viernes, 5 de octubre de 2018

MILLA 22 (2018), de Peter Berg

No es fácil adivinar las intenciones de un supuesto informador cuando medio mundo está en peligro. Es posible que ruegue por una salida rápida del país a cambio de los datos deseados. También puede que quiera hacer cuanto más daño, mejor. Incluso todo puede obedecer a un plan meticulosamente preparado para llevar a cabo una venganza contra un equipo que, una vez, disparó a la persona equivocada. ¿Quién sabe? La guerra de nervios está ahí mismo, en los rostros tensos de los asesinos. Y no queda tiempo para recorrer veintidós millas.
El camino se hace largo porque no hay más que soldados escondidos tras los cascos y sobre motocicletas que rugen por llevar la razón. Hay que darlo todo y es posible que se pueda controlar hasta el más mínimo detalle para que el viaje sea un trayecto sin sustos. Apenas hay información, no quedan demasiados asideros de razón a los que agarrarse y los segundos corren como las balas. Una trampa, otra, una traición, el ojo en el cielo, la rabia contenida. Al final, según el punto de vista, es posible que los malos, en realidad, fueran los buenos y los buenos, sin saberlo, fueran los malos. En el tablero del espionaje y de la información privilegiada vale cualquier movimiento y, desde luego, el que se halla vigilante tiene mucho ganado. Es hora de apretar los dientes y soltar las anillas. El día va a explotar.
No caben demasiadas consideraciones personales para llevar a cabo una misión que nace de una dimisión. Es posible que la falta de escrúpulos sea necesaria para ser un buen jefe de grupo y que los problemas de cada uno sean tan inoportunos como necesarios. De ahí también nace una buena porción de rabia. Mientras tanto, alguien hará del desprecio la mejor moneda de cambio. Y todos están involucrados. Unos, otros, los de más allá y los invisibles. Un retorcido jeroglífico que habrá que resolver camino de la pista de aterrizaje.
Peter Berg dirige de nuevo una película disfrazada de cine de acción, pero que posee mucho más. Detrás de las peleas espectaculares, los secos disparos, la sangre a borbotones y las explicaciones infundadas, hay algo más, algo que avisa al sexto sentido de que no estamos ante una historia más de tiros y efectismo. Es cierto que la película es algo inferior a Día de patriotas, o a Marea negra, pero aún así consigue sacar oro de dieciocho quilates a algo que, en manos de cualquier otro, no se vendería ni como bisutería de tercera. Algo mareante con la cámara al hombro, pero con un sentido envidiable del ritmo y de la agilidad, la película no da un momento de respiro, manteniendo la tensión a cada instante con un guión imaginativo, con fuerza y lleno de sentido. Aquí hay algunos momentos de buen cine, de cine de acción, pero que ofrece algo más.

Y es que, en muchas ocasiones, podemos creer que se lucha por la libertad y por la seguridad cuando las pasiones que remueven a cada uno juegan un papel importante para que se pronuncie una amenazadora promesa de regreso. Esto no acaba aquí. Tal vez en el próximo artículo hay una solución. Tal vez no. Será cuestión de seguir buscando hasta que nuestros caminos se crucen de nuevo. Después de veintidós millas, se necesita un buen descanso. 

2 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Las prisas del otro día me hicieron despreciarla en la sección de estrenos cuando realmente, tenías razón, merecía algo más de consideración.

De hecho lo que pensé cuando leí la sinopsis es que podía estar emparentada con aquella de Bruce Willis que respondía al título de "13 calles". No sé si será así, pero en el fondo tienen un aire a western que es olfatea a distancia.

Quizá, una vez que el lejano oeste ha dejado de ser paisaje para contar historias que van mucho más allá de lo aparente, nos encontremos con que el cercano oriente sea el nuevo escenario o las inhóspitas calles de una gran ciudad deshumanizada.

Me gustó mucho "Dia de patriotas", ya lo comentamos, pero bastante menos "Marea negra". Las dos tienen mucho ritmo y te llevan en volandas, pero creo que la de la maratón de boston está mucho mejor contada. Menos tópica.

Abrazos armados


César Bardés dijo...

Yo también pensé lo mismo al respecto. Creía que iba a ser un "remake" algo agrandado de la de Bruce Willis (que vamos a ampliarla un poquito, eran dieciséis calles, no trece). Yo creo que tiene un punto de vista totalmente diferente. Allí hay un tipo que quiere la redención y está harto de todo y por eso lucha por un hombre minúsculo, que en manos de cualquier otro, se vería traicionado y abandonado a las primeras de cambio.
Aquí el tipo de minúsculo, nada. Y el jefe del asunto es un asesino (con algún rasgo psicópata diría yo) que trata de hacer su trabajo caiga quien caiga.
Cierto lo del aire a western. Cierto (totalmente de acuerdo) en que "Día de patriotas" es mejor que "Marea negra", pero también me parece una película apreciable, quizá más cargada de tópicos, aunque creo que todos ellos funcionan bastante bien. No hace mucho pillé en televisión "El único superviviente", un "survival" también con Mark Whalberg y dirigido por Berg y he de reconocer que está muy bien, con sus dosis de crudeza y todo.
Está claro que es posible que el western haya evolucionado y nos situemos en cualquier sitio del Extremo Oriente (en ningún momento se dice el país en el que ocurre la vaina, aunque sí que se da a entender que es un país aliado de Estados Unidos, que colabora con ellos, aunque sea un poco a regañadientes) y puede ser que estemos hablando de algo parecido a Thailandia. Es una impresión, puede que me equivoque.
Lo cierto es que la película tiene una cosa que me llama muchísimo la atención y es que en todo momento se nos cuenta la historia desde el punto de vista americano (reforzado por esa encuesta que se le hace al personaje de Whalberg recapitulando los hechos) y creemos que ellos son los buenos, los que hacen lo justo (por mucho que el motivo esté justificado y demás) cuando resulta que, en realidad, no es así. Los que quieren impedir la huida saben que el tipo que se llevan esconde más de lo que en realidad esconde y puede que, en esta ocasión, los buenos sean otros. Pero lo buenísimo es que es el espectador el que debe situarlos en un bando. Esa dicotomía me parece muy, muy interesante.
Abrazos de madre.