Una venganza servida como un
juego. Algo muy inteligente para resolver un asesinato. Claro que no se
necesita mucho si los jugadores son esa gente frívola y disipada que se dedica
a hacer películas. Una noche oscura, unas cuantas copas de más, un coche sin
control y una mujer muerta. Eso pasa con la rapidez con la que se estrena un
nuevo título. Pero hay alguien que no lo olvida. Y entonces no hay nada mejor
que urdir una charada para que el asesino salga de entre las sombras y confiese
su crimen. Y si no sale bien, al menos, se sentirá incómodo.
Entre los jugadores, una muestra
de la fauna y flora que crece y se multiplica en Hollywood. Un guionista que
camina por la cuesta abajo del fracaso. Una agente agresiva en la mesa de
despacho y en la cama. Un director que hace tiempo que dejó atrás sus mejores
momentos. Una actriz con un físico deslumbrante y que navega por las
resbaladizas aguas del éxito. Un aspirante a productor que tiene más pasión por
la vida que por el cine. Una mujer que se ha criado entre la gente del cine,
rica heredera que sabe que la diferencia entre el éxito y el fracaso está en un
hilo que es demasiado fácil de cortar. Y como único juez y referente, el marido
de la víctima, socarrón, audaz, con tendencia a la humillación, con el afán de
demostrar a todos ellos que no son más que basura que, alguna vez, se creyó que
era algo.
Hay que reconocer que El fin de Sheila es una extraña película
que salió de las mentes de dos guionistas impensables como el actor Anthony
Perkins y el compositor Stephen Sondheim, expertos jugadores de juegos de la
sospecha en las aburridas fiestas de la fábrica de sueños. Para dirigir, el
siempre eficaz Herbert Ross, y para interpretar se reúne un reparto ecléctico y
pintoresco como James Mason, Richard Benjamín, Raquel Welch, Dyan Cannon, Ian
McShane, James Coburn y Joan Hackett. En el vestuario, Joel Schumacher y, como
escenario, las azules aguas del sur de Francia. El mismo Hollywood dispuesto a
retratarse desde abajo con la excusa atrayente de uno o dos asesinatos. El
resultado es una película leve, sin grandes pretensiones pero que destaca por
una cierta inteligencia en su planteamiento y en su sorprendente desarrollo. Al
fin y al cabo, la venganza es una de las motivaciones más antiguas de la Humanidad
y toda ella se encuentra encerrada en un lujoso yate, temerosa de perder lo que
ya ha ganado. Pandilla de cobardes vestida de gala.
El fin de Sheila no es más que el
principio de las miserias de todos los que rodeaban a la víctima porque, en
todos ellos, anidan la envidia, la soberbia, la pereza, la ira, la lujuria y la
vanidad. Un puñado de pecados capitales para una gente que se dedica a crear
sueños y, también, a destruirlos. Es lo que pasa cuando se trabaja en una
industria que eleva y derriba a mitos mirando tan solo las cifras de su última
película. Más que nada porque todos, hasta el más inocente, tienen algo que
esconder.
6 comentarios:
Qué grande¡¡.
No sé porqué cuando en Conversacines pidieron una lista de pelis a reivindicar me vino esta en seguida a la mente. En realidad, las pelis a reivindicar son mucho más subjetivas que las pelis preferidas, porque lo que a uno le parece una gran desconocida, lo mismo está considerada por otro como una gran película.
En cualquier caso, esta película se me quedó grabada desde que la pillé hace muchos años en un pase televisivo de sobremesa (los mal llamados estrenos TV), aunque la factura concuerda bastante con ese tipo de films, incluso en el reparto de casi viejas glorias haciendo un telefilme.
El caso es que me puse a verla atraido por la magnética presencia de Coburn (que forma de comerse la atención de la camara, la de este hombre) y con pocas esperanzas de que hiciese poco más que entretenerme. Sin embargo, la historia me atrapó en seguida debido a un guión muy habilmente enlazado y a la profesionalidad de todo el elenco, con interpretaciones muy correctas en el peor de los casos.
