Empieza a ser costumbre el hecho
de que a Peter Jackson se le den bastante mejor las segundas partes que las
primeras o las terceras. Es muy curioso porque, muy a menudo, las segundas
partes tienen que bailar con la más fea. Son la continuación de las primeras y,
además, tienen que sentar las bases de las terceras y, por si fuera poco, deben
tener identidad propia. No quiero decir con esto que Peter Jackson haya hecho
una película excepcional, no. Es más de lo mismo. Es una y otra vez volver al
mismo universo para asistir a batallas, a escaramuzas, a coge la espada que yo
cojo la flecha y vamos a armar la de San Elfo. Ahora bien, como tiene que
explicar diversas cosas, el ritmo no es tan continuo ni tan abrumador, lo cual
hace que la película sea un poco más llevadera, a pesar de su duración. Eso sí,
se toma unas cuantas licencias con la inclusión de Légolas (Orlando Bloom tira
mucho) y la historia de amor, bastante increíble, por cierto, mientras, por
otro lado, maravilla con la puesta en escena, con la fantasía de los decorados
y el uso de los espacios que siempre ha resultado uno de los fuertes de este
director.
Por otro lado, muchas prótesis en
las caras de muchos actores, Martin Freeman como Bilbo resulta mucho, mucho más
aceptable que Elijah Wood como Frodo (y además cae bastante mejor) y Jackson no
tiene ningún problema en que el dragón Smaug sea uno de los mayores atractivos
de la película haciendo de él un charlatán que pierde el tiempo con jueguecitos
dialécticos resistiéndose, una y otra vez, en ir al fuego granado. Eso sí,
cuando va, aquí no se ahorran espectacularidades.
El problema de todo esto, de
tanto señor de los anillos y tantas peripecias de personajes de corta estatura,
es que Jackson quiere revestir todo de tanta acción, de tanto asombro y de
tanta leyenda que hay una ligera sensación de que todo huele a trampa. Las
reglas se van imponiendo según avanza la historia, como no hay profundidad en
los caracteres parece que todo reside en hacer la siguiente secuencia aún más
grande, más alta y más apabullante, algún que otro personaje cambia su actitud
porque así hay algo más de trama…Quizá sean intentos de hacer una larguísima
trilogía de un librito bastante corto y de embolsarse los suficientes millones
a costa de todos los frikifans que
defienden todo el tinglado a capa y a espada, y nunca mejor dicho.
El caso es que, como
entretenimiento, esta segunda parte no está mal. Pero es que Las dos torres, tampoco lo estaba y, sin
embargo, luego ya vinieron los alargados finales y la hartura de tanto paisaje
con afán de impresionar. Y me temo que aquí va a pasar lo mismo.
Y es que no es fácil hacer que
una historia que nació de la palabra impresa llegue con igual exactitud en la
imagen visual. Tal vez porque se quieren contar demasiadas cosas o porque se
quiere alargar lo que no es más que un cuento hasta una historia épica de
proporciones gigantescas. Yo siempre he dicho que lo que Peter Jackson hace no
es que sean buenas películas, son buenas producciones. Y me ratifico en ello.
Luego, por supuesto, siempre hay alguien que me mira torcido y me trata como si
fuera un saqueador. Menos mal que mi corazón es puro y que siempre tendré algo
de magia detrás.
8 comentarios:
Pues yo es que nunca he conectado con el mundo de Tolkien, no sé si debería flagelarme por ello. Me asombra que los fans del escritor estén tan contentos con las adaptaciones del chico este. Sí, porque son obras que dejan mucho a la imaginación de cada uno, y ya se sabe lo que son las versiones a la imaginación. Yo vi la primera parte de El señor de los anillos y se me hizo larguísima, así que dije, Frodo, ahí te quedas, ojalá encuentres tu agujero - para tirar el anillo se entiende- pero conmigo no cuentes. Ya no he visto más, y sé que me estoy perdiendo algo morrocotudo probablemente, pero es mi problema. Además, el marketing que se organiza siempre en torno a las sagas jacksonianas me resulta agotador. También me resulta cansino ver en los trailers ver esas escenas de batallas con trillones y trillones de guerreros digitalizados. Cosas de la edad, supongo.
