viernes, 29 de marzo de 2019

EL CRIMINAL (1960), de Joseph Losey


Johnny Bannion es un señor entre rejas. Todos deben rendirle el adecuado respeto y si él ordena una represalia, hay que ejecutarla. Al fin y al cabo, dentro de su naturaleza de delincuente, hay un resquicio de ética criminal que hace que sea uno de esos tipos de fiar si se llega a necesitarlo. Cuando sale de la jaula, tiene un golpe preparado. Y es extraña la sensación que un preso tiene cuando es liberado. Una antigua novia aparece de nuevo y sólo se encuentra desprecio. Un antiguo socio le asegura trabajo y a Bannion eso le parece un mal necesario. Una chica deslumbrante desea lío y Johnny se considera un afortunado. El golpe se realiza, aunque no se ve y, claro, antes de que pueda repartirlo, le pillan de nuevo. Todo el mundo quiere el dinero. Sólo los que le han guardado lealtad desde el principio mantienen sus principios intactos. De repente, Bannion tiene un buen montón de enemigos con los puños y las armas cargadas con ceros.
En la cárcel no te puedes fiar de nadie. Y menos aún si acudes al gran jefe para que haga que todo sea la trama ideal para poder salir. Un jaleo, un coche negro y un traslado. Bannion tiene que huir. Todos quieren el dinero, Johnny. El precio para salir es tan alto como el botín y vas a tener que jugar duro si quieres conservarlo. Cuando vuelve a salir, Johnny se encuentra con que el socio ya no es tan socio y ha encontrado nuevos compañeros asociados. La chica sigue deseando lío, pero se ha convertido en algo que a Bannion no le gusta demasiado. Dinero, maldito dinero, enterrado en un erial de barro que se confundirá con la sangre. Los disparos resuenan en medio del frío inglés y Bannion emprenderá un camino de venganza en el que la última víctima puede que sea él mismo. Quizá se estaba mejor dentro de la cárcel, aunque tuvieras que compartir celda con dos cerdos a sueldo. Allí, al menos, alguien te quería. Y eres un criminal dentro y fuera, pero dentro aún hay alguna esperanza de conservar los billetes.

Joseph Losey dirigió esta película que fue prohibida en España durante muchos años, estrenándose después, casi, a escondidas. Seca y dura, sin demasiadas concesiones, con una carga importante de rencor en la trama y de imparcialidad a la hora de mostrar las dos caras del mundo de ladrones y asesinos que pueblan las cárceles y las calles. Sólo cambia el entorno con la colaboración de Stanley Baker, que consigue un buen trabajo, duro en el rostro, implacable en la acción, imponente en el físico. Así es cómo se consigue el respeto entre tipos que sólo entienden el lenguaje del fuego y del engaño. Bannion-Baker tendrá que combatirlos a todos para atisbar un pequeño brillo de esperanza en un mundo que, en el fondo, no le ha dado nada. Sólo rejas, heridas, decepción, traición y un buen puñado de desgraciados que no consiguen distinguir entre la ética y el negocio.

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