viernes, 14 de marzo de 2014

BEAU GESTE (1939), de William Wellman

La inocencia de unos niños que juegan a ser héroes y que descubren, por pura casualidad, un gran secreto en torno a una joya. El tiempo pasa y esos niños se convierten en hombres, en hombres de verdad y uno de ellos decide salvaguardar el secreto mientras sus dos hermanos juntan sus pasos al destino del primero por cariño, por camaradería, por fidelidad. La aventura aguarda en el árido desierto y allí la arena se tiñe de sangre para dar paso a las lágrimas que anegan el polvo. La brutalidad de la guerra se adueña del ambiente pero, mientras ellos están juntos, la felicidad está a su lado. Un sargento brutal, experimentado y valiente, les hace la vida imposible pero el orden prevalece en los pensamientos de esos hermanos que se han lanzado a hacer lo correcto porque esa es la bandera que tiene que ondear en los momentos de debilidad. Y los disparos acabarán siendo salvas de silencio entre una guarnición fantasmal donde la muerte es la que ordena que se abra fuego.
Todo ocurre porque un fuerte, en medio de ninguna parte, es defendido por un montón de cadáveres. En una osadía sin límites, las almenaras están pobladas de rostros desencajados que ya han ido al encuentro de su fin. La sangre ha hecho cauces en sus expresiones y los fusiles siguen ahí, enhiestos, exhibiendo su arrogancia ante un ataque que suena a victoria. El misterio está servido y nadie sabe por qué el fuerte de piedra y odio ha sido defendido más allá de la vida. Solo el  espectador será partícipe de ese secreto. Solo el hermano más valiente, aquel que jamás se queja, será el que sobreviva.

Maravillosa película, de una asombrosa modernidad, es la que dirigió William Wellman con los rostros inolvidables de Gary Cooper, en una interpretación relajada y memorable, de Ray Milland, de Robert Preston, del sanguinario Brian Donlevy con su cara partida en dos e imponiéndose con un sadismo pocas veces visto. Más allá de ellos, Broderick Crawford, un infantil Donald O´Connor y una juvenil Susan Hayward que pasa las horas tocando el piano, esperando el regreso del hombre que ama. Honor y discreción fantasmal para una historia que habla del valor de unos hermanos que supieron siempre que estaban haciendo aquello que era necesario. El desierto como testigo y el calor asfixiante martilleando con su amenaza del ahogo. Entre medias, batallas, bromas, peleas, trifulcas y rebeliones que quedan también sepultadas entre el viento del terreno estéril y hostil, allí donde los pasados se entierran y los futuros mueren de sed. Poco importan las banderas y los falsos patriotismos cuando la honestidad es la verdadera motivación. Y para siempre, el amor entre tres hermanos inmortales, que supera barreras para convertir a niños en hombres y a hombres en héroes anónimos, insignificantes y desaparecidos. Bello gesto para terminar una vida. Gran película para afrontar una noche.

2 comentarios:

Alí Reyes dijo...

Por cierto, esta película la estaban pasando en un cine de Riverside cuando hubo el extreno clandestino de LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ. Aunque sea por eso vale la pena verla.
La anécdota de ese incidente está en las entradas de LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ en tigrero, sección CINE Cuando quieras pasa por allá y la lees

César Bardés dijo...

Ya conocía la anécdota pero viene bien que alguien se acuerde de ella así que gracias. Y muy interesante,como siempre,esr tigrero que busca en los rincones del cine.
Saludos.