viernes, 5 de abril de 2019

BACKTRACK (2015), de Michael Petroni

Después de una pérdida irreparable, un psiquiatra decide aceptar un trabajo en la universidad donde se graduó. En principio, es algo bien sencillo que, incluso, podría estar por debajo de sus capacidades. Sólo se trata de evaluar psicológicamente a unos cuantos pacientes que acuden allí para saber qué tratamiento deben seguir. El trabajo es aburrido, rutinario, muy simple. Una charla con ellos y apuntar un diagnóstico previo en una ficha para, luego, pasarlo a la consulta de otro colega. El dolor en él está demasiado presente y apenas puede llevar a cabo con toda la atención la tarea que tiene encomendada. Le supervisa su antiguo profesor, el mismo que le tuteló la tesis doctoral. Quizá por eso, porque el dolor es inaguantable, es la persona indicada para mirar un poco más allá de lo que ven todos los demás.
La memoria posee mecanismos incontrolables y, en muchas ocasiones, esconde lo que es demasiado traumático como para volver a recordarlo. Los potenciales pacientes pasan por su pequeño despacho y le cuentan cosas aparentemente normales y el psiquiatra apenas les presta atención. Uno, otro, otro más…no importa ninguno de sus problemas en comparación con el que arrastra él mismo. Y, sin embargo, hay algo oscuro, muy secreto que parece unir a todos ellos. Es difícil de explicar con palabras, pero el presentimiento es muy fuerte y comienzan a funcionar los mecanismos del subconsciente. A través de ellos, el psiquiatra descubrirá que sus demonios estuvieron cerca, muy cerca…más de lo que cualquier memoria sería capaz de retener.
Tendrá que volver a un sitio del que salió hace mucho tiempo, para descubrir que ese demonio que tanto daño le hizo, sigue vivo y merece un castigo. Castigo porque dejó que apenas unos chiquillos pagaran una culpa, castigo porque torturó a alguien a quien debía proteger, castigo porque nunca hubo un arrepentimiento y ese dolor tan rechazable se quedó ahí, anidando en su interior, creciendo sin piedad, devorando todo lo que encontraba a su paso. Tal vez sea el momento de ajustar cuentas y mirar de nuevo, atender a los detalles, volver a recordar…la tortura de volver a recordar, como si esos recuerdos fueran vistos desde fuera con apenas unas pistas intuidas. No es fácil, doctor. Sobre todo si se trata de resucitar a unos cuantos fantasmas que piden justicia.

Estrenada de tapadillo, es una película que pasó desapercibida y que muy pocas personas llegaron a ver en su momento. Adrien Brody y Sam Neill se mueven en los terrenos de la inquietud con un guión que, tal vez, no esté del todo cerrado, pero que sí consigue estremecer y agitar con la necesaria colaboración del espectador. Es obligatorio asistir a los errores, a la ingenuidad de una edad difícil, al diablo que siempre se esconde detrás de los más débiles. Y eso no es fácil para nadie porque se puede tener la certeza de que todos esos errores y todo ese silencio tienen otra culpa y otro sentido cuando se observa todo como simple espectador pasivo, como uno de esos mirones que asisten a otras historias sin poder intervenir más que en un plano temporal que se traslada treinta años. Puede que esta película merezca otra oportunidad. Igual que su protagonista.

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