Hay momentos que parece que tenemos el "Reencuentro" de Kasdam, otros parece que estamos jugando a "La huella" de Manckievitz y siempre tenemos la impresión de que Agatha Crhistie estuvo por allí urdiendo una investigación criminal aparentemente irresoluble. Como en el caso de la escritora inglesa, a veces los arboles no nos dejan ver el bosque, porque efectivamente el crimen es el que reclama nuestra atención, pero esa atención existe porque los personajes están dibujados (puede que con tres briochazos) con la suficiente credibilidad como para hacer que todo lo que pasa nos interese.
Abrazos desde el yate.
Es cierto que esta película es una gran desconocida para la mayoría. En parte porque su distribución fue minoritaria. No sé si el hecho de que Tony Perkins estuviera detrás de todo el proyecto echaba para atrás a las distribuidoras pero el caso es que yo también la vi en televisión pero la recuerdo más en una sesión de noche.
En lo que no estoy tan de acuerdo es que la factura esté en consonancia con los telefilms. Quizá los exteriores en Grecia y Francia me impiden hacerme a la idea y, desde luego, el reparto que no está tan lleno de viejas glorias porque Coburn, recordemos,venía del "Diagnóstico:asesinato", de Blake Edwards o del "Pat Garret y Billy the Kid", de Peckinpah y, justo después, hizo aquel manual del carterista que se llamó "Harry dedos largos".
James Mason le tomó el gusto a eso de navegar en yate y la película que rodó a continuación fue "El hombre de Mackintosh", de Huston (próximamente en sus pantallas). Ian McShane (hoy felizmente vivo) iniciaba por aquel entonces su romance con Sylvia Kristel. Dyan Cannon, a años ya de su divorcio de Cary Grant, había hecho "Shamus" al lado de la gran estrella del momento que era Burt Reynolds y "El furor de la codicia", una de las mejores y más famosas películas del Belmondo de acción e, incluso, el "Supergolpe en Manhattan" de Lumet al lado de Sean Connery (fue la época en la que más cerca estuvo de convertirse en estrella). Raquel Welch había interpretado aquella pequeña joya que se llamó "El turbulento distrito 87" al lado de Tom Skerrit y se dirigía hacia su Constance de "Los tres mosqueteros" al lado de Michael York, Oliver Reed, Frank Finlay y Richard Chamberlain. Por último, Richard Benjamin (que unos pocos años después hizo detrás de las cámaras "Mi año favorito", otra peli a reivindicar) estaba ahí, ahí, intentándolo sin llegar a romper pero después de ésta hizo aquella "Almas de metal" y fue el tercer papel después de la pareja protagonista de la ya comentada "La pareja chiflada".
Con esto, quiero decir, que el reparto (en especial Coburn y Mason) estaban por encima de lo que podía ser un telefilm al uso con estructura de "whodunit" (uy, qué pedantón me está quedando esto). Lo cierto es que la película atrae mucho por su juego, porque no sabes muy bien si va a tirar por el "Reencuentro", si por "La huella" o si por "Muerte en el Nilo". El reparto, bien lo dices tú, hace que sea creíble toda la historia y es una película que termina por ser muy atractiva, además de una "rara avis". Luego, claro, está la dirección de Herbert Ross, que venía de hacer ni más ni menos que "Sueños de un seductor". Es más, yo reivindico también la figura de este director, que me ha parecido siempre muy elegante, muy preciso, sin grandes alardes pero enormemente acertado en películas como "La pareja chiflada", "Elemental Doctor Freud", "La chica del adiós", "California Suite", "Hola, Mister Dugan" (otra joya desconocida) y la extrañísima "Dinero caído del cielo" que, para quien no la haya visto, tiene un baile de Christopher Walken de ovación puesto en pie.
Abrazos lujosos.
No he visto la película pero la apunto. Lo que sí me parece interesante es reivindicar a un tipo como Herbert Ross. No sólo por "Play it again, Sam" donde el tandem Ross- Allen podría recordar a aquel otro Welles-Reed en "El tercer hombre" (bueno, aquí se partía de una obra de Woody). También por "La chica del adiós" con un Richard Dreyfuss pletórico. O "Paso decisivo " con el duelo espectacular McLaine-Brancfort. "Pennies from heaven" me parece un musical muy original y un título a revindicar que merecería otro "proximamente en sus pantallas". Es de las pocas veces que soporto a Steve Martin. Hasta "Magnolias de acero" con aquella pléyade de señoras estupendas con la Field y con la McLaine otra vez se dejaba ver. Caray, este señor sí que sabía trabajar con los actores.
