martes, 2 de octubre de 2018

LA JUNGLA DE ASFALTO (1950), de John Huston

Si queréis escuchar lo que hablamos en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla alrededor de "La ley del silencio", de Elia Kazan, podéis hacerlo aquí.

A menudo, los tipos que intentan un atraco son carne de pobreza. Gente que tuvo sueños sencillos, no demasiado difíciles, que se quedaron por el camino, condenándolos a una vida mediocre, sin mañana, sin futuro alguno, sin más consuelo que mirar las cosas que un día desearon desde el escaparate.
Ahí está Dix Handley, un individuo que sabía empuñar un arma y utilizarla cuando era debido. Dio con sus huesos en la cárcel y, cuando consigue evadirse, tiene que esconderse, algo muy duro para un rudo vaquero de Kentucky que sólo quiere volver a sus verdes prados, repletos de caballos dispuestos a correr y a ser libres…algo que Handley no será nunca. Su vida se va por los agujeros que él mismo ha abierto y tampoco sabe ver muy bien dónde está el amor. Quizá en el cañón de su pistola… ¿quién sabe?
El corrupto Alonzo Emmerich es uno de esos abogados que han ido enlodazándose cada vez más con gente no demasiado recomendable y ha perdido todo lo que tenía. Sólo le queda una preciosa rubia en su regazo, una criatura increíble, que le recuerda que es un hombre y no un simple enfermero para su esposa postrada en la cama. Quiso ganar más y ahora tiene menos y eso le aboca a robar a los ladrones, a contratar una pistola taimada para ganar a los tipos que han hecho un trabajo limpio. ¡Qué criatura más increíble! Esa será la única frase que le quede a Emmerich. El resto será la corrupción del mismo silencio.
Gus Minissi es un pobre diablo que se gana la vida detrás de una barra mientras trata de sacar de apuros a los que considera buenos amigos. Su cojera es motivo de risas para muchos aunque él sabe darles su merecido cuando es necesario. Pero, por una vez, quiere ganar. Desea una vida más cómoda, más fácil. Menos borrachos y más borracheras. Y cree, ingenuamente, que lo va a conseguir con un golpe rápido y sin pensárselo dos veces. Es perro viejo, pero tiene demasiadas batallas encima. Es hora de rendirse.
Doll Conovan es una mujer que tiene mucho amor para dar y sólo desea recibir un poco, la pequeña parte que le corresponde. Sabe que es difícil y que el hombre que ama tiene un caparazón muy duro, pero lo intenta, no deja de intentarlo. Ella es constante, tiene fuerza a pesar de su exterior frágil, se le escapan las lágrimas, pero las seca con una preciosa sonrisa. Es una pena que mujeres tan dulces como Doll se consuman en un callejón sin salida, intentando llevar un último cariño a alguien que sólo piensa en un sueño imposible.
Cobby es el típico buscavidas de los bajos fondos que se gana un buen dinero con las apuestas ilegales y dando refugio a criminales que lo necesitan. Se cree importante pero, en realidad, no es nada. Es sólo humo negro en locales de mala muerte. Es tan inocente que presta el dinero para el golpe con la esperanza de que el ricachón de turno se lo reintegre a la primera oportunidad. Mal negocio, Cobby. Esta vez perderás. Y mucho.
El doctor Erwin Ridenschneider es un científico del crimen. Todo lo planea al milímetro porque es así como tiene que salir. Los robos son una cuestión matemática. La improvisación, si algo sale mal, también, aunque es muy importante rodearse de gente competente para no dejar nada al destino. Lo malo es que el doctor tiene una cierta fijación con las jovencitas que bailan alegremente al son de cualquier máquina de música. Sus ojos, habitualmente fríos y sabios, se convierten en lascivos y fascinados. Sólo mira, nada más. No tiene edad para otra cosa. Sí, tiene edad para perder. Y la jungla de asfalto lo engullirá con avidez.

John Huston es un director que estremece cada vez que se sumerge entre esos perdedores que tanto ama. Aquí consiguió una galería de malhechores y fracasados que se quedaron para siempre en la memoria de los amantes del cine. Al fin y al cabo, Huston también era uno de ellos, aunque tuviera en sus manos las mejores historias y los mejores actores y actrices. El alcohol y el tabaco pasaron a recoger sus apuestas y él tuvo que pagar.

2 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

No te leí ayer. Piel de gallina hoy. Esta película me hizo Hustoniano para siempre.

Brutal tu post.

Abrazos con Marilyn en el regazo

César Bardés dijo...

Gracias por la pequeñísima parte que me toca. Recuerdo que esta película la pillé tarde, en pleno servicio militar. Salí a las tres del cuartel, comí por ahí cualquier cosa y me metí en el Cine El Españoleto a verla, justo después de que programaran "Atraco perfecto", de Kubrick. Ahí pude ver todos los puntos de contacto que tenía con ella y, nuevamente, me quedé encandilado con Huston.
Qué maravillosa criatura.
Abrazos desde el prado de los caballos.