miércoles, 16 de julio de 2014

EVASIÒN O VICTORIA (1981), de John Huston

¿Una selección internacional de ex futbolistas prisioneros de guerra contra los alemanes? Imposible. Eso no se puede concebir. Los nazis estarán bien alimentados, bien entrenados, bien concentrados y los aliados viven en campos de concentración, durante meses han comido bazofia, su entrenamiento se limita a jugar pachangas en campos de tierra improvisados…No puede ser. Es una idea de locos. Claro que los deportistas siempre tienen algo de locos…
De vez en cuando, de entre las filas enemigas, sale un caballero. Un oficial alemán que se ha curtido en las canchas durante años y ahora se ve obligado a llevar uniforme gris y botas de caña. Pero no ha perdido la pasión del duelo, la belleza del deporte aún anida dentro de él y cree que todos esos prisioneros que un día jugaron al fútbol con destreza pueden ser un rival fascinante. Y por eso pone en marcha el partido. Para él no hay propaganda en ello. Hay pasión, nobleza…un duelo de veintidós dando lo mejor de sí mismos. Eso es el fútbol. Prefiere ganar pero, tal vez, el resultado sea lo de menos. Lo importante es el momento del enfrentamiento. Sin trampas. Aunque los mandos se encargarán sobradamente de adulterar la pureza del combate.
Un capitán inglés, un tipo que sabe de sobra cómo tiene que moverse un equipo para agarrotar al contrario. Las tácticas son importantes pero más importantes aún son las habilidades de cada uno. El fútbol nunca es el triunfo de uno y quien crea eso se engaña con la adrenalina de los goles. El fútbol es el trabajo duro de once que corren detrás del balón con el único objetivo de horadar la portería del contrario y proporcionar a la gente un día de esperanza. El fútbol es un duelo entre caballeros, sí, pero también es un instrumento que puede hacer que millones se unan en contra de lo injusto y para ello hay que correr, luchar, pelearse, superarse…sobre todo, superarse. Dar lo mejor para que la gente grite, con un solo alarido, que la victoria está allí, está presente, aunque el marcador clame otra cosa.

Siempre he dicho que resulta muy curioso que una de las mejores películas que se hayan rodado jamás sobre el fútbol la hiciera un director americano que, con toda probabilidad, sabía bastante poco sobre ese deporte. Pero ésta es una demostración evidente de que un genio estaba detrás de las cámaras y su talento sobraba para narrar una historia de esfuerzo, de liberación, de auténtico heroísmo aunque los jugadores de fútbol…no, lo siento, no sean héroes. Pueden ser portadores de muchas sensaciones pero no a través del heroísmo. Sí al esfuerzo, sí al instinto, sí al compañerismo que es la fórmula esencial para alcanzar el éxito, sí a la certeza de que el triunfo está ahí aunque el resultado sea el contrario. Basta con dejar de pensar en las cosas materiales que nos atan al mundo que hemos creado y empezar a pensar que el grito que da el aficionado de la tercera grada detrás de la portería puede ser algo muy parecido a la libertad de unos instantes irrepetibles.

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