miércoles, 27 de junio de 2012

LA BATALLA DE LAS ÁRDENAS (1965), de Ken Annakin

Los tanques hacen temblar la tierra. La gravilla del suelo parece que comienza a correr por la cercanía de esos monstruos de acero y fuego. En una vasta extensión de terreno se dirime la mayor de las batallas de artillería que conoció la Segunda Guerra Mundial. En su resultado pudo estar parte del desenlace final de la contienda. Aquí no hay actores, no hay interpretaciones, no hay matices. Hay el frío y metálico sonido de las orugas arrastrándose para aniquilar al enemigo. No hay espacio para quien quiera miradas tiernas en tiempos de paz. Aquí sólo hay señores de la guerra que, a través de los cañones de sus carros de combate, escupen muerte y avance. Avance hacia ninguna parte. Avance hacia la nada de la victoria.
Sí. En el reparto hay nombres de relumbrón. Ahí está el siempre eficaz Henry Fonda. Antagonista de categoría es Robert Shaw, un nazi que desprecia el hecho de que sabe que Alemania jamás ganará la guerra y por allí pululan caras tan conocidas como las de Charles Bronson, Ty Hardin, James MacArthur, Telly Savalas, Robert Ryan (es muy raro ver una interpretación suya que se pueda calificar de mediocre, por breve que ésta sea), Dana Andrews, George Montgomery, Pier Angeli (la que fue el gran amor del trágicamente fugaz James Dean)…pero todos estos nombres carecen de importancia. Aquí hay que fijarse en el feroz espectáculo de una coreografía ensayada por la muerte. Hay que detener los ojos en el corte de la línea de suministros, en la esperanza de la emboscada, en la batalla donde sólo se oye la voz de obús con su zumbido agudo cayendo sobre el campo donde ceder un centímetro es una derrota. Es una lucha a cara de perro…es una pelea a morro de tanque…
La ofensiva lanzada por los alemanes para romper la defensa aliada en varios frentes a través de la abrupta y densa región de las Árdenas en Bélgica con el objetivo de recuperar una salida al mar por el oeste aprovechando una inoportuna niebla que impide a los aliados utilizar su fuerza aérea está convenientemente novelada en esta película a través del cambio de algunos nombres y hechos para poder realizar un producto entretenido, muy alejado de algunos títulos nacidos con la misma vocación pero distinto resultado como son El día más largo o Un puente lejano. En esta ocasión quizá no haya tanta profundidad, pero los amantes del cine bélico disfrutarán viendo cómo se ganó una batalla que parecía perdida de antemano.
Así que no olviden que, desde el sofá, están manejando los mandos de un carro de combate tan letal como vulnerable. Disparen a discreción. El enemigo sólo querrá que usted retroceda y se vaya a la cama, rúbrica en sábana de una rendición sin condiciones. No lo hagan. Quizá con perseverancia, el enemigo es quien acabará retirándose con el acoso de 167 minutos de puro entretenimiento…apenas un instante en las páginas de la historia.

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