martes, 26 de marzo de 2019

ENEMIGO A LAS PUERTAS (2001), de Jean-Jacques Annaud

La virtud del francotirador es la paciencia. Es mimetizarse con el entorno y esperar, con el ojo abierto y la calma presente. Es aprovecharse de ese alrededor de ruinas que huelen a cemento partido y a muerte y ser también una columna que parece herida, pero que aún se mantiene. Por la mirilla, el francotirador observa, calcula, evalúa todas las posibilidades y, con muchísima tranquilidad, aprieta el gatillo sabiendo que manda un mensaje de desolación y sangre, de sorpresa y de repente. El problema se presenta cuando, al otro lado, hay un rival de altura, capaz de esperar tanto, de calibrar tanto la situación, de disparar con tanta precisión que el fusil es una ecuación matemática. Y no es fácil mantener las manos sin temblores cuando el mundo se desvanece, cuando la crueldad toma cartas decisivas y cuando la confusión ahoga en un sitio de hambre y desgaste. Sí, el enemigo está a las puertas y el mensaje que trae consigo es el de la aniquilación.
Por ello, hay que tener un arma suplementaria. Es fácil de llevar y muy difícil de conseguir. Se llama astucia. Se trata de ser más listo que el oponente y no dejarse arrastrar por la tortura gratuita, por la información a cualquier precio, por no renunciar a esa pequeña parte que aún se conserva y que hace que ese tipo al otro lado de la culata sea humano. No todo vale a cualquier precio. Y en el fondo eso es lo que diferencia a ambos contendientes. El polvo se acumula con su grisácea presencia y las balas silban buscando un lugar donde hincarse. Incluso en los que ya están muertos. La envidia saldrá a relucir porque el amor también existe cuando todo está en llamas y eso provocará el conflicto de la conciencia, una guerra que aún es más cruel que la que tiene lugar en las calles inexistentes de Stalingrado.

Enemigo a las puertas es, tal vez, la película que mejor ha retratado el sitio de Stalingrado integrando una historia particular dentro del destrozo general. Con ella, llegamos a sentir el agobio de una situación desesperada hasta las lágrimas sin consuelo y, al mismo tiempo, asistimos con pasión al duelo a muerte que tiene lugar con dos hombres que, quizá, sólo persiguen la gloria personal. Para ello, la dirección de Annaud es certera, precisa, lógica y clásica y cuenta en su haber con unos trabajos maravillosos de Jude Law, en el que quizá sea el mejor papel de su carrera y, aún así, nadie lo ha reconocido, y de Ed Harris, poderoso e intenso, mar en calma con una tormenta en las profundidades que no puede admitir la derrota. Buenos trabajos también de Rachel Weisz y de Joseph Fiennes que dan cuerpo a la historia de amor y a la propaganda y que convierten a la película en un hervidero de ambiciones personales que se ahogan en la búsqueda de la supervivencia. Es el momento de respirar hondo y de afinar la puntería, de dejarse llevar por el caos y la angustia, de dejarse seducir por jugadas magistrales que ponen en evidencia dónde está el contrario. No es un disparo perfecto, sin duda. Pero sí es lo suficientemente bueno como para dar en el blanco.

2 comentarios:

Alí Reyes dijo...

"Mar en calma con una tormenta en las profundidades!...Sin duda una película que además del suspenso, retrata la batalla más sonada de toda la segunda guerra mundial, el sitio de Stalingrado

César Bardés dijo...

Me alegro de que te guste. Gracias por tu comentario y por la cita.