Matar a unos cuantos muertos de
hambre es demasiado fácil. Pero el dinero cae y hay que recogerlo. Da igual si
se monta una guerra civil o el país cae preso de los intereses occidentales.
Cuando se es mercenario, no hay que atender a razones morales. Sin embargo,
algo ocurre cuando se toca el alma de un hombre que está en trance de
desaparición. Demasiadas enfermedades tropicales, demasiados tiros hendidos en
la carne magullada, demasiados amigos dejados atrás en batallas por dinero. Tal
vez un viaje a un posible próximo objetivo sea el detonante para darse cuenta
de que hay que matar al hombre correcto y no dejar que todo cambie para que
todo siga igual. El desprecio crece. Las balas hablan.
Y es que, en el fondo, Jim
Shannon sabe que a él se le ha utilizado con la misma intención con que se
explotan esos países sin nombre ni geografía. Solo una nación más en algún
informativo televisivo que dedica apenas unos segundos a despachar unas cuantas
miles de muertes. Y ya empieza a estar demasiado cansado porque ha sacrificado
muchas cosas. Dejó a la chica que más le gustaba porque no podía compartir con
él un destino hecho de sangre, dólares, libras, francos y armas. Siempre tenía
que ir a Asia, o África, o América a montar una guerrilla que acabara con el
dictador de turno tan solo para poner otro que favoreciera más los intereses
comerciales de grandes emporios empresariales aún más fríos que el bastardo de
turno. Y eso no era vida. Y tampoco era muerte.
Con el dinero en liza, es fácil
comprar armas, vehículos, helicópteros…incluso convencer a alguna fuerza nativa
rebelde para que se una a la revolución que siempre es una mujerzuela que se
corrompe. Por una vez, Jim Shannon va a hacer lo correcto. No va a poner al
títere que se vende con gusto con tal de amasar una enorme fortuna. Va a poner
al hombre honrado, que ha sufrido como él, que, tal vez por eso, tenga más
ganas de hacer algo por la gente y menos por el capitalismo salvaje que devora
cuanto toca con la frialdad de una ráfaga de dinero. Es una cuestión de hacer
un último acto de honradez antes de que el cuerpo diga basta.
Basada en la impresionante novela
de Frederick Forsyth, Los perros de la
guerra se resiente de varios errores como la elección de un protagonista
demasiado joven como Christopher Walken para interpretar a ese hombre curtido
en mil batallas y herido de mil maneras, o de un acabado que se deja ver pero
que denota una alarmante falta de presupuesto dejando esta película en los
terrenos de la serie B pero, no obstante, la historia no deja de fascinar y de
poner sobre el tablero la certeza de que las vidas de muchos millones está en
manos de los que quieren más…Es lo que tiene el dinero, que nunca es
suficiente. Hasta que un hombre clave decide poner en juego el factor que jamás
se tiene en cuenta como es la honestidad en un negocio sucio. Así es como se
acaba verdaderamente con los auténticos perros de la guerra.
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