martes, 5 de enero de 2016

EL JUEGO DE HOLLYWOOD (1992), de Robert Altman

-. En veinte palabras, una sinopsis sobre de qué va esto.
-. Es un productor ejecutivo de un gran estudio que tiene que rechazar o aceptar proyectos y comienza a recibir anónimos. Veinte justas.
-. ¿Anónimos de quién?
-. De un misterioso guionista despechado al que le ha rechazado algún argumento. Al mismo tiempo tiene un romance con una pintora y…
-. Vamos, vamos, o sea, una historieta contra Hollywood ¿no?
-. Sí, pero podemos contratar a unas cuantas estrellas que vayan apareciendo a lo largo de la película y el productor es un tipo con bastante clase y…
-. Bien, ya le llamaremos.
-. Será un negocio redondo. Lo único que hace falta es un plano-secuencia al principio como hizo Orson Welles en Sed de mal.
-. Está bien, le he dicho que ya le llamaremos.
-. No se arrepentirán.
-. Hay muchos argumentos que no pasan de la puerta de entrada de este despacho. Recibo más de dos mil propuestas al año y mi estudio solo puede decir que sí a seis o siete.
-. Con que diga que sí a éste, bastará para financiar a los otros seis.
-. Permítame que lo dude.
-. Y si no, aténgase a las consecuencias.
-. ¿Me está amenazando?
-. En absoluto, solo estoy diciendo que se atenga a las consecuencias. Si no me llaman de aquí al jueves, me voy con el proyecto a otra parte. Es algo divertido, intrigante, bien hecho, con cierto estilo y deberíamos llenar la pantalla con nombres ilustres.
-. Oiga…el productor soy yo y, por tanto, soy yo quien decidirá a quién se contrata para su historia, en caso de que decidamos hacerla, claro.
-. Por supuesto, pero mire. Necesitamos a un director como Robert Altman, un especialista de esos que sabe meter en la misma película veinte tramas diferentes y paralelas y que no resulte pesado sino brillante, incisivo…algo así.
-. Se está adelantando usted unas cuantas reuniones. Salga o llamo a seguridad. La reunión ha terminado.
-. Si llama a seguridad, aténgase a las consecuencias.
-. ¿Otra vez? Esto ya es demasiado.
-. Usted verá. Un guionista enfadado puede ser un asesino despiadado. Vaya frase ¿eh?
-. Muy buena, muy buena. ¿Tiene usted el guión ahí?
-. Sí, lo llevo en mi portafolios. Pero no lo va a leer nadie.
-. Si me deja el guión, le daremos una respuesta definitiva, digamos…en quince días.
-. Tres.
-. Diez.
-. Siete.
-. Ocho contando el fin de semana. Vamos, démelo. Lo guardaré en la caja fuerte si eso es lo que le preocupa.
-. No me preocupa eso. Me preocupa usted. Usted es un tiburón con traje de dos mil quinientos dólares. Eso impresionará a los novatos pero a mí, no. Para mí, usted es un chupatintas más o menos competente que lo único que hace es decir que no a los incautos guionistas que se acercan hasta aquí para proponerle lo mejor de sí mismos.
-. Vamos, no lo vea todo tan oscuro. Contrataremos a los mejores, se lo prometo. Incluso hablaremos con Altman. Dudo mucho que acepte pero por probar no se pierde nada.
-. Entonces… ¿acepta el argumento?
-. Claro que sí. Solo estaba siguiendo paso a paso el manual del protocolo de aceptación. Me gusta la historia. Ahora lo que quiero es ver si me gusta el guión.
-. Aquí tiene.
-. ¿Cómo se llama?
-. El juego de Hollywood. Es una especie de comedia muy aguda. Los productores no salen muy bien parados.
-. No salimos bien parados ni siquiera cuando no se habla de nosotros.
-. Ah, no quiero que el protagonista se salve en el último minuto.
-. No se salvará.
-. No voy a negociar sobre ello. Al protagonista lo matan.
-. Tranquilo. Altman no es un hombre que quiera cambiar nada si le gusta lo que hay.
-. Eso espero.
-. Ya le llamaremos.
-. ¿Está seguro?
-. Completamente. Déjeme leer el guión. Si hay papeles suficientes para todas las estrellas que tengo en mente, va a ser algo espectacular.
-. Gracias. Muchas gracias.
-. Y éste es el juego. El protagonista, al final, habrá que salvarlo. A la gente no le gusta demasiado que le quiten al héroe. Estos guionistas, se creen que escribiendo cualquier cosa van a hacer negocio. El negocio está cuando el protagonista se salva, no cuando muere. Incautos… Ponernos a caldo es una cosa. Matarnos, es otra.


No hay comentarios: