La política no es el mejor camino para hacer amigos pero, sin embargo, Paul Madvig tiene uno. Es un tipo que lo haría todo por él. Se dejaría pegar, engañar e, incluso, disparar. Se llama Ed Beaumont y es uno de esos tipos que no tienen más casa que la calle, que no tienen más compromisos que la hora siguiente, que no tiene muchos escrúpulos a la hora de conquistar a una rubia para luego utilizarla. Este mundo es así. La prensa está corrupta. Los políticos harían cualquier cosa con tal de conservar el poder. Los verdaderamente poderosos son los que están detrás. Son los que manejan el dinero suficiente como para financiar campañas, comprar votos, amañar sobornos, corromper a todo bicho viviente y, además, tener una apariencia de respetables. Ed Beaumont lo sabe y no tiene ningún inconveniente en usar los medios necesarios para hacerlos caer por todos los medios.
Pero Ed Beaumont traiciona a Madvig. Tal vez no sea tan amigo. Nunca lo hubieras dicho, ¿eh, Paul? Toda la vida juntos, haciendo de cobradores en garitos de mala muerte, llevando cuadrillas de votantes a granel para hacer que unas elecciones parezcan limpias cuando están más sucias que un baño de la policía y, de repente, tu camarada, tu compañero de penas, confidencias y puñetazos, se pasa al enemigo. Claro que eso tiene un precio. Por ejemplo, su cara. Le brean. Le dejan como un solar. Y, sin embargo, él sigue teniendo la llave de cristal que abre tu amistad, tu ternura, todo lo que te queda de hombre. Sí, bueno. Luego está la rubia, esa chica que mira de medio lado con los ojos por debajo del flequillo pero eso no es más que el precio que tú cobras por dar tu apoyo a un candidato a gobernador.
Hay un gorila por ahí, un bestia con gracia. Le ha tomado gusto a la cara de Beaumont y desea machacarla una y otra vez. Ya lo dice presentándolo a sus camaradas del bar: “Señores, éste es el mejor tipo al que mis nudillos han tenido el placer de pegar”. Más que nada porque le gustan los duros que resisten sin rechistar el castigo. Y él tiene algo de sádico. ¿Hay un sueño mejor? Un tío que no dice ni pío y unos puños que hablan por sí solos. Una cara para apañarla bien. Así es como se sabe que Beaumont va a ser leal, si sobrevive, claro.
Pero los amigos son los amigos. Beaumont no traiciona, solo finge. Y lo hace por amistad, por sacar a Paul del atolladero de una posible acusación de asesinato. Eso sí, la rubia le interesa y eso es una traición como un anillo de diamante. Maldito Beaumont. Controlas todo del principio al fin. Eres grande. Eres pequeño. Eres imprescindible.
Basada en la novela de Dashiell Hammett, el director Stuart Heisler dirigió esta película que, con los años, se ha convertido en un clarísimo precedente de Muerte entre las flores, de los hermanos Coen. Sobria y seria, con diálogos rápidos y certeros, como un buen disparo, como un buen golpe en la mandíbula. Es lo que tienen los tipos que saben abrir cerraduras con su llave de cristal, que saben cómo llegar a donde se lo propongan.
2 comentarios:
Yo había leído no sé dónde que sí, que los Coen se habían inspirado en esta película para hacer su obra maestra - para mí es lo mejor que han hecho estos dos. Lo cierto es que leí la novela hace tiempo y no recordaba tal conexión. También me liaba con una que se llamaba "Las llaves del reino" o algo así que también creo que salía Gabriel Byrme. Todo muy liado.
Abrazos revueltos
Yo también creo que es lo mejor que han hecho los Coen. Ellos se inspiran en esta película y también en la novela "Cosecha roja", ambas de Dashiell Hammett. "Las llaves del reino" es una estupenda película protagonizada por Gregory Peck haciendo de cura en la que se da un retrato maravilloso de un no-creyente interpretado por Thomas Mitchell. Creo que te refieres a "En defensa del reino", una peliculilla que hizo Byrne antes de "Muerte entre las flores". Yo la vi en vídeo hace un porrón de años y, la verdad, tengo un recuerdo casi inexistente de ella.
En todo caso, si no has visto "La llave de cristal", recomendada. Incluso llegas a tolerar que Alan Ladd esté en ella.
Abrazos inseguros.
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