Si queréis escuchar lo que hablamos en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla alrededor de "La ley del silencio", de Elia Kazan, podéis hacerlo aquí.
A menudo, los tipos que
intentan un atraco son carne de pobreza. Gente que tuvo sueños sencillos, no
demasiado difíciles, que se quedaron por el camino, condenándolos a una vida
mediocre, sin mañana, sin futuro alguno, sin más consuelo que mirar las cosas
que un día desearon desde el escaparate.
Ahí está Dix Handley,
un individuo que sabía empuñar un arma y utilizarla cuando era debido. Dio con
sus huesos en la cárcel y, cuando consigue evadirse, tiene que esconderse, algo
muy duro para un rudo vaquero de Kentucky que sólo quiere volver a sus verdes
prados, repletos de caballos dispuestos a correr y a ser libres…algo que
Handley no será nunca. Su vida se va por los agujeros que él mismo ha abierto y
tampoco sabe ver muy bien dónde está el amor. Quizá en el cañón de su pistola… ¿quién
sabe?
El corrupto Alonzo
Emmerich es uno de esos abogados que han ido enlodazándose cada vez más con
gente no demasiado recomendable y ha perdido todo lo que tenía. Sólo le queda
una preciosa rubia en su regazo, una criatura increíble, que le recuerda que es
un hombre y no un simple enfermero para su esposa postrada en la cama. Quiso
ganar más y ahora tiene menos y eso le aboca a robar a los ladrones, a
contratar una pistola taimada para ganar a los tipos que han hecho un trabajo
limpio. ¡Qué criatura más increíble! Esa será la única frase que le quede a
Emmerich. El resto será la corrupción del mismo silencio.
Gus Minissi es un pobre
diablo que se gana la vida detrás de una barra mientras trata de sacar de apuros
a los que considera buenos amigos. Su cojera es motivo de risas para muchos
aunque él sabe darles su merecido cuando es necesario. Pero, por una vez,
quiere ganar. Desea una vida más cómoda, más fácil. Menos borrachos y más
borracheras. Y cree, ingenuamente, que lo va a conseguir con un golpe rápido y
sin pensárselo dos veces. Es perro viejo, pero tiene demasiadas batallas
encima. Es hora de rendirse.
Doll Conovan es una
mujer que tiene mucho amor para dar y sólo desea recibir un poco, la pequeña
parte que le corresponde. Sabe que es difícil y que el hombre que ama tiene un
caparazón muy duro, pero lo intenta, no deja de intentarlo. Ella es constante,
tiene fuerza a pesar de su exterior frágil, se le escapan las lágrimas, pero
las seca con una preciosa sonrisa. Es una pena que mujeres tan dulces como Doll
se consuman en un callejón sin salida, intentando llevar un último cariño a
alguien que sólo piensa en un sueño imposible.
Cobby es el típico
buscavidas de los bajos fondos que se gana un buen dinero con las apuestas
ilegales y dando refugio a criminales que lo necesitan. Se cree importante
pero, en realidad, no es nada. Es sólo humo negro en locales de mala muerte. Es
tan inocente que presta el dinero para el golpe con la esperanza de que el
ricachón de turno se lo reintegre a la primera oportunidad. Mal negocio, Cobby.
Esta vez perderás. Y mucho.
El doctor Erwin
Ridenschneider es un científico del crimen. Todo lo planea al milímetro porque
es así como tiene que salir. Los robos son una cuestión matemática. La
improvisación, si algo sale mal, también, aunque es muy importante rodearse de
gente competente para no dejar nada al destino. Lo malo es que el doctor tiene
una cierta fijación con las jovencitas que bailan alegremente al son de
cualquier máquina de música. Sus ojos, habitualmente fríos y sabios, se
convierten en lascivos y fascinados. Sólo mira, nada más. No tiene edad para
otra cosa. Sí, tiene edad para perder. Y la jungla de asfalto lo engullirá con
avidez.
John Huston es un
director que estremece cada vez que se sumerge entre esos perdedores que tanto
ama. Aquí consiguió una galería de malhechores y fracasados que se quedaron
para siempre en la memoria de los amantes del cine. Al fin y al cabo, Huston
también era uno de ellos, aunque tuviera en sus manos las mejores historias y
los mejores actores y actrices. El alcohol y el tabaco pasaron a recoger sus
apuestas y él tuvo que pagar.
2 comentarios:
No te leí ayer. Piel de gallina hoy. Esta película me hizo Hustoniano para siempre.
Brutal tu post.
Abrazos con Marilyn en el regazo
Gracias por la pequeñísima parte que me toca. Recuerdo que esta película la pillé tarde, en pleno servicio militar. Salí a las tres del cuartel, comí por ahí cualquier cosa y me metí en el Cine El Españoleto a verla, justo después de que programaran "Atraco perfecto", de Kubrick. Ahí pude ver todos los puntos de contacto que tenía con ella y, nuevamente, me quedé encandilado con Huston.
Qué maravillosa criatura.
Abrazos desde el prado de los caballos.
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