jueves, 9 de febrero de 2012

MONEYBALL: ROMPIENDO LAS REGLAS (2011), de Bennett Miller

En determinados momentos de la vida uno tiene la sensación de que es hora de romper con lo que se conoce y renovar la idea de lo que se sabe. Un callejón sin salida suele ser el reclamo ideal para el talento. Una ocurrencia original es la espuela que pica en los costados y la valentía es algo que nunca debe faltar. El triunfo no es el objetivo. La verdadera meta es la diversión del juego en sí mismo. Algo que se sabe cuando en nuestro rostro aún no existen las arrugas de la madurez y luego se olvida, como un jugador en desgracia.
Mirar diferente es un arma para cualquier desafío. Llegar un poco más lejos con menos. Hablar con quien se deja la piel. Ignorar lo obsoleto. Estar seguro del lanzamiento porque más vale base en mano que pelota volando. Renovar el pensamiento y conseguir que el deporte siga vivo porque, amigo, cuando se conoce el éxito después de tantas derrotas es muy difícil caer en la vanidad que provoca la fama. Si sólo se persigue el olor del dinero, se pierde el encanto de la audacia, del disfrute, del juego como tal.
Es muy difícil que un actor llegue a la seguridad que aquí demuestra Brad Pitt. Ha dejado atrás excesos afectados, poses juveniles que le proporcionaban un auge efímero ayudado por un físico privilegiado, papeles que denotaban un permanente aire de rebeldía irritante. Ahora tenemos a un actor que se encaja en sí mismo, que no hace lo que no sabe y que convence con una mesura tan atractiva que es casi imposible resistirse a su encanto. A su lado, un Jonah Hill muy creíble como el activo licenciado de Harvard que transforma el juego en una enorme tabla estadística que es perfectamente aplicable en un juego como el béisbol. En tercer plano, Philip Seymour Hoffman en un papel que no resulta del todo bien trazado y que recuerda peligrosamente los registros de aquel Wilford Brimley que daba textura a las películas de Sidney Pollack y que también ejerció de entrenador en la que es, posiblemente, la mejor bola bateada en el cine bajo el título de El mejor, de Barry Levinson. Todos ellos ocupan las bases de una película que se resiste a emocionar desde el plano deportivo y se concentra más en las entrañas de un equipo que lucha por codearse con los mejores cuando tiene todas las papeletas para estar en el furgón de cola. Y, sobre todo, por dejar bien a las claras que el goce está en el juego y no en el resultado.
No cabe duda, sin embargo, que habría que preguntarse si es necesario desperdiciar una vez más a Robin Wright en un papel tan minúsculo como intrascendente, si el guión no deja algún que otro cabo suelto y si algún día alguien tendrá la bondad de explicarnos detalladamente las reglas del juego para que sepamos de lo que hablan. La historia, en todo caso, sabe caminar entre la comedia inteligente, con unos diálogos rápidos y brillantes, y el drama deportivo sin pretensiones de emoción. Y ahí está su mayor virtud. No trata de conectar con el público a toda costa, con trucos baratos ya vistos en muchas entradas y aún más carreras. Se limita a centrarse en la superación personal, sin bombo y platillo, con agallas y con la certeza de que la vida, por mucho fracaso que se tenga encima, merece la pena siempre que haya algún incentivo moral de por medio.
No hay discursos de lágrima fácil, ni jugadas que ponen la piel carne de gallina con una orquesta sinfónica de fondo al conseguir un triunfo clave. Hay clavos de realidad, salidas de tono muy afinadas, astucia en el negocio, audacia en la concepción y seriedad en los planteamientos. Nada sencillo de conseguir cuando resulta evidente que estamos dentro de un género que tiende hacia el retrato heroico o la jugada de leyenda. Y así es como se consigue la mirada distante, capaz de juzgar, presta al combate, lista para la ayuda. Las emociones sólo deben jugar en privado, tal vez oyendo una canción, tal vez sabiendo que, por una vez, se ha acertado. 

4 comentarios:

dexter dijo...

Coincido contigo en tu apreciación general de la película. No comentas nada sobre Aaron Sorkin, uno de los guionistas, y es que yo creo que está película está muy conectada a "La red social", el anterior guión del fulano. Si en la peli de Fincher, el Faceboock podría funcionar a modo de mcguffin hitchcotiano (como me matizó Carpet en un comentario reciente) en esta ese lugar lo ocupa el beisbol. En realidad son películas que no hablan ni del feisbuc ni del beisbol, hablan de la vida y las decisiones que hemos de tomar en el camino. Por cierto, que ambas "La red social" y "Moneyball" terminan de una forma similar, con el prota en vías de tener que tomar una decisión (no me gustó que en el caso de "Moneyball" se descubriera el resultado de esa decisión mediante los rótulos de rigor). Y como en "La red social" también vi algo de distanciamiento calculado que hace que por momentos la peli te parezca fría, casi como una estadística.
Por lo demás me parece una película muy correcta, aunque yo sí eché un falta un poco más de emoción. Anhelé una mayor presencia de Seymour Hoffman, una vez habrá preguntarse qué narices hace con su vida y su carrera Robin Wright, todo un clásico en "Los ojos del lobo", me hubiera gustado que se desarrollase más relación de Brad con su hija. Lo mejor, los cruces dialécticos entre Brad y Jonah Hill, que también saben a poco quizá.
Y Brad, pues sí, también es un clásico hablar aquí de la madurez que está alcanzando a todos los níveles - qué 48 años, madre mía-, lo que le está empezando un poco a Leo, y le empezará a pasar dentro de nada a Gosling. Por cierto, que en algunos planos - sobre todo fíjate cuando va conduciendo y lo sacan lígeramente de perfil- ¡¡¡ clavadito a Robert Redford¡¡¡

