martes, 8 de julio de 2014

PHILIP SEYMOUR HOFFMAN: EL RUBIO DE AL LADO


Era un vecino de estos que no sabes muy bien de qué humor se levanta por las mañanas. En ocasiones, saludaba en el rellano con un afecto evidente, con una sonrisa sincera, como si nos conociéramos de toda la vida. En otras, en cambio, se mostraba hosco y difícil, como si el filo de una navaja le estuviera recorriendo el espinazo. Yo sé que tenía talento porque era capaz de sorprender con caracteres que te dejaban impresionado. Y el caso es que la maldita jeringuilla se lo llevó sin aviso previo. Philip Seymour Hoffman se murió antes de que el diablo supiese que había muerto.
La primera vez que llamó mi atención fue con un personaje insidioso, que solo quería derrotar a su rival por el mero hecho de considerarlo pequeño. Al Pacino, allí, daba un festival y era complicado mirar hacia otro lado y, sin embargo, yo supe que aquel chico entrado en carnes tenía algo especial en medio de Esencia de mujer. Luego, incluso, quedé sorprendido de haber acertado fijándome en él.
Más tarde se mueve en registros que eran un mero aprendizaje a través de las grandes figuras. Se notaba que Paul Newman debió de darle un par de lecciones en la excelente Ni un pelo de tonto, de Robert Benton. Después de eso, claro, se lanzó al mundo del porno en un papel muy bueno en la más que conservadora Boogie nights, de Paul Thomas Anderson, ese tipo que va de moderno y esconde todo lo que dice en unos mensajes escorados hacia la derecha con apariencia de izquierda. Aprendió también de los Coen y de Jeff Bridges en la ya mítica El gran Lebowski con ese papel de secretario de risa forzada que, a pesar de su brevedad, tenía su gracia. Después vino la discutible Happiness y el fin de su aprendizaje al lado de Robert de Niro en una comedia fallida aunque de buenas intenciones como Nadie es perfecto interpretando a un homosexual con pluma que escandaliza la moral de un vecino policía.
Una de sus mejores interpretaciones, y de las más desconocidas, fue en la excelente State and main, de David Mamet, dando vida a un guionista que, en pleno rodaje, tiene que ir cambiando lo que ha escrito hasta conseguir que lo comercial se empareje con lo satisfactorio. El arrebato contra Hollywood de Mamet cobraba altura gracias a su interpretación, relajada y confusa a la vez, de ese escritor que acaba cayendo prisionero de la magia del cine sin redención posible.
Interpretar a Truman Capote con convicción y sinceridad era una asignatura pendiente del cine que él saldó con sobresaliente. Muchos quisieron menospreciar su trabajo ante la excelencia de Toby Jones en Historia de un crimen pero hay que reconocer que la fuerza de Hoffman a la hora de interpretar a uno de los escritores de prosa más exquisita de la literatura contemporánea era muy difícil de igualar. Capote significó su único Oscar, merecido, y su salto al prestigio generalizado que se materializó ya en papeles de enorme importancia como Antes de que el diablo sepa que has muerto, de Sidney Lumet; La duda, de John Patrick Shanley, rivalizando con su ídolo Meryl Streep, y, sobre todo, una maravillosa interpretación que también pasó algo desapercibida a pesar de su nominación al Oscar en la más que aceptable La guerra de Charlie Wilson, de Mike Nichols.
Muchos quieren recordarle por sus trabajos con Paul Thomas Anderson pero yo prefiero imaginarlo como ese actor que llamaba tanto la atención que podía compartir escena con otros grandes intérpretes y, sin embargo, ser el centro de las miradas. Tal y como hizo en El último concierto, una hermosa película que estaba fuera de los circuitos comerciales habituales y, sin embargo, llegó al corazón a través de un personaje que puede resultar odioso a primera vista pero al que se llega a comprender gracias a su talento para expresar emociones contradictorias y, no obstante, muy humanas.

Pocos días antes de morir, le dijo a Aaron Sorkin, afamado guionista que también está enganchado a la heroína, que si él moría de una sobredosis salvaría, al menos, diez vidas porque la gente del cine que se está hundiendo en los infiernos de la droga tomaría conciencia y acabaría por dejarla. Lo que sí es cierto es que Philip Seymour Hoffman, además de ser el rubio que vivía en la puerta de al lado, también era uno de esos actores que daban textura y forma a las películas, sosteniéndolas con su talento y su presencia y el cine, una vez más, ha perdido a un actor que estaba destinado a ser leyenda.

2 comentarios:

dexterzgz dijo...

Yo siempre he pensado que un tío feo y gordo tiene que ser muy bueno para triunfar en Hollywood. Philip Seymour Hoffman lo era. Habría que recordarle también en aquella película estupenda de Spike Lee "La última noche" o en aquella otra menos estupenda "Los idus de marzo", todo un recital de grandes interpretaciones (Giamatti, Rosling...) y ese plano sostenido del coche en el callejón que me parece impresionante.

También he pensado siempre que como acercamiento a la figura de Capote y "A sangre fría" es mucho más válida la versión de Tobey Jones (tengo pendiente el Conversalibros), pero la interpretación de Seymour Hoffman en la suya es efectivamente de Oscar.

Abrazos enganchados

César Bardés dijo...

Yo creo que era un tipo de talento camaleónico. Estoy esperando como agua de mayo la que es su última gran interpretación (seguro) que es "El hombre más buscado", basada en la novela de John Le Carré y que servirá más como despedida de este gran actor que las terribles "Juegos del hambre" que han sido, realmente, sus últimos trabajos.
Cierto es lo de "Los idus de marzo", estupenda película, estupendo grupo de interpretaciones. Era muy curioso comprobar que Hoffman podía actuar mucho y luego aparecer en un papel de auténtica normalidad que daba mucho juego para dar fe de su versatilidad y de todo lo que disfrutaba haciendo lo que hacía. Yo creo, sinceramente, que nunca lo apreció y que prefirió hundirse en algo a lo que estaba enganchado para esconder sus múltiples inseguridades.
La versión de Toby Jones sí que es más válida para acercarse a "A sangre fría", sin embargo, yo creo que la figura del escritor tomada a vista de pájaro es mejor de la Hoffman que hace un grandísimo trabajo y físicamente se me parece más a Capote que Jones. Un Oscar muy merecido, desde lueog.
Abrazos admirados.