La inocencia de unos niños que
juegan a ser héroes y que descubren, por pura casualidad, un gran secreto en
torno a una joya. El tiempo pasa y esos niños se convierten en hombres, en
hombres de verdad y uno de ellos decide salvaguardar el secreto mientras sus
dos hermanos juntan sus pasos al destino del primero por cariño, por
camaradería, por fidelidad. La aventura aguarda en el árido desierto y allí la
arena se tiñe de sangre para dar paso a las lágrimas que anegan el polvo. La
brutalidad de la guerra se adueña del ambiente pero, mientras ellos están
juntos, la felicidad está a su lado. Un sargento brutal, experimentado y
valiente, les hace la vida imposible pero el orden prevalece en los
pensamientos de esos hermanos que se han lanzado a hacer lo correcto porque esa
es la bandera que tiene que ondear en los momentos de debilidad. Y los disparos
acabarán siendo salvas de silencio entre una guarnición fantasmal donde la
muerte es la que ordena que se abra fuego.
Todo ocurre porque un fuerte, en
medio de ninguna parte, es defendido por un montón de cadáveres. En una osadía
sin límites, las almenaras están pobladas de rostros desencajados que ya han
ido al encuentro de su fin. La sangre ha hecho cauces en sus expresiones y los
fusiles siguen ahí, enhiestos, exhibiendo su arrogancia ante un ataque que
suena a victoria. El misterio está servido y nadie sabe por qué el fuerte de
piedra y odio ha sido defendido más allá de la vida. Solo el espectador será partícipe de ese secreto.
Solo el hermano más valiente, aquel que jamás se queja, será el que sobreviva.
Maravillosa película, de una
asombrosa modernidad, es la que dirigió William Wellman con los rostros
inolvidables de Gary Cooper, en una interpretación relajada y memorable, de Ray
Milland, de Robert Preston, del sanguinario Brian Donlevy con su cara partida
en dos e imponiéndose con un sadismo pocas veces visto. Más allá de ellos,
Broderick Crawford, un infantil Donald O´Connor y una juvenil Susan Hayward que
pasa las horas tocando el piano, esperando el regreso del hombre que ama. Honor
y discreción fantasmal para una historia que habla del valor de unos hermanos
que supieron siempre que estaban haciendo aquello que era necesario. El
desierto como testigo y el calor asfixiante martilleando con su amenaza del
ahogo. Entre medias, batallas, bromas, peleas, trifulcas y rebeliones que
quedan también sepultadas entre el viento del terreno estéril y hostil, allí
donde los pasados se entierran y los futuros mueren de sed. Poco importan las
banderas y los falsos patriotismos cuando la honestidad es la verdadera
motivación. Y para siempre, el amor entre tres hermanos inmortales, que supera
barreras para convertir a niños en hombres y a hombres en héroes anónimos,
insignificantes y desaparecidos. Bello gesto para terminar una vida. Gran
película para afrontar una noche.
2 comentarios:
Por cierto, esta película la estaban pasando en un cine de Riverside cuando hubo el extreno clandestino de LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ. Aunque sea por eso vale la pena verla.
La anécdota de ese incidente está en las entradas de LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ en tigrero, sección CINE Cuando quieras pasa por allá y la lees
Ya conocía la anécdota pero viene bien que alguien se acuerde de ella así que gracias. Y muy interesante,como siempre,esr tigrero que busca en los rincones del cine.
Saludos.
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