Si queréis escuchar lo que hablamos en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla sobre una película como "Novecento", de Bernardo Bertolucci, podéis hacerlo pinchando aquí.
Parece que fue ayer
cuando, con una toga a cuestas y una ilusión intacta, el señor Chipping entró
por primera vez a dar clase. Seguro que el corazón le latía con fuerza, sin
control, deseando enseñar lo que sabía a un puñado de jovencitos que, él creyó,
estaban esperándole con los sentidos dispuestos para aprenderlo todo. Sin
embargo, la vida enseñó a Chipping una lección muy importante. Él tenía talento
para dar clase…pero aún tenía más para ganarse a los muchachos. Tuvo que
aprender, desde luego. Fue ese periplo árido por el conocimiento de la
naturaleza humana que empezó con un chiste para que sus clases no resultaran
tan rígidas, tan impostadas, tan falsas en el fondo. A partir de ahí, Chipping
no dejó de enseñar…ni de ganarse a esas mentes vírgenes que se iban a formar
con garantías de ser los hombres del futuro, hombres de verdad. Varias
generaciones bajo la tutela de un profesor que destiló amor en todo lo que
hacía. Incluso cuando llegó la hora de casarse con la mejor mujer del mundo,
llegó al acuerdo con ella de que tendrían muchos, muchos hijos. Tantos como
clases desfilaron por delante de su pizarra. La pasión de enseñar es el mejor
legado que Chipping pudo dejar. Aún ve a esos niños entrando en su pequeño
aposento de internado, para recibir alguna clase de apoyo, para tomar el té,
para visitar a su querida Kathy cuando enfermó. No deja de escuchar a ese
chaval que, abriendo la puerta, se volvió hacia él y se inventó el apelativo
con el que se siempre se conoció a Chipping: Adiós, Míster Chips.
Por sus clases
desfilaron muchos proyectos de hombres. Algunos triunfaron, fueron felices en
sus vidas, amasaron fortunas y apoyaron al colegio. Otros fracasaron, se
perdieron por el arduo camino de los adultos. Aún otros más murieron en la guerra.
Y chicos que luego fueron padres y, más tarde, abuelos, que también enviaron a
sus hijos y nietos a Chips para que les traspasara, al menos, una parte de lo
que ellos aprendieron. A pesar de todo el tiempo transcurrido, Chips siempre
les vio como lo que eran cuando los tuvo entre sus tizas: niños. Llenos de
vida, de energía, de empuje vital imparable, de trabajo, de escaqueo, de
alegría, de tristeza, de circunstancias, de sueños…algunos de esos sueños se
realizaron porque en la infancia estuvo un hombre como Chips, con su toga, su
birrete, su chiste de latín, su humanidad. Quizá, es cierto, no haya ningún
homenaje al maestro tan cariñoso como esta película. Puede que sólo sea una
retahíla de recuerdos para un viejo, pero el homenaje a todos los que sufren y
tratan de enseñar valores, conocimientos, cultura, educación y objetividad está
ahí, en ese hombre que se apaga entre su memoria, en ese hombre que vivió
muchas vidas en una y que siempre tuvo algo de niño en su corazón. Hay personas
a las que nunca deberíamos decirles adiós.
2 comentarios:
Precisamente ayer hablaba con mi cuñado, profesor de instituto, de lo inspiradora y valiosa que era esta película. Además me preguntó si conocía alguna película más que pudiesen considerarse homenajes a la figura del profesor, proponiéndome una especie de transversal al post de hoy. Obviando lo obvio ("El club de los poetas muertos" y alguna más) le cite "La versión Browning" (prefiero la versión antigua a la de Finney) o tu admirada "Profesor Holland". A él le gustan mucho además "Profesor Lazhard" - y a mí también- y "El club de los emperadores" - a mí esa algo menos pero dado que él es latinista...
Sea como sea, esta que comentas es una de las grandes en su género. Y Robert Donat está excelso.
Abrazos "cum laude"
Bueno, ahí podríamos incluir "Semilla de maldad", de Richard Brooks, u "Hoy empieza todo", de Bertrand Tavernier, que también son homenajes a profesores. En el lado femenino, también está "La sonrisa de Mona Lisa", o "Mentes peligrosas" (aunque aquí caemos un poco en el comercialismo más rechazable con la figura de esa profesora que se gana la admiración de sus alumnos por el mero hecho de ser una ex-marine). De género de aulas hay varias, desde luego. Tanto en el sentido más positivo como en el más negativo. Y en lo que tienes toda la razón es que "Adiós Mr. Chips" (recordar también la versión musical de esta historia que Peter O´Toole y Petula Clark hicieron en el 69, treinta años después) es una de las grandes en su género.
Robert Donat está tan excelso que le arrebató el Oscar al imbatible Clark Gable de "Lo que el viento se llevó" (el otro día volví a verla y, sinceramente, está maravilloso siendo un actor de recursos algo limitados). Evidentemente, esos Oscars eran premios de otros tiempos.
Abrazos con birrete.
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