miércoles, 3 de abril de 2013

LA HUÉSPED (2013), de Andrew Niccol

 Confieso que fui esperanzado a ver esta película más que nada porque tras las cámaras se hallaba el nombre de Andrew Niccol, el tipo que dirigió las excelentes Gattaca y Simone, películas que hablaban de forma brillante sobre la automatización de los destinos y del control exhaustivo de los sueños en una sociedad demasiado avanzada, demasiado perfecta y demasiado impersonal. Vieja lección es aquella de que hasta los mejores hombres se dejan corromper y, en este caso, no podía ser menos.
Es cierto que también tenía ciertas reticencias porque el asunto estaba basado en una novela de Stephenie Meyer, autora de la archimillonaria saga de Crepúsculo pero podía ser que el tipo en cuestión hubiera adaptado con  personalidad una historia ajena y, tal vez, la sorpresa podría haber dado lugar a una cinta, cuando menos, interesante. No ha sido así. Más que nada porque ya empieza a cansar el tan manido tópico de realizar películas para el público adolescente apelando a psicologías propias de la pubertad tales como la seguridad de que cada uno de ellos son únicos, como que están llamados a hacer cosas importantes por muy pequeños que se sientan, como que su carácter es el más tesonudo que existe y como que son capaces de aguantar carros y carretas con tal de demostrar que pueden amar como el más apasionado de los adultos. Y eso es exactamente lo que nos da La huésped.
Bien es verdad que hay valores salvables como la interpretación meritoria de Saoirse Ronan intentando dar salida a quien es y a ese otro yo cuya voz tanto resuena en las mentes adolescentes y, desde luego, la serenidad que impone William Hurt, con miradas de sabiduría que hacen de su personaje una mezcolanza de aventurero, genio y loco. Por otro lado, es destacable la excelente banda sonora de Antonio Pinto que se convierte en uno de los puntales de la historia que tiene aciertos y también errores evidentes y que resulta una especie de continuación de aquella genialidad que se llamó La invasión de los ladrones de cuerpos, de Don Siegel, bastante más inspirada que ésta.
El estancamiento de la trama encerrando a los personajes en una cueva que es el paraíso terrenal ante las invasiones extraterrestres resulta sintomático porque intenta, sin éxito, trazar una serie de relaciones personales que resultan tópicas y desaprovecha algunos resquicios. Lo que podría haber sido una historia de ciencia-ficción con toques de terror y humor se transforma peligrosamente en una descripción de la Tierra tomada por los alienígenas con un irritante poso de asepsia, de aseo absoluto, de blanco virginal solo manchado por los brillos deslumbrantes de un plateado hortera de discutible estética. En el otro lado de la moneda, preocupan más los amoríos entre ninfas y efebos, el presentimiento de que el mundo adulto no es tan estupendo como esa etapa de confusión y granos y la aventura y el suspense se quedan enterrados, secuestrados por almas benditas que juegan a la guerra y a la trascendencia fingida sin más futuro que, a la postre, resulta plagado de esperanza.
Detrás, por supuesto, se halla la parábola de la dominación de una oligarquía de dirigentes que pretenden que nos movamos y sintamos como autómatas, preparados para una misión que debemos llevar a cabo sin preguntarnos por qués ni cómos. El llamamiento a la rebelión, algo que enciende pasiones juveniles, está claro y además con la moraleja del entendimiento como arma. Solo se puede amar al ser humano si se convive con él y se descubre lo maravilloso que puede llegar a ser. Si no, no es más que depredador sin conciencia, un torpe inútil que intenta desentrañar los misterios del alma por la fuerza, un calamitoso ente que tropieza en la compasión y, sin embargo, mata por placer. No hay que dejarse dominar, adultos del futuro, por esta apatía y por el conformismo disfrazado de sinceridad. Hay que sacar esa fiera que lucha por salir y dejar bien claro que podremos cometer errores pero que nunca se nos podrá dominar por completo. Y solo entonces podremos ser felices con inigualables puestas de sol en el horizonte.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

