Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello;
Que en mi juventud me deslumbraba;
Aunque ya nada pueda devolver
La hora del esplendor en la hierba,
De la gloria en las flores,
No hay que afligirse,
Porque la belleza subsiste en el recuerdo.
Sobre estos versos de William Wordsworth, Elia Kazan construyó una película devastadoramente hermosa. Una de esas historias que te dejan con el corazón arrasado y el alma anudada intentando que no se desborden las lágrimas que son espejo de ese recuerdo que subsiste en los meandros de su propia belleza. El amor es siempre ese cazador solitario que cualquier día puede volverse a apuntar a aquello a quien más quieres. Y aquí, dos jóvenes que aún no han vivido, agotan su agonía y esperanza porque el mundo, la vida, el desgarro y la desgracia se ceban en ellos antes de que prueben la felicidad. Muchas veces creemos que estamos ante las puertas de lo que va a ser nuestra felicidad…y años después nos damos cuenta de que no…de que aquello es la misma felicidad, que no había puertas de entrada sino zaguanes de salida. Elia Kazan llevó a la pantalla un extraordinario guión de William Inge, un hombre que siempre supo poner el dedo en la llaga de una sociedad zarandeada por la soledad hasta los límites de lo ebrio en historias tan punzantes y sobrecogedoras como las de Picnic, de Joshua Logan, o Vuelve, pequeña Sheba, de Daniel Mann o, incluso, la que pasa por ser la mejor interpretación dramática de Marilyn Monroe en Bus stop, también de Logan. Sin embargo, en manos de Kazan, el drama se vuelve pura poesía y nos encontramos arrastrados por las corrientes de la sensible debilidad anímica de una chica enamorada de alguien que aún no es un hombre. El amor, el amor… devorador ansioso de pasiones que consume el combustible de nuestro vivir y nos deja, en ocasiones, tan vacíos como en actitud de espera…de espera ante la posibilidad de que se repita un fenómeno que pocos, muy pocos, saben distinguir.
Por encima del trabajo, muy estimable, de Warren Beatty, tenemos la sensación de que Natalie Wood se dejó aquí la piel para sacar adelante su papel de adolescente atormentada que, derrotada y diluida, hace de la vida algo con lo que nunca estará conforme pero que siempre habrá merecido la pena vivirse, porque la belleza de lo sentido no podrá morir por mucho que el mundo quiera.
Esplendor en la hierba es una de esas películas que todos, a poco que nos lata el corazón, deberíamos ver para hacernos recordar nuestras horas de esplendores y de glorias y de cómo supimos atraparlas…o de cómo las dejamos escapar.
3 comentarios:
Por encima de tu comentario a esta mítica y maravillosa película (con un convincente Beatty y una arrebatadoramente bella Wood) me llama la atención tu alusión a "Vuelve pequeña Sheba". Fue una película que descubrí hace poco casi por casualidad y de la que nunca antes hasta en tonces había oído hablar. Me sorpendió que fuese una película tan desconocida, que incluso la actriz protagonista ganara el Oscar por su interpretación ese año y después ya nunca más se supiera de ella. Porque la verdad es una bonita película que hubiera merecido perdurar en el tiempo.
Abrazos anónimos
Bueno, es que Shirley Booth era una eminente actriz de teatro que ya había interpretado ese mismo papel en las tablas y que repitió delante de las cámaras. Es un drama bastante desgarrador pero muy apreciable. Parte del olvido que tiene en España es que no llegó a estrenarse en salas comerciales. El caso es que Booth siempre se dedicó mucho más a hacer teatro que cine y su carrera brilló en Broadway con papeles muy versátiles que iban de la comedia al drama porque su físico peculiar se adaptaba muy bien a ambos lados del sentimiento.
Abrazos con firma, o sea, irrepetibles.
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