Saber lo que hay al otro lado.
¿Hay vida después de la muerte? ¿Existe el infierno? ¿La reencarnación es
posible? ¿Volver a enfrentarse con los horrores más profundos es la antesala
del sufrimiento más eterno? Todas esas preguntas son las que se hacen un grupo
de investigadores paranormales que se introducen en una vieja mansión
legendaria por encargo de un millonario que está ya con un pie en el estribo. Y
allí no solamente hallarán la solución a todas esas preguntas sino que también
asistirán, atónitos, a la aparición de su yo interior, a todas esas obsesiones
que pugnan por salir en el día a día y que se quedan ahogadas por pudor, por
educación, por presión social o, simplemente, por no parecer locos sueltos en
busca de sinsentidos. La mansión del infierno les observa y les atrae, les
ataca porque sabe que son los únicos capaces de desentrañar su secreto. El
secreto de alguien que fue un modelo de depravación y que, sin embargo, también
tenía algo que esconder a pesar de su vida licenciosa y degenerada.
El frío de las paredes parece
tomar forma en los fantasmas de la mente. La casa ataca con furia e intenta
echar de ahí a todo forastero que intente meter las narices en el otro lado de
la eternidad. El fraude y la opresión están flotando en el ambiente y la mente
es un instrumento mucho más débil de lo que suponemos porque la locura está ahí
mismo, a un paso. Basta con que los espíritus que pueblan los interminables
pasillos de la mansión se disfracen de lo que no son, finjan sufrimiento cuando
solo quieren infligirlo, descubran su verdadero y tenebroso rostro y
aterroricen a todo aquel que quiera cerrar sus ojos para descansar en los
brazos de la noche más traicionera. La lujuria se abre camino, el temor se
instala, la herida física se abre y la ternura es la puerta falsa. Solo quien
ya ha probado la locura se mantendrá en equilibrio con una actitud casi
distante, desinteresada, algo despreciativa. Pura reserva ante un combate que,
inevitablemente, tendrá que dirimir. La misma muerte está al otro lado del
umbral. Solo hace falta hablar con ella y comprobar qué es lo siguiente.
Un reparto de actores sólidos
encabezado por Clive Revill y acompañado de Gayle Hunicutt, Pamela Franklin y
un excepcional Roddy McDowall dan cuerpo a esta materia intangible que firma
John Hough sin apenas planteamiento. Solo con nudo y desenlace se puede
aterrorizar, se puede estremecer, se puede asombrar y se puede sobrecoger.
Basta con manejar con soltura las herramientas más tópicas de un género que,
por lo general, cae demasiadas veces en la chabacanería y en la víscera
incontrolada. Aquí todo hay que controlarlo. No valen desmanes. No valen excesos.
Vale el miedo porque existe. Solo hay que saber sacarlo de los corazones de
todos los que nos atrevemos a echar una mirada a la mansión del diablo.
2 comentarios:
Juel, pues esta tampoco la he visto y eso que en esa época consumía más terror que actualmente y ya es decir. Tiene pinta de una srie B total, pero por lo que dices bien contada y sin caer en el gore que tanto mal ha hecho al género.
Las películas de casas encantadas tienen su propio código y suelen jugar con el susto como punto álgido, pero lo que domina en ellas es el elemento inquietante, la oscuridad, el miedo a lo que sólo se intuye y hay que decir que suelen caerse cuando el motivo de la inquietud se revela y se nos muestra. Teóricamente es en el apoteósico final donde se debe concentrar toda la tensión generada hasta ese momento y elevar el miedo generado hasta alcanzar el verdadero terror, sin embargo es muy dificil encontrar ese punto. La mayoria de las veces, la apoteosis se convierte en traca y lejos de aumentar el espanto, te relajas porque se pierde el contacto con lo real, con la identificación con los personajes, con la angustia de los protagonistas....es muy dificil hacer buen terror, pero en el caso de las casas encantadas es todavía más complicado centrar el climax, pues la mayor parte de la veces se intenta cerrar (casi siempre en falso) la historia contada y finalizar en triunfo del bien sobre el mal para descanso del espíritu del espectador y por ello el enfrentamiento contra la causa final de todos los temoressuele resultar desilusionante.
Intentaremos repescar esta historia tan, a priori, bien contada.
Abrazos asustados
Esta la descubrí yo en uno de "Mis terrores favoritos", de Chicho Ibáñez Serrador. Me acuerdo perfectamente de que el gran Chicho apareció en aquella traducción que hacía antes de la película y pedía perdón a los espectadores porque él elegía la película de una lista que le daban y que todas las de la lista eran malísimas y que ésta la había elegido porque no la había visto pero que suponía que iba a ser tan mala como las del resto de la lista. Y la película es estupenda. Elegante, sin apenas planteamiento, al grano, muy deudora de aquella "La casa encantada", de Robert Wise y que luego dio lugar a la espantosa "The haunting",con Liam Neeson y Catherine Zeta Jones. Pero ésta es mejor. A la semana siguiente, Chicho volvió a aparecer y dijo, literalmente, que volvía a pedir perdón a los espectadores porque creía que "La leyenda de la mansión del infierno" era malísima y se encontró con una estupenda película, bien contada, bien realizada, sin estridencias, sin vísceras, sin nada que devaluase el género.
No es una película redonda, de eso no cabe duda, hay un elemento por ahí que me chirría bastante, pero lo que plantea la película es muy interesante y los sustos se suceden, ya digo, con bastante gracia. A destacar el enorme trabajo de Roddy McDowall. Tiene elementos de lo que describes tan estupendamente, Carpet, con mucha angustia, con una gran riqueza en los personajes, hay muerte, hay persecución y el clímax es muy bueno porque es el enfrentamiento del personaje de McDowall con la misma fuente del mal y del descubrimiento de un secreto que, digamos, es bastante iconoclasta y que se revela como, al menos, curioso. Ya digo, es una película que merece ver, y si tu chica es degustadora de buenas películas de terror, ésta es buena, teniendo en cuenta, lógicamente, que es una película del 72 y el tiempo, quieras que no, se nota.
Repéscala, creo que merece la pena.
Abrazos aterrorizados.
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