Hay que reconocer que la soltería
es un estado muy cómodo. Tanto es así que merece mucho la pena mentir y decir
que se está casado cuando no es así. Luego viene toda esa palabrería
consistente en convencer de que el matrimonio está acabado, que el divorcio es
inminente, que el dolor ha dejado de habitar en uno porque ha conocido a
alguien que merece realmente la pena…El problema viene cuando la amante tiene
conciencia y resulta que quiere conocer a la esposa abandonada. Y no hay
candidatas. Así que un tipo que es dentista, posiblemente uno de los trabajos
más aburridos del mundo, no sabe de dónde va a sacar a la susodicha para
convencer a su novia de que está casado. ¿No sabe de dónde? Bueno, hay una
pretendiente al puesto pero…no, no, no puede ser. Es la mujer con menos sentido del humor de la Historia. Y además es poco atractiva. ¿Qué va a pensar la novia? Que el dentista
es un hombre de mal gusto, que se casó con un adefesio que solo ha ido
empeorando con los años…y además, por si fuera poco, es la enfermera-ayudante
del consultorio odontológico. Eso no puede funcionar. Tan eficiente, tan
insultantemente puntual, siempre parapetada detrás de su cofia sin hablar de
nada más que de las citas y del trabajo y de los empastes y de las caries y del
dinero de la nómina…
Un momento, quizá la mujer no
esté tan mal. Cuando se quita la cofia gana mucho. Es alta, elegante, con un
cierto toque sensual…no, no está tan mal. Lástima que sea tan soporífera. No
tiene gracia ni para contar un mal chiste. ¿O sí? De sorpresa en sorpresa. La
señora, perdón, señorita resulta que tiene un sentido del humor de lo más
agudo. Se pone a bailar y se inventa el paso del dentista. Tronchante. Detrás
de toda esa montaña de seriedad resulta que bulle un espíritu femenino tan
hermoso…que deja en pañales a la novia ésta neoexistencialista, ingenua, boba,
estúpida y bastante ridícula. No lo puedo creer. Al dentista se le están
moviendo los dientes…pero por su ayudante, no por su novia. Ay, madre, prepara
la factura.
Y es que todos tenemos sentido del
humor. Incluso el amigo caradura que va una y otra vez al amigo dentista para
que le arregle la boca sin pagar la minuta. Y, claro, el amigo ya hace tiempo
que se dio cuenta del volcán que se removía debajo del rostro frío y distante
de la enfermera. Y ahora, encima, el amigo dentista se la quiere quedar.
Malditos sacamuelas.
Las flores de cactus son raras y
solo florecen cuando hay un sol un poco más tibio. Dan belleza al desierto, se
abren esperando el abrazo del agua escasa, se exhiben orgullosas cuando han
conseguido descapullar en medio de un bosque de pinchos. Así era Ingrid Bergman
cuando se vio asediada por Walter Matthau. Solo le faltaba inventarse un nuevo
paso de baile.
2 comentarios:
Qué mejor forma de acabar una semana tan estresante que con una comedia que quizá hubiese merecido mayor reconocimiento y un mejor hueco en la historia. Al fin, y al cabo "Flor de cactus" pertenece a un género difícil para ser reivindicado, y para más narices está en una década que tradicionalmente también tiende a reivindicarse poco. A mí me parece divertidísima, y la imagen de Ingrid Bergman bailando desmelenada en el pub una de las imágenes más delirantes de la historia del cine. Y no exagero un pelo.
Abrazos sin caries
Pues, aunque es una comedia francesa está muy en la línea de las comedias de Neil Simon que tanto me han gustado y por eso me decidí, en su momento, a escribir sobre ella. La primera que la vi (fue en un pase televisivo hace ya unos cuantos años, como veinticinco), me quedé absolutamente sorprendido de la vis cómica de Ingrid Bergman y cómo construye su personaje de tal manera que va evolucionando en belleza y maneras según avanza la trama. Solo reservado para grandes actrices. La primera secuencia nos encontramos con una Ingrid, adusta, sin asomo de sonrisa, seria, la típica momia que no ha dado ni un centímetro de su espacio vital a su jefe. Y al final, de alguna manera misteriosa, la vemos transformada en una mujer vitalista, llena de energía, risueña, preciosa, llena de belleza por fuera y por dentro, que transpira cariño y despierta cariño. Estoy totalmente de acuerdo con tu opinión, Dex. Despidámonos de la semana con una sonrisa.
Abrazos endodóncicos.
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