miércoles, 2 de diciembre de 2015

TODOS LOS HOMBRES DEL PRESIDENTE (1976), de Alan J. Pakula

A veces solo una nimiedad, una insignificancia detectada por un joven periodista que acude al juzgado en busca de sucesos, es suficiente como para empezar a tirar del hilo que haga caer a todo un gobierno. Unos delincuentes, en apariencia comunes, que asaltan unas oficinas situadas en el hotel Watergate de Washington y una contestación extraña junto con un abogado inusual controlando la vista preliminar. Y ahí se desató la ética del periodismo moderno. Nada de partidismos exagerados aún aceptando que el “Washington Post” era un periódico demócrata. Ceñirse a la verdad. Una verdad confirmada por, al menos, dos fuentes. Y un buen puñado de obstáculos para llegar al auténtico centro de la corrupción. Solo con la verdad en la mano. Solo con la certeza de que la verdad es el mejor instrumento de la democracia. No la rabia, no la venganza, no la ideología, no la nada extremista. Artículos escritos con seriedad y dos periodistas deseosos de contar, con pelos y señales, cómo está instalado en la Casa Blanca un presidente demasiado cercano a la derecha radical, que no duda en hacer cuantas trampas puede, que cree que un presidente, por el mero hecho de serlo, puede hacer lo que le venga en gana y solo porque lo haga el presidente ya tiene que ser legal.

Por el camino, pistas falsas, confirmaciones nunca reiteradas, cuellos que intentan escapar de la guillotina, miedos reales porque la verdad suele traer pánico a quien la dice, presiones de una dirección que sabe que jugar con el poder suele traer quemaduras de primer grado, cheques que van destinados a actividades escondidas tras el ala del águila americana, contraseñas secretas para concertar citas en aparcamientos oscuros con un individuo de voz profunda y certezas cercenadas. Todo con la impresión de que ese periodismo, el que busca la verdad desprovista de adjetivos, ya no existe. Es solo el recuerdo histórico de unos tipos que decidieron jugarse el pellejo para contar a la nación que la democracia no es gratis, ni cómoda, ni absolutamente impoluta. Nunca lo fue aunque sería lo ideal y lo necesario. La democracia no es más que el reflejo político de la libertad y ésta es la que no debe de ser sacrificada bajo ningún concepto, bajo ninguna tendencia, bajo ningún interés. Ni siquiera por razones de seguridad nacional. Ni siquiera debe ser cuestionada aunque los elementos que la compongan estén corruptos por dentro y con la erótica del poder seducida hasta la sumisión. Por eso se llama así esta película, Todos los hombres del presidente, porque todos ellos pervirtieron la idea de la libertad hasta hacerla acomodaticia a sus intereses y solo los valientes, los que están profundamente convencidos de que la libertad no se debe tocar son los que deciden, con la libertad en la mano, destapar un escándalo a nivel presidencial. Alan J. Pakula dirigió un guión de William Goldman que contiene tanta información que se ha demostrado científicamente que es imposible de asimilar en apenas dos horas y cuarto de metraje pero eso carece de importancia porque todo el desarrollo es apasionante y por eso Pakula supo contar con magníficos actores, entregados y únicos, como Robert Redford, Dustin Hoffman, Jack Warden, Jason Robards, Jane Alexander, Stephen Collins, Ned Beatty y Hal Holbrook. Esos sí que fueron todos los hombres de una verdad que siempre estuvo sostenida por el derecho inalienable de la libertad.

2 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

¿Dos horas y cuarto?...habré visto la película mas de 6 veces y me sigo perdiendo...no enlazo nombres, no entiendo la mitad de las cosas...no importa, como dices la película es apasionante, el ritmo te traspasa, la tensión se palpa,...es una película enorme precisamente por eso, porque no imporata que nos eas capaz de seguir perfectamente la investigación, que te pierdas en vericuetos, en informaciones, en callejones sin salida...No importa que no entiendas la trama, lo impostante es que sientas lo que sienten esos periodistas que realmente viven la angustia de estar ante algo grande, de tener en el anzuelo un veraddero pez gordo y que sólo a base de tensar y destensar el sedal podrán sacarlo a flote.
A mi me parece una película imprescindible, una investigacuión de asesinato donde no importa la victima, ni el culpable, ni las pistas, sólo el detective. Así la veo yo. Y es imposible verla y no querer ser periodista, bueno más aun, no querer que todos los periodistas reales fueran con Redford y Hoffman y su director como Robards y....que la democracia y la libertad fuesen realmente defendidas por todos y cada uno de nosotros.

Abrazos profundos

César Bardés dijo...

Desde luego hay varios puntos que hacen que la película sea interesantísima. No solo la dirección, el guión o los intérpretes sino también la reivindicación de la figura del periodista, del auténtico, del comprometido, del que no tiene horarios pero sí muchas obligaciones, del que se mata por informar porque la gente tiene derecho a saber. Otra, como bien dices, es el ritmo. El hecho de que estos tíos se dejen la piel por averiguar la verdad y no acusar falsamente al Presidente. Otra no es el fin, es el viaje que emprenden. Cómo se encuentran a sospechosos de todo tipo. El que quiere hablar pero tiene miedo, el que quiere hablar pero no puede, el que no quiere hablar, el que no solo no quiere hablar sino que también mete miedo, el que quiere salvarse a sí mismo porque ve que el barco se hunde. Otro más son esos jefes, personificados de forma magistral por Jack Warden y Jason Robards, periodismo serio y de altura. No se publica nada que no esté contrastado por dos fuentes, adelante, entusiasmo, investigación de verdad. Y otro, desde luego, es ese fenómeno que nadie acaba de entender de que nadie entiende de verdad todo el entramado (yo después de varios visionados sí que he llegado a entender algo, pero solo algo puesto que todo es un fulanito conectado con menganito que creó una cosa para zutanito y cobró un cheque en nombre de jaimito y así hasta llegar al Presidente. Un hilo para tirar del ovillo que hay que seguir paso a paso) pero, sin embargo, todo el mundo entiende que la película es fundamental para estudiar el fenómeno del periodismo de investigación. Anna Bosch conoció personalmente a Bob Woodward y me dijo así, con mucho sentido del humor: "En confianza...no se parece en nada a Robert Redford..."
Abrazos de investigación