viernes, 28 de septiembre de 2018

LA LEY DEL HAMPA (1960), de Budd Boetticher

“Legs” Diamond tiene una cualidad que muy pocos otros poseen. Piensa más rápido que los demás, actúa más rápido que los demás. Se adelanta a los movimientos del resto del mundo en el que ha elegido vivir. Aunque, quizá, llegue un momento en que también aplicará sus habilidades a su vida privada. Y eso es muy peligroso porque, cuando avanzas demasiado rápido, la soledad del líder se convierte en una enfermedad. En el fondo, “Legs” es un tipo de Philadelphia que quiso hacer dinero fácil y se encontró con una chica que bailaba, una inteligencia que destacaba entre la mediocridad y unas ideas relampagueantes que se basaban en la falta de escrúpulos hacia todo lo que le rodeaba. Si había que robar, no había problema. Se ausentaba de una sesión de noche en el cine y aprovechaba la ocasión para llevarse algo de una joyería. Si había que matar, no había problema. Apretaba el gatillo sin ningún remordimiento, sin conciencia ninguna. Era solo negocio. Y ya se sabe, quien no se atenga a las reglas se expone a recibir una bala. Si había que medrar, no había problema, aplastar a los demás sin piedad era fácil. Basta con pisar fuerte y estar atento a las oportunidades y resquicios que se abren. Se empieza desde abajo. Atento el gesto, vivaz la mirada. Por allí, “Legs”. Allí está el siguiente paso.
Así que “Legs” pisa la cima. Su habilidad se reduce a ofrecer protección a unos cuantos negocios boyantes que no merecen ser llevados por sus propietarios. “Legs” no trafica con drogas, ni con bebidas, ni con mujeres. Sólo es protección. Y si alguien se niega, se le retira la protección. Aparecerá en un callejón con los sesos volados, o en el fondo de un barranco dentro de un coche, o desangrado en cualquier servicio de algún restaurante de manteles de cuadros. Es un negocio seguro teniendo en cuenta que los violentos años veinte están en plena efervescencia. Sin embargo, “Legs” no cuenta con algo que escapa a su audacia y a su sentido. Es el concepto de empresa. La Mafia y los bajos fondos se corporativizan. Ya no la dirigen matones de tres al cuarto que han ido ascendiendo a base de ajustes de cuentas y zancadillas rastreras. Ahora son empresarios que tratan de sacar el máximo partido a sus negocios y, al estar juntos, son más fuertes y, al ser más fuertes, no necesitan de ninguna protección. Lo siento, “Legs”. La ascensión fue fulgurante. La caída lo será aún más. Y lo peor de todo es que nadie se acordará de ti, ni siquiera aquellos a los que tuviste muy cerca.

Budd Boetticher se salió de su registro habitual del western para narrar esta historia sobre una estrella fugaz que cruzó el universo de las calles de Nueva York regándolas con sangre e inteligencia. Lo hizo con una austeridad estilizada que delata la falta de presupuesto, pero también el talento sobrado. Ya se sabe, Boetticher era un pistolero a sueldo que tenía una virtud que los demás no tenían. Pensaba más rápido, actuaba más rápido y disparaba mucho, mucho más rápido.

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