Abrazos en cartón piedra
Pues a mí me pasa tres cuartos de lo mismo. Además hay un pequeño problema con todo esto de la acción que la narración tiene y es que todas las batallas, con esa megadigitalización, me parecen exactamente iguales. Lo único que varía es el filtro que usan en la cámara para la fotografía. A mí me pasó exactamente lo mismo con "El señor de los anillos". Vi la primera y dije que se podían meter el resto por el mismo anillo. Luego, claro, ya vi las otras dos partes por aquellos de estar a la última y la verdad, prefería no haberlas vista de lo enormemente rollos que llegan a ser. Porque la palabra es esa misma que tú has empleado: cansino.
Y con esta trilogía pues tres cuartos de lo mismo. La he tenido que ver por aquello de que ya vi la primera, hice el artículo en su momento y no voy a dejar a los dos o tres que me leen en el periódico colgaos, así que allá que me fui. Con menos ánimo que nada pero con la ilusión de intentar poner los ojos de un chaval. Y ni por esas.
Cosas de la edad, sí. A lo mejor esto mismo allá cuando teníamos catorce años, nos maravillaba y nos parecía el súmun. Aunque algo me dice en mi interior que ni por esas.
Abrazos con bits.
Estáis hechos un par de vejetes y no como yo que soy un anciano. El problema reside en cómo jugábamos de pequeños y como se juega ahora y desde hace unos añitos.
Vaya por delante que comparto con vosotros el hastío por las Jacksonadas Tolkienses, que me cansa su alargamiento innecesario de todas y cada una de las escenas y de que me abruman hasta dejarme indiferente cada una de las impresionantes (lo son visualmente) batallas digitalizadas de cien mil millones de orcos, trolls y diversas criaturas malas contra apenas 400.000 buenos.
Pero es por eso, porque nosotros jugábamos con 8 soldados de plástico, un Geyperman y 5 clics, y con eso nos bastaba para imaginar aventuras fantásticas, luchas desiguales, momentos heroicos y epopeyas legendarias. La generación que disfruta de estos productos del mundo hobbit, ha vivido otra cosa, un mundo digital que presenta personajes, batallas, armas, luchas, paisajes, poderes, criaturas y escenarios que quedan muy lejos de lo que nuestra mente pudo crear en nuestros juegos infantiles.
Siendo sincero, mis fantasías se reducían a desiertos de Arizona, a peligrosos mares dominados por piratas, a junglas orientales repletas de japos o algún castillo medieval con nobles caballeros maestros de la espada. Jamás crearon un planeta perdido donde gusanos de dos cabezas amenazaban a magos y hadas, donde había armas que disparaban impulsos electromagnéticos capaces de derribar muros o desintegrar serpientes voladoras, millares de criaturas reptantes que atacaban a soldados espaciales armados tan sólo con un arma laser y dos o tres misiles nucleares.
Jackson no nos habla a nosotros (quizá Tolkien si), les cuenta estas aventuras a los hijos de la Playstation, la Xbox, y en menor medida la WII. Está llamando a los expertos en juegos de rol, a los fanáticos de los juegos de estrategia, no a los que se pasaban horas con el Cluedo, el Monopoly o en el mejor de los casos un juegazo como era Fuga de Colditz. Por eso no nos llega lo que nos cuenta, ni como lo hace. Nos parece impresionante, fantástico e incluso maravilloso desde el punto de vista visual, pero queda muy lejos de llegar a nuestros corazones. Está claro que a nosotros, educados en otro mundo, la forma nos dice mucho menos que el fondo, pero al espectador más joven se le gana más por los sentidos que por los sentimientos. Así es la vida que vivimos, no sólo la que presenciamos en el cine.
¿Es peor?, pues para mi gusto sí, pero tampoco creo que a mis padres le gustasen algunas cosas de las que vivíamos y sentíamos en nuestra época, ¿no?. Habrá que adaptarse.
Abrazos viejunos
A ver, caducos, que tenéis la fecha de caducidad en el culo del bote. Lo que dices, Carpet, no deja de tener mucha razón. Es una pena que la espectacularidad haya eclipsado a los sentimientos y, quizá por eso, los jóvenes, las generaciones de jóvenes que juegan a la Play y a los demás juegos hipercurrados de realismo más que discutible, sean más fríos de sentimientos y les cueste mucho más expresarlos.
En cualquier caso, te diré algo. Lo mejor no es lo de antes, tampoco es lo de ahora. Lo mejor son las dos cosas. Yo jugaba sin problemas (todavía me llegó la edad) a hacer aventuras creyéndome Han Solo luchando contra el Imperio Galáctico (que eran unos cuantos) y, a pesar de mis esfuerzos, mis padres nunca entraron en el universo Star Wars. Pero no por eso dejé de apreciar el universo que ellos sí dominaban, cosa que está mucho más generalizada en la generación joven actual. Todo viene de una cuestión educacional. Renunciamos a lo nuestro, en muchas ocasiones, porque damos la batalla por perdida antes de tiempo. La mirada de cada uno es única y eso es lo que, quizá, ninguno de ellos sabe apreciar. Vuestras miradas difieren de la mía y, sin embargo, me sirven de mucho para tener una visión muchísimo más completa.
