Hay personas que, sencillamente, no pueden vivir sin amor.
Sin él, sus vidas están vacías, carentes de sentido, por mucho que tengan
motivos para aferrarse aún a la vida y al cariño. La tristeza domina sus
pensamientos a pesar de que saben que tienen que cuidar a otros y darles lo
mismo que a ellos se les niega. Son personas de corazón grande y fuerte, que no
se rinden ante las adversidades pero, no obstante, se sienten más débiles
porque les falta su bastón más importante. No solo dar amor es fundamental para
ellas, también lo es recibirlo y sentir que se es amado.
De repente, el destino se dispone a realizar uno de esos
giros burlones, un triple salto mortal que hace que todo cambie y se vuelva
cabeza abajo. El amor está ahí al otro lado de la mordaza, se presenta
disfrazado de la forma más grotesca e imposible pero hay que agarrarlo. No
hacerlo sería un pecado contra la misma vida. Los trenes no pasan todos los
días y solo pensar en la sensación de la falta de cariño es tan terrible que
más vale aferrarse a los barrotes ardientes de una pasión que no puede ir mucho
más allá de la vuelta de la esquina.
Y así, de alguna manera, se llega
a la segunda base aunque, tal vez, se presienta que esa carrera nunca va a
subir al marcador. Y cuando lo haga pasará tanto tiempo que el partido habrá
terminado. Eso no tiene importancia. La tristeza, en el fondo, se puede dominar
siempre y cuando se mantenga dentro de unos límites razonables. Mientras tanto,
se puede mirar por la ventana en un signo inequívoco de espera, o se intenta
ver crecer a un hijo que ruega por el mismo cariño que tanto se ha ausentado de
una casa. Se trata de ver la vida como una tarta y de llevarse el mejor pedazo.
Lo peor de todo esto es que hay
una sensación sobre toda la historia de que nada es demasiado verdadero. Todo
suena a un cuento amable, remiso hasta la saciedad que contiene muchas trampas
sembradas por el director Jason Reitman. Consciente de que la trama no da mucho
de sí y de que se le va la mano en el azúcar, Reitman reviste todo de una
lentitud expresiva bastante irritante porque es un intento de llegar a la
trascendencia de unos personajes que, simplemente, no tienen mucho que contar.
Para ello, maneja bien los resortes interpretativos de Kate Winslet, capaz de
transmitir toda la desolación que sitia a esa mujer que teme a la soledad
aunque esté dispuesta a luchar contra el tiempo para vencerla. Por lo demás, no hay mucho que salvar porque
casi toda la acción ocurre en una casa, la banda sonora grita en su austeridad
casi miserable y hay reacciones que no son nada normales dentro de lo que se
supone que es la gente a mediados de los años ochenta.
La felicidad, eso sí, es tan
fugitiva como un preso recién fugado de la cárcel y se muestra en los rincones
más insospechados. Tal vez puede manifestarse en un día soleado mientras una
bola de béisbol salta de mano en mano al son de unas cuantas hojas de árboles
mecidas por un viento de verano. O quizás esté en la seguridad que todos
sentimos cuando tenemos la certeza de que alguien cuida de nosotros con
ternura. O incluso puede permanecer en unas maderas viejas que necesitan un
encerado de vez en cuando y en el inconfundible olor de la harina amasada
asándose en el horno. El miedo es el gran causante de que siempre digamos no. Y
nos sorprenderíamos si dijésemos durante un solo día a todo que sí porque es
posible que acabáramos en Canadá, o conduciendo por un paraje que ni siquiera
ha visitado nuestra imaginación. El recuerdo y la experiencia nos empujan hacia
la negatividad. Como este artículo que, con las cejas levantadas y la voz
pausada, les aconseja que hagan otra cosa en lugar de ver esta película. Seguro
que tienen mucho más que contar, de forma más apasionante y con un buen puñado
de amor en todas sus palabras.
5 comentarios:
Pues sí, estoy de acuerdo contigo. El problema de la película es que ni echándole toda la imaginación del mundo te crees todo lo que pasa en ella. Reitman ni siquiera se toma el esfuerzo de presentar a sus personajes como Dios manda. El personaje de ella sí porque Winslet pone empeño de darle todos los matices, el de Brolin no te lo crees ni harto de tarta al whisky. Lo mejor de él casi es que no tiene ocho apellidos vascos.
Con todo lo más absurdo de la película son las situaciones. La reacción de ella y el chico en el supermercado es de traca. Y por muchos problemas que tenga y muy desesperada que esté no me creo que tarde tan poco tiempo en engancharse de ese gañanazo. No quiero spoilear pero eso de que le haga lo que le hace y acto seguido sin mediar palabra se le ponga a hacer la cena, vamos, hombre (y la escena de la tarta ¿metáfora sexual? joder, joder). Que sí, que será muy trabajador y muy hacendoso pero de sensibilidad ni un gramo, oye. Y eso que no tiene ocho apellidos vascos.
Esta todo contado de forma muy atropellada, pero a la vez es lenta como el dolor. Las relaciones entre los tres no están bien explicadas, ni con ella ni con el chaval (yo me acordé, añoré más bien, de la relación tan bonita que se establecía entre Kevin Costner y su joven rehén en “Un mundo perfecto”). Y el flasback contándonos lo que pasó realmente con el angelito…
Mira, se me han quitado las ganas ya hasta de dar abrazos.
