miércoles, 13 de marzo de 2019

TAMBORES LEJANOS (1951), de Raoul Walsh

La misión parece fácil. Sólo hay que desembarcar, destruir un fuerte español y volver. Sin embargo, la Naturaleza es un combatiente con el que hay que contar y el regreso se convierte en una larga marcha con los mosquitos marcando el paso, el barro juntándose para hacer el camino más pesado, las emboscadas más crueles para teñir de rojo la jungla de los pantanos de Florida. Los indios semínolas acechan detrás de cada ramaje espeso, al otro lado de enormes árboles que sirven de parapeto o de vida, las mujeres avanzan con dificultad bajo la sombra del bosque salvaje de agua, calor, traición y muerte. Sí, los tambores están demasiado lejanos.
El capitán Quincy Wyatt, de los exploradores, sabe que los pantanos no tienen piedad. Sus ojos son los del siguiente cocodrilo que espera paciente el abrazo del fango y sabe que tiene que tomar el mando cuando la misión está completada. Ahora se trata de salvar la vida y no hay mucho tiempo para que las canoas vengan a recoger a todos. El capitán Wyatt es algo distante, pero hay algo en él que transpira seguridad. Es como si la jungla se apartara a su paso. El verde se echa a sus pies, con toda su crudeza, y le rinde pleitesía. Esto no es el Oeste que tanto conocemos. Quizá sea un puñado de almas intentando sobrevivir en un medio tan hostil como los propios indios. Los cipreses del pantano parece que se yerguen con orgullo sólo para hacer la derrota más humillante y bajo el agua nada con fuerza la muerte. No hay un segundo de respiro. No hay alivio para tanta huida.

La ternura aparecerá en el rostro avejentado de Gary Cooper, a punto de estar solo ante el peligro, mientras Raoul Walsh trata de recordar antiguos laureles bélicos con el objetivo en Birmania disfrazándolo todo de aventura en tiempos del lejano Oeste que, en esta ocasión, es el Este cercano. Tal vez porque los héroes sólo pueden serlo si previamente han sabido amar, Cooper es una figura paterna para todos esos soldados que buscan una salida de la trampa natural en la que están inmersos mientras los semínolas les persiguen. Puede que Tambores lejanos no sea una gran película, pero es un vehículo de acción trepidante, dirigido con pulso firme, cambiando escenarios para hacer la misma película de siempre, con distintos objetivos que apuntan siempre hacia la supervivencia en tiempos aún más difíciles. Pero no hay que preocuparse. El capitán Quincy Wyatt seguirá guiando la expedición. Y él prefiere dar la vida antes que condenar a los demás a seguir vagando por el infierno de los pantanos.

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