¿Adaptarse? Sí. Pero no solo nosotros. Ésa es una palabra que ellos no acaban de pillar.
Abrazos cortados.
Bueno, pues me pillas un poco de bajón porque este es un tema que me llega al alma. Mis hijos ya andan en la adolescencia (15 y 14) y el desencuentro empieza a ser cada vez más evidente.
Es bastante triste descubrir que muchos de los valores que les has intentado inculcar (y en la medida de las posibilidades de cada uno ejemplificar) y que para ti suponen la base de lo que una persona debe ser, se convierten en algo poco valorado e incluso ridiculizado. En algún caso, puede ser una muestra generalizada de que el mundo ha cambiado y algunos no nos hemos dado cuenta (o no lo hemos querido ver), en otro caso es uan cuestión particular de cada uno. Y así me cuesta enormemente descubrir que ante la misma ( o casi la misma) forma de educar, mi hijo ha asimilado (casi mejor debería decir que no lo ha hecho en absoluto) las enseñanzas en un sentido y mi hija en otro.
Hay muchas cosas que tienen que ver con la sensibilidad, pero ¿eso no se enseña también?.
Un ejemplo, de los menos frustrantes porque es anecdótico, (hay otros que me descorazonan más pero duele más contarlos) es el gusto por el cine o la lectura. Desde pequeños ambos han crecido disfrutando del universo Disney, de las maravillas de Pixar y de algún viaje al cine de los 80: "Star Wars", "E.T.", los Indianas, "Gremlims", "Goonys", etc. Mi afán porque amaran lo que a mi me apasiona me llevaba a contarles cosas sobre grandes películas, actores, emociones, etc. El resultado ha sido muy dispar, mientras la niña parece que tiene interés y el otro día vi como estaba embelesada con "Un tranvía llamado Deseo", el crio ni se planteapisar una sala de cine salvo para alguna de la Marvel a lo sumo.
En fin, triste sino el de los padres que vemos un abismo generacional que creíamos impensable por mucho que hayamos tendido todos los puentes que algunos no tuvimos para que se pudiese cruzar de forma bidireccional con facilidad.
Abrazos apenados.
En ese sentido, yo aún no puedo hablar como padre y entonces mi opinión, evidentemente, queda muy corta. Solo puedo opinar desde el punto de vista de un profesor que dio clases a unos cuantos incautos entre 14 y 16 años durante diez años y que no sé hasta qué punto llegaron a aprender algo de mí, mereciera o no la pena.
En todo caso, tu caso es el de muchos otros y yo no puedo dirigir ni un consejo para, al menos, paliar la situación. Solo decirte que no pierdas de vista que ese desencuentro y esa ridiculización a la que se entregan, es temporal. Ellos vuelven, como también volvimos nosotros. Quizá de otra manera, no por eso, menos encantadora. Yo también pensé que mis padres eran unos viejos caducos, que no me comprendían, que veían el mundo desde un prisma que no me atraía y demás y, luego, como todos, volví a ellos y siguieron siendo mi punto de referencia y mi ejemplo. No lo dudes. Con los tuyos pasará lo mismo, aunque ahora mismo, tal vez, lo veas imposible.
No por eso, por la ingratitud que se hace muy evidente y por el sentimiento de desolación que, sin duda, llega a embargarte, hay que dejar de ofrecer tus puntos de vista. Hay que seguir intentando que vean entre las brumas de la adolescencia porque si no, es cuando los puedes llegar a perder definitivamente. Esa época a mi se me avecina (ya empieza a tener algunos ramalazos) y sé que va a ser muy dura, pero no por eso voy a dejar de hablarle de las cosas que realmente merecen la pena y que, al fin y al cabo, su conocimiento y su dominio es lo que hacen que él o ella pueda llegar a ser diferente a los demás.
Lo mismo estoy diciendo tonterías porque imagino que habrás ensayado de todo e intentado lo inimaginable. Se nota el dolor en tus líneas y perdóname si lo que estoy diciendo son perogrulladas sin demasiado sentido. Eso es lo que pienso ahora. Dentro de dos o tres años, cuando llegue a tu situación, entonces tal vez, piense como tú, o piense de otra manera. Pero no pienso rendirme. Y ellos tienen mayor facilidad para la rendición.
