miércoles, 13 de enero de 2016

LOS PERROS DE LA GUERRA (1980), de John Irvin

Matar a unos cuantos muertos de hambre es demasiado fácil. Pero el dinero cae y hay que recogerlo. Da igual si se monta una guerra civil o el país cae preso de los intereses occidentales. Cuando se es mercenario, no hay que atender a razones morales. Sin embargo, algo ocurre cuando se toca el alma de un hombre que está en trance de desaparición. Demasiadas enfermedades tropicales, demasiados tiros hendidos en la carne magullada, demasiados amigos dejados atrás en batallas por dinero. Tal vez un viaje a un posible próximo objetivo sea el detonante para darse cuenta de que hay que matar al hombre correcto y no dejar que todo cambie para que todo siga igual. El desprecio crece. Las balas hablan.
Y es que, en el fondo, Jim Shannon sabe que a él se le ha utilizado con la misma intención con que se explotan esos países sin nombre ni geografía. Solo una nación más en algún informativo televisivo que dedica apenas unos segundos a despachar unas cuantas miles de muertes. Y ya empieza a estar demasiado cansado porque ha sacrificado muchas cosas. Dejó a la chica que más le gustaba porque no podía compartir con él un destino hecho de sangre, dólares, libras, francos y armas. Siempre tenía que ir a Asia, o África, o América a montar una guerrilla que acabara con el dictador de turno tan solo para poner otro que favoreciera más los intereses comerciales de grandes emporios empresariales aún más fríos que el bastardo de turno. Y eso no era vida. Y tampoco era muerte.
Con el dinero en liza, es fácil comprar armas, vehículos, helicópteros…incluso convencer a alguna fuerza nativa rebelde para que se una a la revolución que siempre es una mujerzuela que se corrompe. Por una vez, Jim Shannon va a hacer lo correcto. No va a poner al títere que se vende con gusto con tal de amasar una enorme fortuna. Va a poner al hombre honrado, que ha sufrido como él, que, tal vez por eso, tenga más ganas de hacer algo por la gente y menos por el capitalismo salvaje que devora cuanto toca con la frialdad de una ráfaga de dinero. Es una cuestión de hacer un último acto de honradez antes de que el cuerpo diga basta.

Basada en la impresionante novela de Frederick Forsyth, Los perros de la guerra se resiente de varios errores como la elección de un protagonista demasiado joven como Christopher Walken para interpretar a ese hombre curtido en mil batallas y herido de mil maneras, o de un acabado que se deja ver pero que denota una alarmante falta de presupuesto dejando esta película en los terrenos de la serie B pero, no obstante, la historia no deja de fascinar y de poner sobre el tablero la certeza de que las vidas de muchos millones está en manos de los que quieren más…Es lo que tiene el dinero, que nunca es suficiente. Hasta que un hombre clave decide poner en juego el factor que jamás se tiene en cuenta como es la honestidad en un negocio sucio. Así es como se acaba verdaderamente con los auténticos perros de la guerra.

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