Abrazos caídos del cielo
Estoy de acuerdo en la reivindicación de un director tan poco conocido como Herbert Ross, un tipo que se desenvolvía tan bien en un drama como en un musical, como en una comedia. No tenía mucho de autor pero todo lo que tocaba lo hacía bien. Fíjate que a mi "Paso decisivo" no me encantó. Quizá porque no encontré muy equilibrado el duelo McLaine-Bancroft aunque, por supuesto, me parece una aproximación al mundo del ballet que es muy interesante y, por supuesto, mucho más pausada que "Cisne negro". En cuanto a "Pennies from heaven", me la apunto para una próxima revisión, yo fui uno de los pocos que fue a verla cuando se estrenó, casi de tapadillo, en los cines Renoir de Plaza de España, en versión original y con otros dos espectadores en la sala.
Abrazos sin dinero.
Bueno, un par de cosas.
Sobre el reparto de viejas glorias, no quería decir que las de esta peli lo fueran, sino que se amemejaba al de los episodios de Poirot con Peter Ustinov. Hablando de Richard benjamin, hay que recordar, además de la de O´Toole, algunas de esas pe,lis de relleno de los 80 que también quedaron en nuestro recuerdo, como aquella con una Kim Bassinger explosiva "Mi novia es una extraterrestre" o "Esta casa es una ruina" con Tom Hanks en ese mal remake de "Los blanding ya tienen casa", pero sobre todo uan peli que a mi em gustó mucho aunque no fuera gran cosa "Ciudad muy caliente" con Burt Reynolds y Clint Eastwood de pareja casi imposible, pero que yo creo que conjugaron mucho mejor de lo que en principio podría pensarse, divertida casi parodia del cine negro clásico.
Casualmente, repasando la filmografia de Benjamin, me he encontrado que hizo un remake trelevisivo de "La chica del adios" del propio Ross. Y a recordar del propio Herbert, "adiso Mr. Chips" con el propio O´Toole y Petula Clark o una de las ´más aceptables de Michael J Fox "Spieberg y Jackson aparte, "El secreto de mi éxito". Recordemos que Benjamin inició su carrera como coreografo y por eso su gusto por los musicales, de hecho hizo bailar hasta a Kevin Bacon en la sobrevalorada hasta el punto de un remake "Footloose".
Abrazos rítmicos.
Comprendo lo que dices sobre los episodios de Hércules Poirot interpretados por Peter Ustinov (aquella "Tragedia en tres actos" con Tony Curtis y Pedro Armendáriz, aquel "La muerte de Lord Edgeware", con Faye Dunaway e, incluso, David Suchet que le cogió el relevo) aunque, inevitablemente, mi punto de referencia más cercano es "Muerte en el Nilo", que se hizo algunos años después con, si te acuerdas, David Niven, Mia Farrow, Bette Davis, Angela Lansbury y George Kennedy.
En cuanto a Richard Benjamin, la verdad, nunca llegó a gran cosa ni como actor ni como director. Empezó muy bien con "Mi año favorito" y con una pequeña joya del cine juvenil como fue "Adiós a la inocencia". Difiero contigo en cuanto a la valoración que haces de "Ciudad muy caiiente". "Esta casa es una ruina" me gustó algo más y "Espías sin identidad" me gustó algo más con Sidney Poitier. Eso sí, nos olvidábamos de que fue el protagonista de aquella maravillosa serie de la que todo el mundo habló durante las sobremesas de un verano que se llamó "La escoba espacial" y que tenía su gracia como capitán de una nave que se dedicaba a recoger basura espacial por el espacio exterior.
Sospecho que lo que comentas de Benjamin (que fue coreógrafo y que hizo bailar a un juvenil Kevin Bacon en "Footloose") se refiere a Herbert Ross. Lo increíble es que fuera un tío capaz de dirigir "Nijinsky", una obra muy minoritaria, con el genio del ballet como fondo, sobre la locura y la increíble interpretación de "La consagración de la primavera" del bailarín y que también hiciera, y como bien dices, con cierta solvencia, "El secreto de mi éxito" con Michael J. Fox. Eso sí, en plena época en la que todo el mundo quería ser un "yuppie" al mejor estilo de Mario Conde.
Abrazos estilosos.
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