Conseguir que un país devastado por las llamas y por la
ira del mismísimo infierno se ponga en pie es una tarea que se antoja imposible
para la labor de unos invasores. Más aún si esos invasores son incapaces de
comprender una cultura milenaria que basa toda su fortaleza en la devoción
hacia sus símbolos y que no admite la humillación hacia ellos. Los japoneses se
rindieron al final de la Segunda Guerra Mundial y aceptaron el deshonor que
suponía la derrota pero jamás hubieran consentido el derrocamiento de su
Emperador, representante divino en la Tierra, centro de la adoración colectiva,
señal inequívoca de que algo podía permanecer más allá de la vergüenza.
Un hombre quiso comprender las razones que llevaron a
toda una nación hacia la locura de la guerra cuando ese mismo país libraba una
batalla interior entre los políticos de cuello duro y los militares de sable
afilado. A pesar de conocer a los japoneses, de haberlos estudiado y de haber
descubierto su capacidad para amar, aún es incapaz de entender su ciega
devoción hacia la realeza que les representa e intuye que, detrás de ese pueblo
que se hacina en sus calles arrasadas, que apenas puede comer y mucho menos
levantarse, su preocupación es el terrible deshonor que ha supuesto la
rendición, algo que, sin duda, les condena a vagar por los infernales senderos
del rechazo y de la más profunda e hiriente de las humillaciones.
La labor de ese soldado que
intenta, por todos los medios, volver a reconstruir su vida bombardeada es demostrar
hasta qué punto el Emperador Hiro Hito dio el beneplácito para comenzar la
guerra con el ataque a traición a Pearl Harbor. Los verdugos, los mismos que
arrojaron hongos de muerte y destrucción en Hiroshima y Nagasaki, se convierten
en jueces sin razón, sin legitimación posible ante tanta desolación provocada
por sus propias acciones de guerra. Pero cuando callan los cañones, los
políticos se sientan a hablar bajo las máscaras de la imprecisión y de la
falsedad. Y todo se esconde bajo la más fría crueldad.
El inicio de esta película es
puro vigor, con ritmo e interés. Su fondo es apasionante porque la
investigación que emprende el militar interpretado con intensidad por Matthew
Fox tiene muchos puntos oscuros que están rodeados de miles de años de tradición
que los japoneses siempre se han negado a cambiar y, sin embargo, con todos los
elementos necesarios para ser apasionante, se queda a medio camino porque una
historia de amor rompe el ritmo. Y lo rompe porque James Webber (un director
que prometía después de la más que aceptable La joven de la perla) se empeña en descifrar el enigma de la
devoción exacerbada a través de la misma dedicación que implica el amor
verdadero y desgarrado. Mas allá de eso, la película tiene algunos aciertos
como la socarrona interpretación de Tommy Lee Jones como el General Douglas
MacArthur o una potente banda sonora debida a Alex Jeffes, aún reciente en la
memoria su estupendo trabajo en Mandela,
de Justin Chadwick.
Lo cierto es que es difícil
entrar en la mente de esa raza de ojos oblicuos que anteponía sus creencias y
su dedicación a cualquier otra consideración humana, utilizando escudos
avasallantes como la arrogancia y la superioridad moral prescindiendo de una
verdad que resulta más que evidente. Nadie tiene derecho a juzgar las creencias
del otro y menos cuando la imposición de esas creencias ha traído tanto
sufrimiento y tanto horror. Tal vez, por eso, solo quedan las fotografías de
los éxitos y el camino de descenso de un dios siempre está pavimentado con las
almas ciegas que han huido de la razón y de la lógica, dos de las armas más
implacables que posee el ser humano. Lo demás solo es manipulación, política,
la nada disfrazada de un todo demasiado turbio.
6 comentarios:
Pues mira, que no me terminaba de convencer, a pesar de que el tema es interesante y está Tommy Lee Jones. Yo esta semana me decanté por "Oh boy" una peli alemana que yo pensaba que iba a ser un dramón así muy serio y es una comedia muy simpática. Con referencias a Woody, a Truffaut, al cine mudo e incluso, esto ya es una apreciación mía muy mía, al "After hours" de Martin. ¿Con esos referentes os la vais a perder?
Abrazos recomendables
Tengo que decir que el tema no es solo interesante, sino que también es apasionante. Además la película empieza muy, muy, muy arriba pero en cuanto se introduce la historia de amor del protagonista, por supuesto enamorado de una japonesa, la cosa se viene abajo de forma abrupta, además.
En cuanto a "Oh, boy", me la apunto para verla fuera de mis obligaciones. Los alemanes, de vez en cuando, dan alguna sorpresa agradable.
Abrazos agradecidos.
Pues a mi tampoco me atrajo en un principio esta historia y las pelis alemanas se las dejo al gafapastas de Dex, yo las repesco en TV (demasiado sólo me encuentro a veces en mis propuestas filmicas con quienes me acompañan, como para intentarlo con cine europeo...puff, titánico sería).
Gracias a que pude colar "Philomena" y logré una escisión que si no, termino con los guerreros de Esparta y los persas en "302".
A veces es complicado ir al cine, es caro y a menudo incomodo, hay que cuadrar horas, gustos, zona,...para los cinéfilos es casi una pasión solitaria, pero aun no me he acostumbrado, ni encuentro tiempo, para ir solo. Lo he hecho pocas veces en mi vida y he de decir que como una practica onanística cuando salgo me digo: "Ha estado bien, pero hubiera sido mejor compartirlo".
