy para tener confianza en el mañana.

2 comentarios:

Carpet dijo...

No he visto la película (esta tampoco) pero al hilo de lo que cuentas y cuenta el film...que tiempos estos que nos ha tocado vivir.
Hace tiempo a raíz del inicio de la crisis en USA, aventuré que la sociedad capitalista tal y como lo conocíamos estaba en las últimas.
A tenor de lo rápido que van las cosas creí que sería cuestión de poco rato, y aun lo pienso, porque de estos estertores, un grupo de privilegiados ha decidido enriquecerse mucho más a costa de empobrecer a un número muy grande de personas, limitándoles bienes, posesiones, derechos, etc. Una vuelta a épocas muy antiguas, con una clase dominante dueña absoluta de las riquezas y una base poblacional muy numerosa en economía de subsistencia. Es decir, cargarse el verdadero maná sustento del capitalismo, las clases medias.
Nuestra economía (la occidental) basa su fundamento en el consumo, todo se inventa, se fabrica y se cultiva para consumir, la inversión no tiene sentido salvo para asegurar o aumentar futuros consumos. Hasta hace poco creí que los inmensamente ricos, en un intento de asegurarse mayores riquezas a largo plazo, iban a buscar el desarrollo de países tercermundistas buscando crear nuevos consumidores, nunca creí que lo hicieran sustituyendo su base actual. India, China, Brasil, etc , eran países hasta hace poco más de una década con un nivel económico ínfimo, se han transformado en gigantescos países emergentes con una capacidad de gasto casi ilimitado. Por el contrario los consumidores tradicionales, las clases medias del mundo occidental están sufriendo graves recortes que evitan una expansión de su consumo.
Las empresas (los grandes empresarios) contratan a expertos financieros para que modernicen y revaloricen solventes empresas algo anticuadas. Estos expertos (verdaderos asesinos a sueldo) como si de un sincronizado guión se tratara, modifican toda la estructura, contratan servicios externos o externalizan determinadas áreas y adquieren nuevas herramientas informáticas que cambian todo lo que hasta ahora había servido. Ello obliga a drásticas reducciones de personal, a eliminación de gastos pretendidamente superfluos y a abultadas inversiones en consultorías, servicios externos, etc. Cuando acaban su formidable tarea (de 2 a 5 años), la empresa se sostiene sólo en una o dos actividades que eran las más rentables de las que componían el inicial entramado empresarial, tiene una estructura de personal raquítica (la mínima imprescindible) y todo está subcontratado (generando pequeñas empresas que a duras penas se sostienen con el servicio que prestan a la anterior mole empresarial). Si pasado el tiempo una crisis sectorial perjudica alguna de las actividades sobre la que se sostiene la nueva empresa, ésta entra en crisis, cierra y deja en paro, no sólo a los pocos empleados que sobrevivieron a la gran criba, sino a todas las empresitas surgidas al amparo de los servicios subcontratados. Sin embargo, los grandes gurús que encabezaron el proceso (y que recibieron unos emolumentos tan grandes como la suma total de ahorros conseguidos) exhiben de forma orgullosa en su curriculum la transformación que lograron convirtiendo la empresa ineficiente Mengana, S.A. dejándola en provechosa y juvenil empresa Fulana, S.A. (del hundimiento posterior, si es que lo hubo, no son responsables, cuando se fueron la empresa ganaba muchísimo).
¿Cuál es el problema?, el desprecio por el capital humano que forma parte de las empresas. Este es un modelo empresarial americano (USA) que lejos de ser denostado y evitado, dado lo perjudicial que ha resultado en la economía estadounidense (el nivel de desempleo es el 9%, mas de 13 millones de parados, 6 M de larga duración) se está implantando en Europa y en España a una vertiginosa velocidad.
Bufff, menudo rollo estoy soltando. Supongo que el hecho me pilla de cerca, estoy en una gran empresa que está siendo modernizada y resulta duro ver venir las tortas tras más de 20 años cumpliendo mal que bien.
Disculpen el ladrillo.

César Bardés dijo...

Bueno, qué decir. Es evidente que tu análisis es certero a más no poder porque lo estás viviendo y lo hueles muy de cerca. Creo que este es el resultado, precisamente, de la relatividad moral a la que nos ha abocado esta sociedad consumista que, al fin y al cabo, no es más que una versión gigantista del "ande yo caliente...". Lo que falta en estos "ajustadores" que, efectivamente, son verdaderos asesinos a sueldo, es creatividad, ideas. Yo tenía un profesor en la Universidad que intentaba que eso no se perdiera. Nos decía algo así como que "la economía no es un ciencia matemática en la que hay que prescindir del factor humano de forma repetida. La economía exige creatividad, buscar nuevas fórmulas. El mundo empresarial no puede moverse sólo por el beneficio al más corto plazo. Invertir en capital humano es la mejor inversión". No eran sus palabras exactas, pero así es como hablaba aproximadamente.
La rotación terrorífica del mercado de trabajo en Estados Unidos que se quiere implantar en toda la economía occidental lleva también a la inexistencia de servicios sociales y al progresivo recorte de todas las ventajas laborales que ha conseguido el hombre desde la Revolución Industrial. La desventaja enorme de ese mercado de trabajo rotatorio es que siempre tiene una capacidad muy limitada de absorción (de ahí la cifra de seis millones de parados de larga duración). Y lo peor de todo, aparte de que a estos señores cazadores que les importa tres cojones cualquier cosa que no sea la eficiencia máxima y la nota de honor en sus impresionantes curriculums, no tengan ni por una vez ese factor humano es que nosotros vamos acogiendo todos los cambios con una indiferencia que no sólo es muesta de dejadez, de abandono y de desidia sino también abrumadoramente irritante. Y todo es porque no se trata de obtener beneficios, no, ése no es el problema. El problema es obtener tantos beneficios como antes o más. Si un sector de la empresa tiene crecimiento cero en beneficios (ojo, no estoy diciendo que no tenga beneficios, sino que tenga crecimiento cero en beneficios), automáticamente hay un plan de reajuste que hará desaparecer ese sector de la forma que tan estupendamente has descrito. Por eso, en el caso de la película, es tan fundamental el papel que desempeña Tommy Lee Jones. Él no quiere prescindir del cariño pero sí puede prescindir del dinero. Su última aparición es fundamental cuando llega a decir con "me doy por más que contento si en el primer año llego a cubrir costes". Ben Affleck, por su parte, termina su interpretación diciendo: "Hay que trabajar amigos porque todo esto se paga a base de una tarjeta American Express -en referencia al personaje de Tommy Lee Jones- y hay que dar el máximo y si no...¿qué es lo que puede pasar? ¿que nos despidan?".
Creatividad, factor humano, la gente antes que el dinero. Los que llevan trajes carísimos suelen ser hijos de la mierda.