Abrazos desde la primera base

César Bardés dijo...

Pues sí, tanto "La red social" como "Moneyball" utilizan los temas principales como excusas para desarrollar una serie de constantes, sobre todo, conectadas al desarrollo de intentar hacer algo diferente, que cambie algo, aunque sea el propio entorno. No habría que olvidar que Aaron Sorkin es también el guionista de "Algunos hombres buenos" y que en los créditos también figura como guionista Steven Zaillian, cuya "En busca de Bobby Fischer" también tiene mucho que ver con ésta. En realidad, "Moneyball" es una película, en cualquier caso, que pilla un tanto lejos al espectador europeo. Para empezar sabemos muy poco de ese endiablado juego del béisbol. En segundo lugar, no concebimos demasiado bien que la formación de un equipo se forme a través de una estadística (aunque, sin duda, en deportes como el baloncesto se utilizan aunque no son determinantes, ni definitorias de lo que es un jugador). Como tú bien apuntas, la película es correcta y punto pelota strike uno. El personaje de Philip Seymour Hoffman creo que está muy mal trazado, parece que sólo está ahí para servir de trampolín a lo anecdótico que es que en determinado momento tome una decisión táctica, no basada en una estadística, que es acertada. Lo de Robin Wright, de verdad, creo que tiene que cambiar de agente. Esa chica es para que gane unos cuantos Oscars y está echando a perder su talento y su físico marcado y tremendamente atractivo. Los cruces dialécticos de Pitt y Hill son lo mejor pero el problema es que empiezan muy fuertes, muy bien, estupendos, dan mucha pimienta a la película y después...puf...desaparecen. Ya no hay brillantez. Sólo son unos cuantos diálogos más que se escoran peligrosamente hacia lo moralizante.
Eh, que yo también caí en lo del perfil de Robert...caramba, pero si hace el mismísimo gesto del amigo Redford. Es muy curioso. No hace mucho ambos coincidieron en aquella "Spy game", de Tony Scott y yo salí del cine diciendo que Redford le daba sopas con onda a Pitt se pusiese como se pusiese. Ahora me gustaría que volviesen a coincidir porque la distancia se ha reducido. Pitt ha ganado en seguridad, sabe lo que tiene que hacer en cada plano. No hay indecisión, no hay esos gestos infantiles del principio de su carrera que le daban un aire de inseguridad juvenil ya un poco tonta. Ahora su mirada es sabia, su movimiento es preciso y su gesto es el mínimo, el suficiente como para sugerir lo que pasa por el interior. Sí señor. Su nominación es merecida. Otra cosa es que el amigo George le ceda el calvo de oro por amistad.
Abrazos desde el banquillo, con aplauso y la odiosa, odiosa, odiosa goma de mascar.

dexter dijo...

Ojo, que yo aún confío y espero en que Dujardin dé la campanada y les gane por la mano a estos dos. Cosas más raras se han visto. Y respecto a lo de la comparativa Redford-Pitt, acuérdate a quien eligió el primero como protagonista de "El río de la vida". No creo que fuera ninguna casualidad, seguramente es el papel que a él mismo le hubiera gustado interpretar de joven.

Un abrazo con anzuelo de mosca.

César Bardés dijo...

Pues tienes toda la razón en lo que se refiere a Redford. Posiblemente, de tener unos cuantos años menos, él habría interpretado el papel de Pitt en "El río de la vida". Yo siempre he creído que podría haber interpretado fácilmente el papel de Tom Skerrit y le habría dado algo más de lustre a una película que a mí se me antoja muy hermosa. En cuanto a lo de Dujardin, sí, claro, es posible. Si nos ponemos críticos y serios...yo creo que Clooney debería ganar. Sinceramente, es el mejor de los tres. Fíjate que a mí me parece que van a jugar a la mayor de las incoherencias y es que le van a dar la película a "The artist" y la dirección a Marty. Y eso es algo que no me gusta. Más que nada porque si un título es la mejor película del año, para mí es evidente que es la que mejor dirigida está. No sería la primera vez que lo hicieran.
Abrazos con hechizo por las aguas.