Yo no sé si la novela en la que se basa es tan mala como se expone la historia en la película. Tampoco sé qué le ha dado a Reitman para hacer algo tan sumamente desangelado, tan poco creíble y, a ratos, tan idiota como para hacer esto que ha hecho. Estoy de acuerdo en la valoración que haces del personaje de la Winslet (salvado solo y exclusivamente porque ella le pone todo) y del de Brolin. Reitman yerra en el ritmo a más no poder. Se salta las partes importantes (sinceramente, no es que yo sea un salido, pero creo que el primer encuentro sexual entre ellos debería salir y, sin embargo, se queda en la tartita de los huevos, qué asco, por cierto) y, sin embargo, se detiene y se detiene en las cosas más futiles y prescindibles. Sinceramente, me parece uno de esos casos en los que al tío le pareció una buena idea hacer la película y cuando ya estaba en el plató se dio cuenta de que no, de que aquello no funcionaba, que tenía que ralentizarlo todo para darle un aire más trascendente, más profundo, porque le iban a acusar de ser un meloso melocotonero de narices.
Lo del chaval, vale, supongo que se quiere transmitir la idea de que le obligan a madurar muy deprisa y de que, a esa edad, comienzan los miedos y de que le van a abandonar y demás...En un chaval bastante equilibrado como se le ha dibujado tampoco es demasiado creíble esa inseguridad falsa sobre la que gravita el personaje durante tanto tiempo. Los flashbacks rompen el rollo, total para decirnos que él es más inocente que los melocotones, que no lo son tanto. Al fin y al cabo, él hace lo que hace, de una forma accidental, pero lo hace. Homicidio accidental de todas todas.
Pues hala, sin abrazos, hombre. Se los mando a la Winslet que es lo único que se salva.
(Lo genial es que aún he leído algún lumbreras que a esta película la pone por las nubes...en concreto "es Los puentes de Madison de la segunda década del nuevo milenio"...con dos melocotones...
Pues yo ni tuve tres días ni tuve apellidos vascos, al menos no ocho. Que uno no sólo está saturado durante la semana sino que el fin de semana se está convirtiendo también en un estrés y así no se puede seguir (bien es cierto que el finde son de actividades más gratas, al menos en principio).
No obstante, aunque sólo sea por ver esa tarta, me están dando ganas de sufrir el menú (¿que tendrá, que tendrá?). Y mira tu, que lo mismo me tengo que desdecir con lo de Diablo Cody, que al menos la muchacha le pone la gracia de unos dialogos medianamente entretenidos y con personajes algo mejor trabajados de lo que comentáis aquí.
Y por traer algún otro ejemplo de preso fugado, niños y amorios, algo mejor contados, ahí (lo escribí bien por fin) teníamos a Matiu en "Mud"...o si nos ponemos aquel "peliculón" de Van damme con Rossanna Arquette llamado "Sin escape"
Abrazos en spagat volador
Pues también recordé, añoré, "Mud". Soy yo o aquí el Matiu me gusta mucho más que en "Dallas Buyers Club".
Y hay que recordar que no solo de diablos vive el Jason. Que ahí (no hay) está "Up in the air" o para la que para mí sigue siendo su mejor peli "Gracias por fumar".
Abrazos bajos en nicotina
Hacerse mayor es muy malo. Esta mañana tenía grabado en la mente contestar a estos comentarios y se me ha ido la olla y no me he acordado hasta ahora. Y eso no puede ser, no puede ser. Merecería ir al cine de barrio más cutre de Cutrelandia y verme diez o doce veces seguidas "Piel de asno", de Jacques Demy.
Al grano, Cesitar. Lo de Diablo Cody es insufrible por saturación, aquí es el caso contrario. Lo de Jason Reitman adaptando un libro se queda cortito, cortito, aún ignorando lo que diga el libro de marras. Hay que trabajar mejor, hay que, al menos, dar pistas al espectador sobre cosas y casos. Por ejemplo, se meten "flashbacks" para explicarnos por qué está en la cárcel Josh Brolin. ¿No hubiera sido mejor ahorrarnos todo eso? Deja que el espectador piense lo que quiera. Lo mismo con sus acciones ya acabas por convencerte de que ese hombre no es del todo culpable visto lo visto y haya hecho lo que haya hecho.
Y, por cierto, chicos. Para recordar preso fugado que estaba enamorado hasta las cachas a pesar de la mala suerte que le acompañaba allá por donde iba...habría que recordar al Robert Redford de "La jauría humana".
En cuanto a lo que dice Dex...yo no creo que sea cuestión del Matiu, yo creo que, simplemente, es cuestión del personaje en sí. El de "Mud" cuenta con nuestras simpatías. A mí no me costaba nada, pero nada, imaginar en ese papel a Marlon Brando. Sin embargo, no puedo imaginar a Marlon Brando haciendo "DBC" (ya que todo el mundo abrevia, hagámoslo nosotros).
Tengo que decirlo. Jason Reitman a mí no me acaba de convencer. Como tampoco me convencía, en otro tono, su señor padre.
Abrazos con camisa despechugada.
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