jueves, 30 de mayo de 2013

LA VENGANZA DEL HOMBRE MUERTO (DEAD MAN DOWN) (2013), de Niels Arden Oplev

La muerte se presenta en vidas normales cuando se está en el sitio equivocado y en el momento menos oportuno. Unas balas arrancan de cuajo la pequeña parte de felicidad que le corresponde a un hombre e, incluso, puede que, de algún modo, él ya haya muerto cuando decida comenzar su venganza. Solo así el sufrimiento crece, se hace un compañero inseparable cada uno de los días en los que rumia el pago que el destino le debe y se instala en el ánimo con una mirada desencantada, un gesto de amargura permanente y una cerrazón en el lugar donde se guardan los sentimientos.
De pronto, alguien aparece con un buen puñado de heridas físicas. También ha dejado parte de sí misma en la tierra de nadie y el dolor es tan rutinario que apenas se le presta atención. La burla de los niños ante las llagas es solo un pago más que la vida exige para llegar a alguna compensación escondida en el rencor. Las miradas se encuentran, el encuentro se materializa de balcón a balcón. Algo por lo que luchar de nuevo. Algo por lo que perder otra vez.
Sin embargo, el dolor sigue ahí, golpeando con insistencia y envalentonando las ansias de venganza. Los que causaron ese sufrimiento deben morir. Sin piedad, sin razonamientos, sin más consideraciones. Pero el interrogante se halla al final del camino, desafiante, solitario. ¿Cesará el dolor después de consumar la venganza? ¿Habrá por fin alguna recompensa donde la moral y el ánimo puedan descansar? ¿Y después qué? ¿Qué será de esa felicidad que vuela furtiva por el aire y no se deja atrapar? ¿Se posará mansamente de nuevo aunque sea por un instante? Demasiadas preguntas que solo pueden obtener respuesta cuando la sangre haya corrido, cuando el fuego haya disipado los horrores, cuando el enfrentamiento sea un hecho, cuando todavía quede algún rastro de humanidad en la sed del día siguiente.
Niels Arden Oplev dirige con buen tino durante gran parte del metraje poniendo una especial atención en algunas escenas donde sabe mantener con cierta garantía la tensión del momento y en la intensidad de las interpretaciones entre las que destacan las de Noomi Rapace (esta vez sí) y las de ese mafioso sin dimensiones que encarna Terrence Howard y que, no obstante, es capaz de dotar de aristas en medio de su cobardía evidente y de su irritación desorientada. El desenlace, por otra parte, resulta algo delirante y definitivamente previsible cuando, en realidad, hemos estado ante una historia que merecería algo más, con aciertos relevantes como el comenzar la narración un poco después de su auténtico inicio, lo que obliga al espectador a ponerse al día. El resultado final es una película algo desequilibrada, con buenos momentos aunque no magistrales, con alguna que otra concesión a la más descarada comercialidad y con un Colin Farrell que da el tipo, lo domina y lo ajusta a su particular estilo.
Y es que las soledades son siempre lo suficientemente profundas como para coger a los personajes y hacer que sean piezas fundamentales de las motivaciones del dolor. Porque el dolor es sabio y también es temerario. El dolor es único y también es una consecuencia del amor. Cuando hay dolor, en la mayoría de las ocasiones, es que también ha habido pasión y, sobre todo, unas gotas inolvidables de felicidad. Procedentes de la risa de un niño o del inconfundible olor de unas galletas recién hechas. La mejor celebración es la perfecta normalidad y, cuando esa normalidad se ve alterada por los caprichos demenciales del destino, es cuando hay que tener cuidado porque el hombre muerto se puede volver a levantar, puede armarse de furia y comenzar a impartir la misma justicia que a él se le ha negado. Y solo podrá descansar cuando se vea reflejado en los ojos de una persona que vuelva a ser capaz de amarlo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿De verdad que crees que (esta vez sí) Noomi Rapace ? A mí me pareció un lastre, demasiado afectada y melodramática a veces. Claro que teniendo una madre como la Huppert cualquier cosa. Cachis, para una vez que Colin da el pego como dices le falla la pareja.

Por lo demás pues como también afirmas una película muy descompensada, ideal para una tarde de domingo (elegí la mejor sesión). Que entretiene pero si estás dispuesto a tragarte muchos sapos. Fundamentalmente, no me creo el punto de partida, el móvil para la venganza del personaje de Noomi es muy rebuscado y ese trato que establece con Colin en plan un poco "Extraños en un tren" me parece algo forzado. El final, dentro de lo previsible y lo licencioso, no me parece de lo más chirriante. Por cierto, ahora que estamos ¿la pata de conejo vale como mcguffin?

Abrazos desde la terraza de enfrente

César Bardés dijo...

A ver si cuando la chica se pone dramática vamos a decir siempre que está melodramática. Yo creo que ella sí está bien. La Huppert es la que hace un papel totalmente prescindible y facilón que no tiene ningún sentido. Colin Farrell funciona porque, una vez más, me demuestra que es perfecto para hacer de "el chico de la chupa", pero lo dicho, la Rapace no me pareció mal. Creo que hay mucho dolor, le intenta dar profundidad a pesar de que el guión no le da mucha cancha.
Yo comprendo que la tía quiera una venganza y aproveche que tenga un vecino de mala leche contrastada para dar un poco de descanso al espíritu. El final, dentro del tono que me está dando la película, me parece un pasote. Hala, vamos a destrozarlo todo en plan "Chuache" cuando el resto de la película, sin ser lo más sobrio del mundo, es bastante más comedido. Ahí es donde el personaje de Terrence Howard cobra cierto valor porque, siendo un débil parece que late una ira que puede explotar en cualquier momento, pero...¿un tío que ha estado rumiando la venganza durante dos años y lo tiene todo planeado y entra en plan elefante en una cacharrería? No, no me lo creo. Me esperaba algo más ingenioso por mucho que la situación esté forzada por los acontecimientos.
La pata de conejo es un mcguffin tontorrón, la verdad. No tiene tampoco demasiado sentido.
Es verdad que es una película sin poso, pero para las tonterías que tenemos que tragar, no molesta demasiado si, como bien dices, estás dispuesto a tragar algún sapo.
Abrazos desde la charca.