miércoles, 25 de marzo de 2015

AL FINAL DE LA ESCALERA (1980), de Peter Medak

La melodía vuelve y no hay nadie para escuchar. Un grito de socorro en una casa que encierra demasiados secretos. Cuando se ha perdido todo tal vez se tiene más curiosidad por saber qué es lo que hay al otro lado. Las cicatrices aún están abiertas. El dolor aún está presente. Y hace muchos, muchos años, un niño murió por culpa de una fortuna.
La melodía vuelve y no hay nadie para escuchar. Las puertas se cierran solas y el grito de socorro estremece los oídos. La casa parece tener vida pero no es así. Es una vida la que posee la casa porque allí la enfermedad construyó su hogar, la desgracia tuvo techo y el desprecio por la vida humana llegó al sótano. Cuánto duele morir cada día. Todos los elementos extraños serán eliminados y nada permanecerá en su sitio porque solo es un niño que no quiso morir.
La pelota cae por las escaleras marcando un ritmo implacable dirigiéndose al destino del suelo llano. Es una invitación al juego, es una invitación a todos los juegos que ese niño no pudo jugar porque la ambición pudo más que cualquier otra consideración. Y se quedó allí, en su pequeña habitación donde podía jugar a salvo de las miradas, donde podía hacer los deberes sin interrupciones, donde podía llorar porque la enfermedad se resistía a marcharse, donde podía tener miedo porque sabía que la muerte rondaba al otro lado de la puerta, al principio de la escalera. Malditos adultos que no saben vivir.
Maravillosa película de terror de un director tan despersonalizado como Peter Medak, Al final de la escalera es un espejo donde se dibujan muchos miedos y donde se describen las posibilidades de la muerte. Puede que, después de la vida, haya que vagar por la tierra para encajar lo que no se vivió, para ajustar cuentas pendientes o para expeler un alarido de rabia que exige a los que aún viven un arreglo y una preocupación por los que se han ido. No es casualidad que el protagonista haya sufrido una enorme pérdida para que sea el encargado de resolver la situación. Tal vez porque su sensibilidad está abierta en carne viva y es capaz de comprender que sí, que las personas nunca se van del todo, que están ahí al lado, que siguen contigo de alguna manera. Es un misterio pero la película, más allá del pánico, se preocupa de bucear en los destinos que debieron ser y nunca llegaron, de los que nunca debieron ser y sí llegaron, de los que se debieron compartir y nunca fueron y de los que fueron sin compartir absolutamente nada de la gloria.

Y es que los golpes se suceden porque la rabia y el auxilio se dan la mano y claman venganza. No es justo que un niño deba pagar para salvaguardar lo que se corrompe. No es justo que un niño desaparezca en un pozo negro para que otros puedan vivir con el mayor de los lujos. No es justo que la nieve sirva de pista deslizante de la muerte. No es justo que un hombre tenga que vivir con un extraordinario dolor para que el destino injusto vuelva a buscar a sus víctimas entre los más inocentes. Y tal vez, para evitar la injusticia, haya que subir todos los escalones que conducen hacia la revelación más profunda entre los vivos.

4 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

A mi esta película también me parece un nivel superior en el género, quizá incluso en todos los géneros. Es probable que algunos pongan en la cúspide del terror otros títulos: "El resplandor", "Psicosis", "Drácula" o "El exorcista"..., pero a mi está película me parece que merece estár en las medallas.

Y me lo parece porque su terror es mucho más sutil, mucho más de situación que de momentos terrorificos, aunque haya algún que otro instante verdaderamente angustioso. Y es así por parte del propio protagonista, un George C Scott que no refleja miedo, su dolor le inmuniza, sino extrañeza, interés, curiosidad. Y lo hace de modo bien distinto a lo habitual en el genero, con una especie de capa aislante que no te genera precisamente identificación con el personaje sino más bien al revés, como si todo lo que teoricamente le debería aterrorizar lo traspasase al espectador que sufre lo que él no parece capaz de sentir.

