jueves, 12 de abril de 2012

GRUPO 7 (2012), de Alberto Rodríguez

Escarbar en la basura para encontrar las lombrices y luego comérselas. El trabajo de la policía de narcóticos es así de fácil. En el infierno todo es blanco y correr para coger a un maldito traficante es ser parte del problema. Poco a poco, se traspasa una línea divisoria, más tarde una orilla, luego una frontera. La tentación está ahí y la pistola cada vez pesa más en la sobaquera. Sevilla agoniza mientras el efímero desarrollismo se desata sin límite. De aquellas lluvias también llegaron estos lodos.
La ciudad llena de polvo y rabia es testigo de unas miradas agotadas de tanto luchar, de batirse contra gigantes con apenas una lanza y unas buenas dosis de mala leche. La violencia aparece para igualar un poco el combate y aún así no es suficiente. Siempre hay otro escalón que subir y las ganas de romperle los dientes a más de uno son grandes. Cervezas y tapas para cubrir las carencias que tienen en sus vidas los buenos policías. O tal vez no sean tan buenos. Tal vez las carencias sean tan grandes que ni siquiera puedan esconderse detrás de la placa.
Las ilusiones del novato están ahí, creyendo que hace algo justo, que la limpieza de lombrices sirve para algo más que para presentar una basura decente. La pasión está en el día a día y, sin embargo, todo se apaga porque todo comienza a aparecer sucio y deprimente. Los amigos son tan sucios como la basura que tocan y la vida comienza a tener el precio de una papelina.
La mirada del tipo con experiencia es más de dolor que de sabiduría. Todo lo que ama, muere. Cuando tiene algo que amar, se ablandan los métodos. La barba esconde demasiadas cicatrices y la violencia puede ser una buena respuesta en un momento dado, pero no siempre. No siempre.
El humor ayuda a sobrellevar la repugnancia. Vivir el momento. No pensar demasiado en la noche al calor del hogar. Ahora una cerveza. Después un whisky. Y luego unas almendritas. No habrá recompensas. Solo el oropel de una ciudad que estaba demasiado hundida y que se vende como el paraíso.
La juventud es puro impulso y la impaciencia ahoga a la razón. El miedo acosa cuando las tornas se vuelven y un mordisco es lo que cuenta. Más allá de eso, no hay más que la ley del más fuerte. Fin del asunto. Al infierno con la misión.
Alberto Fernández dirige con buen pulso una historia que recuerda en intenciones a aquella pequeña maravilla que era Los nuevos centuriones, de Richard Fleischer, e intenta controlar la historia con mano firme aunque se escapa la regularidad del entramado en algún momento. En el papel estelar, Mario Casas aporta mucho físico, intensidad juvenil y aún poca interpretación. Detrás de él, eso sí, está el buen hacer de Antonio de la Torre, complejo dominador de miradas, sin apenas diálogos pero con el punto cogido y la respuesta aplazada. El resto del reparto se muestra competente sin alardes y el resultado es una película que quiere recrear las películas de mediados de los setenta de Sidney Lumet con un escenario propio, con ideas valientes y vigorosas y que se deja ver entre el olor de la cal blanca de la capital hispalense, de sus aceras y puentes, de las pintadas de sus paredes y con un cierto deje de producción televisiva que no hace más que perjudicar. La película es sobre unos hombres que fueron más allá de sus deberes para poder cumplir con sus obligaciones quedando atrás en el devenir del progreso pero también sobre una ciudad que parece que palpita y muere en cada salto y en cada carrera. A cada disparo hay una herida que no se puede curar y este grupo de policías tiene demasiada sangre seca en la piel y un agotamiento que nunca será pagado. Y, eso sí, lo que son está perpetuado en las paredes de cal de una ciudad tan insustituible como angustiante. 

4 comentarios:

Carpet dijo...

¿Pero que es esto?. Una película que he visto...orgásmico casi.

Que buen post, grande en verdad, yo diría que hace incluso buena la película. Y no pienso que sea mala, no lo es. Pero se queda demasiado lejos de lo que yo entiendo que es el cine.

Para empezar la realización es absolutamente televisiva, su escena mejor planificada y controlada es la persecución inicial, pero a partir de ahi, poca chicha. me recordaba peligrosamente a una serie española que estaba bastante aceptable, pese al protagonismo simplón de Dani Martín (el de "El canto del loco"), la seríe se llamaba "Cuenta atrás" y su estructura y sus secundarios daban un empaque de cierto interés.
Aquí pasa algo parecido, a Mario Casas le falta mucho para ser actor y algunos momentos de tensión se pierden en un apretar de mandibulas poco creible.
Antonio de la Torre, sin embargo, es un actor grande, dominador de escenas, jugando con su mirada (¿acaso la barba no es una imposición para que evite mostrarse con qcualquier otro gesto?), su actuación son sus ojos. Sin embargo su papel está semiconstruido y su importancia también. Bien diseñado inicialmente, llega un momento en que pierde importancia y nivel para darle una subtrama que le explique y le realce...Y hay un momento en que le perdemos en el grupo. quizá por que le falta el contrapunto.
Rafael odía cuando no ama, y cuando ama no odía, pero ¿que le pasa a Angel? ¿de compasivo a brutal por ambición?...

