martes, 19 de marzo de 2019

AL MORIR LA NOCHE (1945), de Alberto Cavalcanti, Charles Crichton, Basil Dearden y Robert Harmon

Si tenéis ganas de escuchar lo que hablamos en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla sobre esa obra maestra de Vincente Minnelli que es "Cautivos del mal", podéis hacerlo pinchando aquí.

Todo empieza porque un arquitecto se traslada a una mansión de las afueras en aras de un posible trabajo de ampliación. Allí hay una serie de invitados tomando el té y el arquitecto, totalmente perplejo, comprueba que conoce a todas esas personas a pesar de que no las ha visto nunca. Son personajes de una de sus pesadillas y, además, tiene una cierta sensación de ya haber vivido esa amigable charla. Su rostro no pasa desapercibido y, a requerimientos de los demás, él cuenta esa incómoda sensación. Uno a uno, irán desgranando sus propias pesadillas, esas que para ellos fueron tan reales que aún no han dejado de martillearles el pensamiento, como si un buen puñado de seres malditos se dieran cita en aquel salón estirado y rural.
Así, lo que es pesadilla se vuelve realidad. Un espejo refleja lo que nadie ve. Un muñeco de ventrílocuo se torna más cruel de lo que parece. Una joven tiene una charla con dos niños que ya no existen y que fueron asesino y víctima de un asesinato. Los sueños van tomando forma dentro de otro sueño y nadie quiere creer que esas cosas que han soñado pueden ser reales. Todo puede ser una premonición de una pesadilla que entra en bucle y que, inevitablemente, se repetirá. Un accidente que acaba por salvar una vida, la casualidad de la existencia, la noche que muere, la incredulidad que acecha. Hacemos mal en no creernos nuestros propios sueños. Encierran las maldiciones que evitamos durante el día. Y si no que se lo pregunten a esos golfistas que hablan entre sí a pesar de que uno de ellos está bien muerto. Sí, incluso las pesadillas pueden ser cómicas aunque, no por ello, menos terribles. Hay que tener los pies bien plantados en el suelo y la mente bien abierta en lo desconocido. Los miedos salen a la superficie sin avisar y, al final, todo comenzará de nuevo en una suerte de epílogo que no es más que el principio.

El único intento de la mítica productora Ealing en el cine de terror dio como resultado esta película atípica que se antoja como el primer antecedente de muchas y variadas series que, con sus historias, nos adentraban en el territorio de lo sobrenatural. Con cuatro directores distintos narrando los diferentes relatos, la película es divertida, misteriosa, sin renunciar en ningún momento al humor, llevándonos de aquí a allá con unos enlaces imaginativos que transcurren en ese salón en donde se ponen encima de la mesa las jugadas de la conciencia y los vericuetos de la fantasía. En su reparto, podemos encontrar figuras como Michael Redgrave y a esos maravillosos cómicos llamados Basil Radford  y Naunton Wayne que encarnan una especie de prolongación de aquellos personajes que interpretaban con el cricket como obsesión en la inolvidable Alarma en el expreso, de Alfred Hitchcock. El resto, damas y caballeros, tendrán que ponerlo ustedes con esos pánicos que siempre aparecen cuando la noche muere y el incierto día despunta…tal vez con algún deseo de fuga, de imaginación y… ¿quién sabe? De asesinato. 

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