Yo nunca hubiera imaginado a Scott en una película de terror y de hecho no da el perfil habitual, pero tal y como está tratada la historia no puedo imaginar un casting más acertado, lejos de tics o gestualidades, aporta una sequedad y una mirada triste y abatida que consigue hacernos creer su pretendida impasibilidad.

Muchas películas han tirado después de ese inicio trágico para disponer a los protagonistas en una situación de novedad donde se encontrarán lejos de sus asideros cotidianos para encontrarse con lo paranormal. No recuerdo que hubiese precedentes en el género, tal vez si, pero es evidente que hay un antes y un después de esta película para contarnos muchas historias cercanas a la de esta.

Como dirían los clásicos. Un peliculón.

Abrazos sin medium.

César Bardés dijo...

Está a un nivel superior porque también tiene una enorme virtud. Te duele esa tragedia tremenda que sufre el protagonista, duele mucho porque es obra de una verdadera mala suerte y eso hace que el espectador baje sus defensas y sea más permeable a la terrible sensación de miedo que desprende "in crescendo". Y como tú bien dices, asumes el dolor que el protagonista parece no sentir. Por cierto, Scott está fantástico, pero no lo está menos Melvyn Douglas como el hombre que suplantó los destinos y que acaba teniéndose que enfrentar con sus propios miedos. Además, las escenas de miedo son muy efectivos porque son muy enigmáticas. Siempre recordaré la famosa escena de la silla de ruedas. Sabes perfectamente que esa silla de ruedas se va a mover, lo sabes, no tienes ninguna duda pero Medak lo hizo lo suficientemente bien como para suspender el momento en el aire, alargarlo un poquitín más de lo habitual, lo suficiente como para que el público bajara de nuevo sus defensas y luego, mueve la silla. Recuerdo como si fuera hoy mismo el alarido de la gente en el cine (la gente ya no grita de miedo como antes tampoco) y la sensación de que se había visto algo con muchísima clase, muy sugerente, y a la vez, muy reveladora. Amenábar ya hace tiempo que dijo que era su película de miedo favorita.
Yo creo, sencillamente, que el personaje de Scott tiene extrañeza, interés y curiosidad con el asunto por una sencilla razón. Es la confirmación de que algo hay después de la muerte, y después de la tragedia que ha tenido que vivir no deja de ser un consuelo. Quizá no muy grande, pero consuelo al fin y al cabo.
Lo del inicio trágico ha sido tema habitual en el género lo que pasa es que muy rara vez ha sido utilizado como introducción y sí como algo que se va revelando según va transcurriendo la trama. De todas formas, admitámoslo, tanto subproducto en el género ha dado bastante al traste con el mismo, relegándolo a la serie B en el 90 % de ocasiones, entre otras cosas, porque tiene un público muy agradecido y muy fiel.
Un peliculón, sí, de lo mejorcito que se ha hecho nunca en cine de terror.
Abrazos con las teclas del piano.

jose miguel dijo...

la perdida de un hombre enlaza con la ambicion de otro, que en la peli se hacen uno y saldan la deuda, cada uno a su forma, que rl destino le impuso.El primero "no cuido a su familia", y el otro "mato a un debil hermano " cuyo lugar ocupa.Los dos se hacen uno y cuenta todo ello como los otros, el hombre de al lado que creemos extraño, escen esncia un insrparable y cercano lugar de expiacion y encuentro.Vaya cine!.

César Bardés dijo...

Muy bien vista esa contraposición entre el hombre que no supo cuidar de su familia y el que acabó con ella deliberadamente,lo cual hace que todo sea más doloroso. Expiación y encuentro. Cuando la vuelva a ver reflexionaré sobre este enfoque porque merece mucho la pena.
Gracias,jefe. Todo un comentario.
Abrazos fogosos.