Hay, sin embargo, muchos puntos de interés, la muestra de la violencia seca, una forma de contar veraz. Unos secundarios muy marcados e intersantes, tanto La caoba, como Mateo y Miguel, incluso Amador, están bien contados y son muy verosimiles, además de bien interpretados.

Es una pelícla muy interesante aunque yo creo que le falta para ser una película de cine, no en cuanto a historia, pero si en cuanto a realización. Me resultó demasiado televisiva.


Abrazos sin insulina.

César Bardés dijo...

Apuntalas de forma excepcional lo que digo en el artículo, Carpet. Totalmente de acuerdo en que hay trozos de película que son vomitivamente televisivos (lo que nos lleva a la influencia de "Celda 211"), Mario Casas lo siento pero no (físico impresionante, talento muy, muy, muy escondido todavía), Antonio de la Torre estupendo (con un personaje que se desdibuja ligeramente y que, además, dan ganas de profundizar más en él. Qué gran detective para una franquicia). Secundarios interesantes y que merecen la pena como "La Caoba", Mateo (el típico graciosillo leve de todo grupo que se precie) y yo destacaré también al confidente de Ángel, el tipo que dice que es inmortal, que lo hace rematadamente bien y que no me creo después que no sea objeto de una venganza porque la película, dicho sea de paso, deja bastantes cabos sueltos.
Yo coincido plenamente en lo que dices acerca de que la historia es muy buena (por cierto, ¿no te parece algo ridícula la escena del patio con Ángel diciendo que "¡somos el Grupo 7!" cual Mesías armado?) pero cae en determinados vicios que la hacen no sólo anticinematográfica sino que, buscando el realismo más cercano, se convierte en algo muy poco creíble.
Abrazos con placa.

Carpet dijo...

Si, si...la escena del patio casi me saca de la película. Porque además no está muy bien rodada.
El escenario es magnífico, una verdadera ratonera, una colemna con miles de ojos hostiles y en vez de mostrar angustia y opresión, nos obsequian con una demostración de machito sacapecho de lo más cutre. además de que...en ese patio casi cerrado sólo hay dos coches el de la huida y el del choque...que mala suerte tiene Amador.

Y es cierto lo de los cabos sueltos, muchos de ellos es que parece que se iban a explotar y se iban eliminando en el rodaje o el montaje (la relación de Caoba y Mateo, por ejemplo). Otros son casi inexplicables, eso de llevar a su mejor confidente a vivir en territorio enemigo y que estos no la toquen hasta casi el final...???, incomprensible. Lo mismo que esa superbanda que amenaza a nuestros polis preferidos, lo único que se les ocurre es dejarles en paños menores. ¿a que jugamos? ¿a las novatadas?...

La veracidad está en los personajes, en el trasunto, en alguna forma policial de actuar poco ortodoxa,...Pero el conjunto casi se desmorona por las lagunas del guión.

Además se apuntan cosas que se pierden sin solución : La comida de todos los del grupo, con los chistes de Mateo y las risas sobre gays son vistos por Inma Cuesta con cara de pocos amigos y....nada, de hecho, ¿para que sale Inma Cuesta?. Un papel con nulo contenido.


Si, tienes razón, lo mejor el personaje de Antonio de la Torre, si fuera un privado sonaría cercano a Germán Areta y "El crack". una buena franquicia...que gran idea.


Abrazos con una caña en barra de chapa.

César Bardés dijo...

Es que la película intenta ser como un reportaje televisivo, me imagino que por ahí van sus intenciones y la forma de contarlo no es nada buena. Hay que aplaudir, eso sí, el intento de hacer otra vez un cine de género de cierta vocación. Queda absolutamente colgada la relación de Inma Cuesta con Mario Casas. Y lo de los paños menores sí que me saca de la película porque además, es una secuencia que, si se piensa un poco, es absolutamente prescindible.
Es cierto que tiene lagunas, como si fuera algo típico del trabajo policial, que tienen que meter las narices en donde peor huele sin reparar mucho en los detalles. Cierto es que su mayor virtud está en los personajes, en cómo se expresan, en el trasunto de cómo intentan trasladar una realidad que siempre es más que fea y las formas policiales (lo más creíble de la película) que depende más del estado de ánimo de los ejecutores de la ley que de la misma legalidad.
Además, también si se piensa un poco, se deja lo del personaje de Antonio de la Torre que ni pintado para que se monte una agencia y se ponga a currar con esa mirada totalmente desencantada.
Debería localizar a Alberto Rodríguez y decírselo.
Abrazos con pellejos en las rodillas.