En medio de una salvaje represión, un hombre desaparece. Su padre viene desde los Estados Unidos convencido de sus derechos de ciudadano americano. Confiado en el sistema. Seguro de que el país vela por quien debe. Con la ayuda de su nuera, buscará en los rincones de Santiago de Chile apenas un mes después del golpe de Estado del General Pinochet. Lo llevarán al Estadio Nacional con la inútil esperanza de que, sentado en una grada, su hijo se halle allí. La Embajada estadounidense dice que hace…pero no hace. Poco a poco, el padre se irá dando cuenta de que ellos no son personas para su país, que son meros engranajes de la maquinaria del poder, solitarias piezas que apenas pueden presionar mecanismos de enorme aplastamiento. Yendo un poco más allá, se dará cuenta de que los Estados Unidos apoya esa represión de forma tan ladina como lo pudieron hacer los soviéticos en Hungría o Checoslovaquia. E ira perdiendo la esperanza mientras mira debajo de los cadáveres apilados y sin nombre, debajo de las piedras machacadas de una libertad que en realidad no existe. Esa palabra…”libertad” es tan sólo una entelequia a la que mirar embobados porque somos continuamente manejados por quien come de poder.
Al final, sabrá que su hijo murió asesinado y lo sabrá por conductos no oficiales que se juegan el cuello por una información confidencial de una represión que nunca existió oficialmente. Aún así, el padre, a los cínicos, burócratas y manipuladores miembros de su Embajada, les espetará que “doy las gracias a Dios por vivir en un país que permite denunciar a personas como ustedes”.En respuesta, tardaron siete meses en repatriar el cuerpo de su hijo cuando ya la autopsia era imposible y las pruebas se habían volatilizado en la vorágine de la violencia del poder…porque los Estados Unidos, adalides de la libertad, nunca apoyaron ese golpe de Estado y su posterior represión. Después de la búsqueda de la nada, vendrá el vacío del desamparo y de la ausencia.
Desaparecido, de Costa-Gavras, es una película impresionante que cuenta con sublimes interpretaciones de Jack Lemmon y Sissy Spacek y quizá, con La confesión y, desde luego, con Z, forma una trilogía del cine político por parte del cineasta que destapa los hilos de quienes nos mueven como marionetas sólo como parte de un escenario que ellos mismos han dispuesto. Ahora mismo yo me siento, de alguna manera, manejado…y ningún cineasta se atreve a hablar sobre ello…Cobardes…Mediocres…Inútiles…
2 comentarios:
Hace poquito nombramos esta peli, recuerdo, cuando, a propósito del post de "Veredicto final" repasábamos a los 5 candidatos al Óscar del año en que se estrenaron estas dos pelis. Yo francamente ese año se lo hubiese dado a los 5. Sinceramente, me es muy difícil determinar si tío Jack está mejor que Paul. O si en otro registro tan ingrato para los premios como es la comedia eran superados por el Dustin de "Tootsie" o el O´Toole de "Mi año favorito". Y ciertamente, como dijo aquí el Wally, cuando ves a Ben Kingsley no puedes dejar de ver a Ghandi, así que... En cualquier caso, me encanta Lemmon en esta peli, su paso gradual, como dices, de firme convencido en el sistema a absoluto descreido. Bien secundado por la Spaceck. La mejor película del no siempre acertado Gavras, junto a Z, en otro tono, y la injustamente tratada Mad City.
Ciertamente, fue un gran año en cuanto a actores y, quizá, en películas. Lemmon está grande aunque rara vez no lo está. Por cierto, el otro día localicé algunos discos en los que el amigo Lemmon tocaba el piano pues tenía curiosidad, aunque le había oído en un programa de televisión y, la verdad, tocaba con un gusto increíble. Fue, según se cuenta, licenciado en literatura "cum laude" en Harvard y para pagarse los estudios, tocaba el piano en un club de jazz por las noches.
A la película, que me pierdo. Buena la reivindicación que haces de "Mad City", una puesta al día de "El gran carnaval" con cierta clase. Y me gusta mucho "La caja de música". Aborrezco profundamente tanto "El sendero de la traición" como "Amén", que me parece de un oportunismo bastante desaprovechado habiendo argumento más que de sobra. Y me gusta, aunque el paso del tiempo hayan hecho mellas irreparables, tanto "Z" como "La confesión".
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