Abrazos tontorrones y exculpatorios.
No sólo no dices ninguna tonteria ni perogrullada sino que te agradezco que hayas atendido mi salida del tiesto. A veces, las cosas que te tienen preocupado saltan en los sitios más inverosimiles y quizá inadeacuados (digo yo que a los lectores de este blog les sonará a chino este desahogo de frustraciones paternas).
Es cierto lo que dices de la vuelta, el padre de un compañero de mi crio, que tenía hijos bastante mayores, me decía que todos se van (se alejan) entre los 15 y los 20 años y a partir de ahí comienzan un lento regreso.
No sé si el problema está en una necesidad de maduración más temprana que la que inicié yo en mi época, también tiene mucho que ver la forma de relacionarse con los adultos en la actualidad (particularmente creo que es más positiva ahora que antes cuando el miedo se confundía con el respeto), el caso es que valores que yo entendía consagrados e incrustados ya en su personalidad han desaparecido o corren riesgo de hacerlo: la cultura del esfuerzo, el gusto por hacer las cosas bien, la responsabilidad compartida, el placer de aprender, la empatia, etc (por poner algunos ejemplos).
Dicen los que saben que eso ya está ahí, pero que la propia naturaleza humana nos hace rechazarlos (o minusvalorarlos) en esa época adolescente donde uno busca situarse con individuo e intenta ser distinto a una fotocopia de padre o madre (que es lo que ellos sienten que son cuando aceptan nuestros códigos a pies juntillas), por mucho que ambos les parezcan modélicos. Cuando finalmente se encuentran, cuando ponen en valor lo que son, recuperan aquello que les fue inculcado y el ave fenix resurge con lo que su experiencia les ha hecho asimilar como propio.
En fin entre tanto, seguiremos caminando en este desierto, sin rendirnos como dices, aunque a veces estemos tan agotados y sin fuerzas, que creemos que no merece la pena levantarse.
Disculpa de nuevo mi deriva sentimental, cuando uno se siente entre amigos termina por dar rienda suelta al lagrimal a la que menos te lo esperas.
Abrazos agradecidos
No hay nada que disculpar. Me parece estupendo que el cine haga salir sentimientos que estén encerrados y, por lo menos eso me pasa a mí, se expresan mejor a través de la escritura que mediante el habla, así que bienvenidas sean todas las impresiones y todo las sensaciones.
La forma de relacionarse con los adultos en la actualidad...sí, estoy de acuerdo en parte. Pero me he encontrado con muchos padres que están muy equivocados a la hora de enfocar la relación con sus hijos. Quieren ser sus amigos y yo no estoy tan de acuerdo en eso. Sus amigos son sus amigos. Y tú eres su padre y como padre es como te van a querer. Es cierto, por otro lado, que es muy difícil no bajar ese escalón cuando lo que encuentras es pura desgana en muchas cosas, una falta de empatía que llegas a entender como asombrosa...El mundo que nos rodea, hace ya muchos años, dejó de premiar el esfuerzo y eso lo debes saber bien porque estoy seguro de que conoces algún ejemplo (más de uno) de personas que no entiendes que hayan llegado donde están. La televisión, los videojuegos, la cultura en general les ha hecho creer que el éxito es cosa fácil. Coño, Belén Esteban ha vendido 100.000 ejemplares de su libro...¡Belén Esteban! Y eso se ha visto por activa y por pasiva en muchos programas televisivos y, además, vendiéndose como un fenómeno exento de censura. Es decir, ella lo hace porque lo merece...tócate las narices. Es un ejemplo burdo, tardío y mal sacado, lo sé. Pero como ése, hay cientos que ellos ven y asumen. Cualquiera sale en televisión, cualquiera publica un libro, cualquiera tiene una carrera y cualquiera puede tener dinero.
Y no dudes de que eso es así. No hay que mantenerlos alejados del mundo, hay que mantenerlos alejados de esas ideas y de esa transmisión de ideas.
De todas formas, ya te digo, lo mío es casi de oídas y puede quedar muy bonito así, en la pantalla del ordenador, y otra cosa muy diferente es esa deriva que emprenden en busca de una personalidad que les es muy esquiva durante bastante tiempo. Cuando salen del lío, no sabes qué dirección van a tomar y eso causa inquietud y desánimo.
Abrazos apoyados.
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