- ¿Cuándo lo terminarás?
- Cuando lo acabe.
Y allí, en el cielo de una capilla, se abría paso la creación, la belleza divina, el éxtasis de la contemplación de la obra de arte de un escultor que no quería pintar. Miguel Ángel sufriendo, sintiendo la necesidad de dar algo a Dios que fuera digno de su grandeza. Hacer del techo, un lienzo. Del pincel, un dedo. De la magia, una rutina. Y su creación llega a la leyenda porque se hizo en un tiempo difícil, de guerra y muerte, donde las enfermedades crecían, el hambre sitiaba, la fe se ponía en entredicho desde la figura combativa y demencial de un Papa que empuñaba las armas para salvaguardar la iglesia. El tormento de la creación era el signo de rebeldía de un artista que quiso crear y traer un pedazo del paraíso a un fresco donde Dios hizo evidente el acierto del hombre. Porque ese hombre sereno, sin miedo, inocente que él modeló con su fuerza divina era capaz de lo mejor aunque se empeñara, una y otra vez, en hacer lo peor.
Miguel Ángel consigue su inspiración, como no podía ser de otra manera, en alguna cumbre, muy cerca de las nubes. Cree que la perfección es posible aunque la obra sea ingente e interminable. El Papa Julio II, sin embargo, teme no vivir para llegar a ver el éxtasis que produce el arte en un techo de Dios. Tiene que plantar batallas y justificarse. Debe velar por una fe que ni él mismo está seguro de poseer. Sin embargo, el techo es el reflejo mismo de la mirada de Dios. Es la seguridad de que sí, de que Él tiene que existir porque si no, no habría dotado a un hombre de tanto talento, de tanta fuerza, de tanta eternidad en sus manos. La pintura es la escritura de la belleza. Es la modernidad y la revolución de los esquemas ajados. Es Dios.
Mucho se podría hablar en esta película de la interpretación de Charlton Heston como Miguel Ángel o de la poderosa encarnación de Rex Harrison como el Papa Julio II. Sin embargo, hay que reivindicar a ese maravilloso director, no siempre recordado, que fue Carol Reed. En su mirada, hay un inmenso amor por la obra que nos describe, la seguridad de que ahí, en la pintura de Miguel Ángel Buonarotti , está todo el cine que se ha hecho después porque en esa obra maestra hay toda una concepción visual del movimiento a pesar de sus imágenes estáticas. Carol Reed sabía que Miguel Ángel, en realidad, estaba dirigiendo una película en la que describía la creación en sí misma, con sus actores principales, con su tema recurrente, con su verdad propia y con una fuerza que impactaba directamente a los ojos de quien alzaba la mirada hacia el techo de la Capilla Sixtina. Fue cine en estado puro lo que pintó Miguel Ángel. Carol Reed solo contó la historia de una pintura que fue tormento durante los años que duró su creación, pero que ha sido éxtasis durante siglos. Y lo seguirá siendo, mal que le pese al hombre que es capaz de lo peor.
4 comentarios:
Parece que Internet ha considerado, con razón, poco intersante mi comentario y no ha dejado que se grabase.
En él hablaba yo de que es una película en la que prima lo físico por encima de la delicadeza, que un Miguel Angel artista es sustituido por un Miguel Angel guerrero y que una historia alrededor de una obra de arte puede ser contada a modo de aventura creativa, con sus peligros, con sus superaciones, con sus batallas e incluso sus pequeñas derrotas.
Para contar eso hace falta un gran director y dejar de lado el ideal artístico que inspira Miguel Angel para convertirlo en un gladiador como Heston y que nos sintamos impactados por la fuerza de una pasión convertida en un techo inmortal.
Gran post.
Abrazos tumbado boca arriba
Vaya con Internet, tendré que hablar con Bill a ver si hay algún apaño...
Es cierto que es una obra más física que delicada y que ese Miguel Ángel guerrero que buscaba la perfección y, sobre todo, la inspiración que impulsa a crear es el móvil de toda la historia. ¿Cuántas creaciones del hombre se han debido a la perseverancia infinita de individuos que se han convertidos en gladiadores defensores de su propia obra? Y, probablemente, una de las mayores es la del propio Miguel Ángel con su techo, principio y fin del mismo hombre, cercano a lo que es capaz de hacer cuando el arte y la insistencia se dan la mano y nos dejan un testimonio impagable de lo grande que podemos llegar a ser.
Gracias, Carpet, sobre todo por la paciencia de repetir el comentario, por el comentario en sí y por aportar tanto en tan pocas líneas.
Abrazos extasiados.
Antes de ver la película no me imaginaba a Heston como Miguel Ángel, ahora no puedo dejar de hacerlo. Fuerte, terco, y sin embargo...
Y, sin embargo...genial. Para mí, una de las mejores interpretaciones de su carrera porque lo hace realmente bien y se deja de caras efectistas (yo es que no soy muy hestoniano). Una interpretación magnífica que, además, no es de las más valoradas incomprensiblemente.
Gracias por el comentario.
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