¿Una selección internacional de
ex futbolistas prisioneros de guerra contra los alemanes? Imposible. Eso no se
puede concebir. Los nazis estarán bien alimentados, bien entrenados, bien
concentrados y los aliados viven en campos de concentración, durante meses han
comido bazofia, su entrenamiento se limita a jugar pachangas en campos de
tierra improvisados…No puede ser. Es una idea de locos. Claro que los
deportistas siempre tienen algo de locos…
De vez en cuando, de entre las
filas enemigas, sale un caballero. Un oficial alemán que se ha curtido en las
canchas durante años y ahora se ve obligado a llevar uniforme gris y botas de
caña. Pero no ha perdido la pasión del duelo, la belleza del deporte aún anida
dentro de él y cree que todos esos prisioneros que un día jugaron al fútbol con
destreza pueden ser un rival fascinante. Y por eso pone en marcha el partido.
Para él no hay propaganda en ello. Hay pasión, nobleza…un duelo de veintidós
dando lo mejor de sí mismos. Eso es el fútbol. Prefiere ganar pero, tal vez, el
resultado sea lo de menos. Lo importante es el momento del enfrentamiento. Sin
trampas. Aunque los mandos se encargarán sobradamente de adulterar la pureza
del combate.
Un capitán inglés, un tipo que
sabe de sobra cómo tiene que moverse un equipo para agarrotar al contrario. Las
tácticas son importantes pero más importantes aún son las habilidades de cada
uno. El fútbol nunca es el triunfo de uno y quien crea eso se engaña con la
adrenalina de los goles. El fútbol es el trabajo duro de once que corren detrás
del balón con el único objetivo de horadar la portería del contrario y
proporcionar a la gente un día de esperanza. El fútbol es un duelo entre
caballeros, sí, pero también es un instrumento que puede hacer que millones se
unan en contra de lo injusto y para ello hay que correr, luchar, pelearse,
superarse…sobre todo, superarse. Dar lo mejor para que la gente grite, con un
solo alarido, que la victoria está allí, está presente, aunque el marcador
clame otra cosa.
Siempre he dicho que resulta muy
curioso que una de las mejores películas que se hayan rodado jamás sobre el
fútbol la hiciera un director americano que, con toda probabilidad, sabía
bastante poco sobre ese deporte. Pero ésta es una demostración evidente de que
un genio estaba detrás de las cámaras y su talento sobraba para narrar una
historia de esfuerzo, de liberación, de auténtico heroísmo aunque los jugadores
de fútbol…no, lo siento, no sean héroes. Pueden ser portadores de muchas
sensaciones pero no a través del heroísmo. Sí al esfuerzo, sí al instinto, sí
al compañerismo que es la fórmula esencial para alcanzar el éxito, sí a la
certeza de que el triunfo está ahí aunque el resultado sea el contrario. Basta
con dejar de pensar en las cosas materiales que nos atan al mundo que hemos
creado y empezar a pensar que el grito que da el aficionado de la tercera grada
detrás de la portería puede ser algo muy parecido a la libertad de unos
instantes irrepetibles.
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