Me gusta salir y comentar, escuchar incluso cosas con las que no estoy nada de acuerdo, rebajar mis argumentos para no parecer un pedante (al menos no tanto como otros...y no miro a nadie), pero me encanta ese momento tras la película, cuando empiezas a levantarte de la butaca y nos miramos unos a otros preguntandonos: "¿Te ha gustado?". Forma parte de la ceremonia.
A cambio de ese, tal vez pírrico, placer debo desbancar muchas de mis apetencias y retrasarlas a la visión televisiva, que está si soporta bien el disfrute en soledad. Gracias a Dios, tampoco la calidad de lo que se estrena hoy hace que me resienta mucho de todo lo que me pierdo en un primer momento.
Este fin de semana es obvio que no podré poponer "Pelo malo" por la que tengo algo más que curiosidad, y me apetece más una tontuna del tipo "8 apellidos vascos" que "Dallas Buyers Club" que me temo es la más probable candidata para mis habituales acompañantes. Terminaré viendo a Matiu (los oscares se suelen imponer), además en este caso, y en casi todos, soy la minoria simple.
Abrazos con los ojos rasgados
De todas formas ahora es cuando más dispersos podemos estar porque es cuando se estrena toda la tralla después de los Oscars, eso hay que reconocerlo. Entiendo el tema de las elecciones pero yo, por problemas evidentes, tengo que ir solo la mayoría de las veces. Lo que está claro es que "Dallas Buyers Club" ya fue comentada en este blog porque tuve el inmenso placer de ir al preestreno (costumbre de los críticos que, sin embargo, no forma parte de las mías) y, la verdad, tampoco es nada del otro mundo. No quiero extenderme mucho sobre eso porque me parece una película que llega muy tarde, que Matthew hace un gran trabajo (su Oscar no me molesta salvo por el hecho de la enésima marginación a Leo) y es una película que, de no haber sido nominada, no hubiera visto por gusto propio en la vida. Como no voy a repetirme y tengo que dar rienda suelta a los estrenos para "El Faro" pues me iré a ver la de la Winslet y el Brolin que el amigo Jason Reitman no sé si será capaz de salirse de lo habitual.
En cuanto a los comentarios de los compañeros de sala sí que, a veces según cómo me pille, pego el oído. En cuanto a los compañeros que, de vez en cuando, se animan a venir conmigo (menos de la mitad de las veces) pues, la verdad, tengo una costumbre quizá un poco rara. Yo no comento la película al momento. Seré lento de reflejos, es posible, pero tengo que asimilar lo que he visto. Solo cuando hay unas cervezas o un algo para picar es cuando me animo a decir algo, y a decir algo en lenguaje muy normalito para rebajar mi habitual tono pedantón. A veces, incluso, creo que decepciono a mis acompañantes por hablar así y otras creo que lo agradecen. De todas formas, yo sí veo una cierta sensación de magia al entrar solo en un cine. Hace ya muchos años que me acostumbré. Mis amigos de tiempos adolescentes, en muchas ocasiones, no tenían demasiadas ganas de ir al cine y yo no es que impusiera ir todas las semanas con ellos pero, desde luego, me atraía más ir al cine que quedarme en un parque con unas litronas, en plan seta. Y, luego, con la juventud, más incluso que estando en nuestro lugar habitual de reunión pasando la tarde decidiendo dónde íbamos a pasar la tarde hasta que se pasaba la tarde.
Abrazos imperiales.
A mi me pasó lo contrario, me quedaba en la enesima revuelta al donde vamos hoy y cuando ya estaba decidido casi era la hora de volver a casa, pero ahí estaba yo, pensando paa mis adentros cuanto de absurdo había en ello, pero creyendo que merecía la pena perder todo aquel tiempo si conseguía algo más que una sonrisa de la chica que me tenía envelesado en esa temporada (no fue sólo una, ni chica, ni temporada).
Sin embargo coincido contigo en el reposo, mi respuesta al "¿te ha gustado?" suele ser un gesto más que una palabra. Yo también maduro las películas antes de lanzarme o dejarme llevar por la impresión en vivo, salvo que esta sea muy clara, caso de "Medianoche en París" en positivo o "Blue Jasmine" en negativo, por poner dos de las recientes y del mismo director para que no haya dudas.
Mucha culpa de ello la tiene Scorsese, pues como ya comenté en su día, su cine necesita analisis reposado, al menos a mi me lo parece y así ha extendido mi forma de ver el cine de todos los demás. De hecho, a mi no se me suele soltar tampoco mucho la lengua despues con las cañas y las tapas, sino al día siguiente tras fermentar la peli entre sabanas y almohada.
Hombre y Reitman, lo mismo te regala un "Up in the air" (otra pequeña oscarizada y oscarizable) y sales a gusto, al menos el guión no es de Diablo Cody.
Abrazos reflexivos.
Disculpa la tardanza pero nuevamente tu comentario se ha perdido en el proceloso mundo de los blogs.
Tengo un buen amigo, Arturo González-Campos que decía que yo no ligaba mucho porque, cuando sabía que una tía iba a detrás de mí, va y decía:
- ¡No me jodas!
Así que yo no tenía esa problema, tenía repelente de mujeres incorporado aunque, luego, tuve mis líos y mis decepciones.
Ese reposo "post-proyección" suele ser muy parco hasta en gestos en mi caso. Me cuesta mover la cara, dejar traslucir que la película me ha ido o no me ha ido. Una vez, en concreto viendo "Las normas de la casa de la sidra" no pude articular palabra sobre la película en dos días. No me apetecía, se había creado una magia entre la película y yo y no quería romperla poniéndome a analizar escenas o motivaciones.
De la peli de Reitman precisamente lo que más me motiva es que no es un guión de Diablo Cody. A ver qué pasa y a ver si se sale de lo previsible.
Abrazos introspectivos.
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