Una mujer es capaz de leer en el corazón de un hombre como si fuera un libro abierto. Por encima de incomprensiones y de la furia que, a menudo, ciega al alma muerta, puede haber un hálito de vida que una mujer enamorada alcanza a ver con la claridad diáfana del día. Y eso puede hacer cambiar. Y se puede ser un desalmado y hacer justicia. En Sin perdón, un hombre sin alma encuentra un camino que recorrer y nos damos cuenta de que las grandes leyendas, casi siempre, son mentira; que los hombres que están en el lado correcto de la ley, muchas veces, no son más que asesinos sanguinarios; que los profesionales del asesinato no pasaban de ser vividores que se aprovechaban de las circunstancias para forjar un rostro tran falso como el que los cronistas escribían sobre ellos; que la amistad es un bien escaso que hay que cuidar y que un granjero...precisamente un granjero, es el que tiene que hacer justicia aunque su pasado esté manchado de sangre, de brutalidad y de ningún perdón...hasta que una mujer dio con él, vio lo que nadie veía y modeló y transformó a un sádico asesino en alguien que también podía hacer lo justo, lo correcto, lo esperado aunque, ni mucho menos, fuera lo legal.
Las grandes leyendas de la épica (a pesar de su oscuridad, Sin perdón es una película terriblemente épica) suelen ser aquellas que nunca se escriben. Por eso todos queremos ser leyenda. Aunque sea para un niñato que quiere ser como nosotros y sea incapaz de sobreponerse a la sensación de haber arrebatado una vida. Cuando el gatillo entona su percusión rítmica en medio de la noche, debe hacerlo para matar, para aniquilar, para acabar con todo, para que no quede nada vivo. Adentrarse en la oscuridad de la venganza por un amigo muerto requiere tener unos ojos inyectados en alcohol y en ira y descender al infierno sin piedad del que, un día, la mujer que amaste supo sacarte. Y precisamente te atreves a hacerlo porque ella ya no está. El gatillo en la noche, el ojo tras la cámara, la puesta de sol en el atardecer del ánimo, la bala mensajera del odio, matar es un deporte, vengarse es la necesidad.
4 comentarios:
"Sin perdón" se acaba de entender con la música. "El tema de Claudia" es el alma, la luz.
Sin duda, es fundamental, sobre todo para asomarse al interior del alma de William Munny. No sólo eso. Su guión, su extraordinaria fotografía, la forma de dirigir de Eastwood, la interpretación de Hackman...
Lo que más me fascina es que no es un héroe al uso, no cabalga para salvar a la chica, es retratado como lo que fue, un asesino. No hay buenos, todos hacen cosas por algún motivo, es fascinante
Una joya, un 10 rotundo.
Sin duda, no es un héroe al uso. Y no sólo lo que apuntas con buen ojo, sino que es un criador de cerdos, un granjero, un tipo que ya se ha retirado y al que le importa un bledo la leyenda. Es un argumento fascinante, seco y directo.
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