miércoles, 1 de febrero de 2012

SHERLOCK HOLMES 2: JUEGO DE SOMBRAS (2011), de Guy Ritchie

Resulta hasta cierto punto lógico que una segunda parte de las aventuras iniciadas hace un par de años por Guy Ritchie en la piel del más famoso detective de ficción de todos los tiempos sea, por así decirlo, algo tan decepcionante como su director.  Era evidente que se sujetaron con las constantes reprochablemente estéticas y narrativas para fabricar un producto digno, declaradamente de acción, que no traicionaba demasiado el espíritu de Arthur Conan Doyle en lo referente a aquella primera entrega. Sin embargo con este juego de sombras, la baraja viene peor dada.
Y es que el éxito, ese gran traidor, es el elemento que otorga más mano abierta a quien quiere imponer su propio estilo y aquí a Ritchie se le ha dejado mano ancha y cara vuelta para que vuelva a hastiar con sus montajes absurdos, explicativos hasta la saciedad y dejando muy poco espacio a la habilidad para la sugerencia. Es un tipo que agarra una cámara y se cree que es un juguete. Se cree un innovador y en realidad es un plomo disfrazado de lápiz.
Con todos esos trucos de saltimbanqui cinematográfico, Ritchie sacrifica la tensión que se merece Holmes. Resulta que nos adentramos en los movimientos inmediatamente posteriores del prodigio de la inteligencia para darnos a entender que, más que un hombre abrumadoramente superior, es un ser tronado y ligeramente alucinado,  alejado de una realidad que Ritchie se empeña en mostrar con realismo y dejando su hábil expresión para que la luzca el sempiterno compañero y galeno John Watson y, en esta ocasión, mucho más acertado bajo la mirada intensa e incisiva de Jude Law.
Por lo demás, tampoco hay esos desenlaces en escenarios sorprendentes como aquel Puente de Londres donde se libraba una lucha de inteligencias y de habilidades asombrosas entre Robert Downey y Mark Strong. Hay planos de muy pequeña duración que descubren rincones de aquel Londres de inconfundible sabor y de impresionante rudeza pero no hay espacios que envuelvan la persecución del mal en una indudable metrópolis de crecimiento imparable. Aquí lo que hay es el olor del dinero fácil y muy poco merecido.
Por otro lado, Ritchie no duda en llamar a Noomi Rapace, la Lisbeth Salander de la versión sueca de Los hombres que no amaban a las mujeres y al siempre odioso Jared Harris, de físico interesante pero muy lejos del talento que adornaba el rostro de su dilecto padre Richard Harris. Y habría que preguntarse que es lo que obsesiona tanto al director para introducir con tanta facilidad en sus historias a la etnia gitana que aquí llega a ser protagonista sin razón (el personaje de Rapace podría ser gitana, francesa, polaca o indostaní) de una intriga que, sinceramente, carece de interés porque abunda en la originalidad ya trasnochada de la primera parte. El culpable es evidente desde el primer fotograma y el supuesto interés se centra en el cómo se le va a atrapar, lo que da juego a las más delirantes aventuras y a los absurdos más decepcionantes.
Así que lo mejor es destituir al director en cuestión si se quiere seguir con la franquicia. Ya dio lo mejor de sí mismo en la primera parte de las aventuras y desventuras del investigador privado del 221 B de Baker Street y lo que se necesita es algo más de pulso y algo menos de truco. Aligerar a una buena historia de lo innecesario resulta una labor reservada a aquellos que saben cuál es la urgencia del cine. Sin ahorrarse pesquisas y razonamientos. Sin escatimar esfuerzos y rebuscados líos dramáticos. Pero dándole lo que merece a una historia que se quiere dejar ya de acelerones imprevistos, cámaras lentas reflejando el caos de un bombardeo, cansinos callejones sin salida resueltos con cañonazos inesperados y dando empaque a un detective que sabía sobreponerse a la morfina para llegar a las mismas raíces de la inteligencia.

2 comentarios:

Carpet dijo...

A galope como Gary Coper (que para la rima le quitabamos la segunda o y la pronunciación).

Sin apenas tiempo, que razón tienes mon ami, a ti y a mi que nos pareció más que disfrutable la primera entrega, esta segunda nos aprece terriblemente decepcionante (también para mi hijo, que la trama mágico misteriosa de entonces le parecía mucho más interesante que la loca mente criminal dispuesta a armarla de ahora).

Pero es precisamente la magia de la nueva visión, la fuerza de ese Londres de fin de siglo o principios (tanto da), la presentación de un Watson activo y no mero espectador (aqui quizá un pco mejorado incluso) y de un Holmes a la altura de un superheroe, aqui un tipo desquiciado y descontrolado cual Capitan Jack Sparrow ( a Robert Downey hay que sujertarle fuerte para controlar sus excesos y aqui se le ha dado rienda suelta con lo que perdemos todos).
Y seamos serios, sin que Rachel Mcadams me parezca mucho más que una presencia muy grata y cumplidora, había química entre Holmes e Irene Adler, y en esta ocasión la película decae desde el momento en que sabemos que no va a ver más encuentros de esta pareja (y los que hemos visto el film sabemos a que altura del relato sucede).

En cuantoa Guy Ritchie, el primer visionado de "Snatch,...." me pareció que tenía su gracia (no resiste el segundio, advierto), pero dudo que continuen la franquicia con otro director, porque yo creo que es precisamente Ritchie y su "buen hacer" el principal reclamo entre el público menos exigente.

Abrazos camuflados.

Nota : Estoy de acuerdo en lo que comentas de los gitanos. Pero no es la única perla del guíon que lo convierte en absurdo. Eso de matar a un tipo con un francotirador en el mismo momento que una bomba arrasa el lugar para que no deje huellas...¿Si la explosion se lo iba a cargar para que necesitamos al francotirador?

César Bardés dijo...

Es curioso que, cuando fui a ver la primera entrega, fuera con cierto escepticismo y saliera bastante encantado. Aquí entré con esperanza y salí decepcionado. Lo mejor de la película, sin duda, el Watson de Jude Law. Vamos, tanto es así que a la siguiente película yo le pondría el título de "John Watson". Lo de Downey es que ni el papel le resulta de lucimiento. Vamos, que la listeza de Holmes se base en predecir los movimientos del rifirafe de golpes que vienen un segundo después es para cogerle al Ritchie y colgarle de los atributos desde lo alto del Big Ben. Se sacrifica incomprensiblemente el personaje de Irene Adler, el Holmes totalmente tronado que se nos presenta (evidentemente, se le quiere hacer pasar por excéntrico) es tan absurdo como increíble en el peor sentido. Las continuas interrupciones de la pelicula con los "efectitos de cámara" del amigo de Ritchie llegan a ser irritantes. Supongo que Ritchie seguirá siendo quien tome las riendas porque esta película ha tenido un éxito, pongamos, bastante moderado tirando a bueno pero acabará por cargarse un filón que tenía buena técnica, buen reparto, buena originalidad, buena fidelidad al espíritu original del personaje y un diseño artístico espectacular. Aquí no lo es tanto. Y el villano (que se perpetuará como un mero megavillano) merece mucho menos la pena porque se le ve venir desde los campos de Sterling.
Por supuesto, hay muchos absurdos en el guión y, lo que es peor, intenta solaparlos con el viejo truco de la velocidad para aturullar al espectador y que no le dé tiempo de pensar. Además, es tramposo el tío.
Ritchie con los cerdos y con los diamantes, que es lo suyo. El "Tarantino inglés", como algún sesudo crítico le dio por llamar...País...
Abrazos con pipa.