martes, 10 de julio de 2018

TERCIOPELO AZUL (1986), de David Lynch

Si queréis escuchar lo que hablamos en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla a propósito de "El silencio de un hombre", de Jean Pierre Melville, con Alain Delon de protagonista, podéis hacerlo aquí.

El tránsito de la oscuridad hacia la luz suele ser un largo conducto sitiado por las bestias. Ahí, en ese periplo de pena y crueldad, suelen habitar seres que ni siquiera podíamos imaginar su existencia. Monstruos con forma humana que devoran cuanto tocan, agarran lo que quieren sin pararse en ninguna otra razón, destruyen todo lo que se pone a su alcance y sólo inspiran la compasión de la misma exterminación. Los deseos ocultos para ellos están tan claros como la luz del día y no hay represión contra ellos. Los sienten y los satisfacen sin piedad, desgarrándolo todo, violándolo todo, convirtiendo al mundo en un lugar sucio, en penumbra, con el alma asesinada y la locura deambulando sin rumbo. En ese tránsito, es inevitable el encuentro con lo grotesco, lo impensable y lo rechazable. Sin embargo, si se sabe mirar, también hay alguien que tratará de guiar con una pequeña luz hacia la claridad. Ya se sabe, todo lo oscuro es muy atrayente y siempre hay personas que prefieren quedarse en las profundidades de las tinieblas.
El mundo perfecto se distorsiona con los elementos más cotidianos. Un hallazgo inesperado, un ataque imprevisto, un intento de mantener todo lo inocente fuera de la realidad más repugnante. A partir de ahí, es necesario elegir y también dejarse arrastrar por el deseo es el mejor cebo para sumergirse en la negrura. De nada sirven los parterres cuidados con primor, la organización perfecta de la felicidad, la tranquilidad preservada en todos sus rincones. Ese submundo que se mueve, siente, padece y asesina está ahí, al otro lado de la calle, habitando en mentes enfermas que experimentan un placer inesperado con el ejercicio de la maldad. La cinta de Moebius se retuerce y hasta allí hay que llevar el alma si se quiere conservar un ápice de inocencia.
No cabe duda de que David Lynch levanta pasiones en muchos de sus seguidores. Son todos aquellos que afirman, sin rubor alguno, que es “fascinante pero inexplicable” y puede que sea así. Sin embargo, hay un peligro en la misma cinta de Moebius que Lynch proyecta en sus películas. Entre tanto simbolismo críptico que trata de retorcer la realidad para hacer llegar un mensaje que, por otro lado, es bastante evidente, puede que exista la simple y llana tomadura de pelo hacia un público que se muestra enfervorizado y abducido por unas imágenes en los que, sin duda alguna, Lynch despliega su parte más fascinante y más atractiva.

Aún así, dentro de las películas más típicas del propio David Lynch, esas que ahondan en sus obsesiones como proyecto más personal, hay que reconocer que Terciopelo azul no es una mala película y que algo hay de atrayente en esta enfermiza historia que recorre el cine negro, la inquietud post-adolescente, la crueldad innata del ser humano y la crítica feroz contra el estilo de vida americano. Quizá para algunos no sea suficiente, quizá para otros sea la obra maestra de un cineasta que tiene que ser maravilloso porque no se le llega a entender del todo. ¿Qué más da? ¿Importa algo lo que pueda pensar yo? Al fin y al cabo, sólo existe una delgada línea que separa al elogio de la censura y yo puedo tener una mente enfermiza que sólo quiere regresar a casa.

4 comentarios:

dexterzgz dijo...

Si tuviera que quedarme con una película de Lynch creo que sería con esta. Porque aunque- ya lo hemos hablado aquí alguna vez- tanto "El hombre elefante" como "Una historia verdadera" son maravillosas ambas responden a un canon más clásico. Como director iconoclasta pienso que "Blue velvet" es mucho más representativa, además de que es, como bien dices, perfectamente asumible. Para mí es fascinante (no sé si te chirría el adjetivo) sumergirse en lo más sórdido del sueño americano, y pasar de la superficialidad de un adosado con valla, jardín y sonrisas amables entre los vecinos, a la superficie de nuestro inconsciente. Me raya mucho el Lynch de lo que yo llamo la "trilogía rara" ("Mullholland Drive", "Carretera perdida" e "Inland Empire") pero me llama mucho el de "Blue velvet" o "Corazón salvaje".

Abrazos regando el cesped

César Bardés dijo...

De las películas "lynchiana", desde luego, ésta es la que más puedo defender. No estoy de acuerdo con algunas de las cosas que propone (parece que este hombre, amparándose en lo onírico o surrealista, tiene licencia para hacer de todo narrativamente y eso no es así. Si no se llamara Lynch, ya veríamos si se lo perdonaríamos). Quizá es "fascinante" lo que propone aunque yo diría que es algo evidente, algo con lo que, cualquiera que tenga dos películas en su haber y tres dedos en la frente, tiene que convivir y es muy preclaro que bajo esa capa de felicidad que todos procuramos buscar de una manera o de otra, subyace un mundo oscuro que intuímos, al que incluso nos hemos asomado, pero que es realmente terrorífico y en el que es muy fácil caer.
No, no es un director que yo llamaría "grande" (aunque en los dos ejemplos de siempre ha demostrado que podría haberlo sido) y, a veces, tengo la sensación de que es un estafador consciente que me toma realmente por tonto (al igual que lo son sus personajes).
Abrazos volviendo a casa.

Unknown dijo...

Hola.
Ese tipo de cine que a veces tanto agradezco, aquel con el que no contamos con casi ningún asidero al que agarrarnos, donde se nos desploma el suelo que pisamos, o directamente carecemos de él, donde nos encontramos ciertamente incómodos y contrariados. De una mirada tremendamente alucinada, un sórdido y fascinante viaje a lo más recóndito del inconsciente. Una sonora bofetada al sueño americano. Toda una experiencia :-P
Saludos.

César Bardés dijo...

Quizá haya habido pocos que se han mirado hacia el interior y han llegado a la conclusión de que esa sensación de incomodidad es porque, sencillamente, tienes la impresión de que el tipo te está tomando el pelo. ¿Que es una experiencia? Sin duda. Otra cosa es que la experiencia te convenza. Billy Wilder también lo hacía y, para mí, lo hacía mucho, mucho mejor.
Saludetes.