No te olvides que el tal Nicol es el guionista de "El show de Truman". Pero bueno, tampoco me fiaría yo, tratándose de la nueva novela de la Meyer que le hubiesen dejado dar rienda suelta a su personalidad, que todo estaría atado y bien atado. Y es una pena, chico, yo ya estoy de vampiros y de aliénigenas adolescente hasta el colmillo. Y eso que no vi nada. Hace poco vi en la Sexta3 creo un reportaje que decía algo así como que la proliferación de pelis de vampiros en la actualidad se podía interpretar como una metáfora del tiempo presente, los vampiros serían la personificación de los vampiros que nos chupan la sangre y tal y tal. Pues qué bien, oye.

Abrazos vampíricos

Anónimo dijo...

la personificación de los vampiros = la personificación de los MERCADOS

Abrazos aclaratorios

César Bardés dijo...

Bien apuntado lo de Niccol como guionista de "El show de Truman". En cuanto a lo que dices de que alguna mente pensante dice que los vampiros y alienígenas son una metáfora del tiempo presente...Bueno, no voy a negar que sí, que hay alguna película que va en esa dirección en una demostración más de simpleza metafórica pero en cuanto nos bajamos al terreno adolescente...no, no creo que vayan por ahí los tiros. Sigue habiendo una fuga tremenda de público adolescente de los cines y hay que atraerlos con cualquier cosa que les suene a conocida. Entre otras cosas, uno de los elementos comunes es que siempre hay una historia de amor tipo Romeo y Julieta en la que uno de los dos es vampiro y el otro, no. No me veo yo enrollándome con ningún mercado, la verdad. Aunque el tipo pensante dirá que la prostitución profesional está a la orden del día y que hay gente que se vende con tal de formar parte del sistema. Si se quieren encontrar tres pies al gato, evidentemente se encuentran. Las películas de rollito ciencia-ficción adolescente están dirigidas a un público adolescente que no hace más que azuzar esa autoestima tan maltrecha que se tiene a esa edad, a hacer que salgan con una buena sensación del cine porque así, o eso piensan, volverán. Lo malo de todo ello es que se deja fuera al público adulto que, hoy por hoy, es quien ha crecido realmente con el cine y es el que va habitualmente al cine. Y todo lo que se cuenta es tipo "standard", manido, sobado y desgastado. Me gustaría saber quién se enamora de un vampiro que es más feo que un pie. Porque todos son de un guapo...
Abrazos acolmillados.

Carpet dijo...

Jejeje, hay por ahí un monologo bastante cachondo que habla de las películas de terror de los últimos tiempos y dice algo así como de que antaño veías un vampiro en una peli y te asustaba y ahotra ves "Crepusculo" y te da gana de montar un trio con el vampiro y el hombre lobo, aunque seas hombre, de lo guapos que son. "pero ¿ como eres tan bonicooo?..." dice el monologuista.


De hecho, ya en "Entrevista con el vampiro" se explotaba el atractivo de los vampiros (Tom, Brad y Antonio, ahí es nada), pero comparado con lo de ahora, aquella era de una profundidad brutal.

Lo de los adolescentes tampoco es tan claro, atrae a "las" adolescentes, los chavales están más alienados con los videojuegos y se sienten atraidos por Battleships, Marveles y otras cosas con ese aspecto de play station.

Abrazos con el joystick

César Bardés dijo...

Perdonad de nuevo la tardanza en contestar pero ayer conocí la cifra de ventas de "El ojo privado" y, la verdad, no me quedaron ganas de escribir mucho más.
En otro orden de cosas más alegres. Por supuesto que "Entrevista con el vampiro" era de una profundidad brutal si la comparamos con los "vampiscentes" de hoy en día. En cuanto a lo que dices de que la fórmula atra más a las adolescentes que a los adolescentes...Carpet, amigo...¿tan lejos nos encontramos de aquella época que ya no nos acordamos de que éramos capaces de tragarnos auténticos truños con tal de ir al cine con la chica, incluso con las protestas preceptivas?
Abrazos con espinillas.