miércoles, 19 de octubre de 2011

LA GRAN EVASIÓN (1963), de John Sturges

Un hombre sale lanzado con su moto. No tiene escapatoria. Los alemanes le acosan. Pero él sabe que el mero hecho de ponerles en jaque merece la pena. Por eso hace todo lo que es capaz de hacer sobre dos ruedas. Acabará en una nevera, minando la moral con tres golpes de una pelota de béisbol.
Otro hombre, el gran X, quiere crear un segundo frente en la retaguardia alemana. Quiere organizar una fuga que haga que los alemanes reciban un golpe moral además de exigirles un esfuerzo militar. Disfruta con la preparación. Es un jugador nato y no le importan las consecuencias. Importa seguir combatiendo aunque sea sin armas.
Aún otro más, un hombre artista de la miniatura, de la falsificación, del dibujo, de la perfección, se queda sin ojos pero no sin ansias de libertad. Quiere sentirse libre aunque sea incapaz de ver la libertad. Y es el más entusiasta, el que sabe que unos simples papeles pueden ser la diferencia entre una cerca, la muerte, y una sensación de liberación, la vida. Y sólo tiene una palabra para definirlo: espléndido.
El gran proveedor de todo. El hombre que le echa cara a todo. El que es capaz de engañar a lo imposible. Precisamente ese hombre que parece que dio sus escrúpulos como moneda de intercambio es el que se convierte en ojos y guía para aquel que se quedaba ciego. Engañar al diablo no tiene precio, engañarse a sí mismo nunca es objeto de rebaja. Es un tributo a veces demasiado caro.
El rey del túnel no soporta la oscuridad, ni el agobio de la estrechez. El rey del túnel necesita ayuda para salir de las galerías que construye. Ha cavado diecisiete túneles, diecisiete vías de escape y no puede transitar por ellas porque el pánico le atenaza, le paraliza, le hace ser un entabicado que no existe horadando una tierra amenazante.
Y aún hay más. El hombre que dirige coros para disimular golpes rítmicos, el que idea un ingenioso sistema para deshacerse de la tierra delatora que el túnel vomita, el intérprete que cae en su trampa favorita, el australiano que se niega a abandonar una maleta de enormes dimensiones. Todos ellos se fueron en una gran evasión.
John Sturges dirigió esta película con un pulso admirable a pesar de su clara vocación comercial. No todo lo que se relata es verdad (la persecución en moto nunca existió aunque es una fantástica secuencia de cine de acción) pero aún no conozco a nadie que se haya aburrido viendo la construcción de Tom, Dick y Harry, los tres túneles que fueron cañones contra la moral nazi y espejismos de la esquiva libertad.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Como está el señor Bardés... vaya dos pepinos de películas nos ha soltado estos días. Impresionante.

Que decir de esta maravilla. Que desde mi punto de vista sería uno de los cinco títulos que me llevaría a una isla desierta.

Mi padre, que no era muy cinero (mas que nada porque era hiperactivo y eso de tenerlo sentado mas de una hora era cuestión complicada) de pequeño me obligó a ver dos películas que siempre que las ponían le amarraban al sofá. "La gran evasión" y "El Golpe".

Por eso conversacines tiene la sintonía que tiene.

Un abrazo maestro.

César Bardés dijo...

Muchas gracias, Chus. Es que hay que saltar de vez en cuando. De películas un poco más "raras" a películas que todo el mundo conoce. Creo que es sano para el que escribe y bueno para el que lee.
Mi recuerdo de "La gran evasión" es también muy bonito. También me la descubrió mi padre. Se cogió a mi madre, a mi hermano y a mí y se fue por la mañana a sacar las entradas al desaparecido cine Richmond, en la calle Lagasca. Él decía que esta película "había que verla". Y como mi padre era un poco chulo, noté cómo se ehcaba ligeramente hacia adelante en toda la secuencia de la moto de Steve McQueen. Siempre le había gustado ir en moto pero yo creo que él se notaba ya un poco mayor para ir jugándose la vida por ahí. Lo primero que preguntó a mis ojos de niño maravillado al salir del cine fue: "¿Qué? ¿Te ha gustado cómo maneja la moto Steve McQueen?" y yo sólo dije: "¡Jo,no veas!". Por cierto, fue una de las contadas ocasiones en las que escuché al público dar una sonora ovación cuando acabó la película. Una costumbre que debería ser rescatada.
Gracias por compartir también tu recuerdo. Eso, en ocasiones, da mucho más valor al cine en sí mismo. Y así ha sido esta vez.

Amaya dijo...

Qué bonitos recuerdos me trae esa película. La disfruté enormemente. Gran reparto y entretenidisima. Gracias por traerla de nuevo a mi memoria

César Bardés dijo...

Siempre es grato recordar películas que nos han marcado. Y ésta es una de ellas porque lo pasabas en grande mientras veías cómo, con su perseverancia y su continua resistencia, estos pájaros hacían la guerra a su manera. Gracias a ti.