martes, 2 de abril de 2019

CRÓNICA NEGRA (1972), de Jean-Pierre Melville

Las amistades de un policía pueden llegar a ser incómodas. Y más aún si el Inspector Coleman se esfuerza por dar una cara amable a todos aquellos que considera útiles. El mundo de los bajos fondos puede confundir las cosas con demasiada claridad y, así, un transexual puede creer que es atractivo para ese joven y enérgico comisario y un viejo amigo puede caer en el error de pensar que estará más allá del bien y del mal. Coleman es concienzudo y no tiene ningún problema en utilizar una violencia moderada si eso le ayuda a conseguir sus objetivos. Bien sea un atraco en un banco en una localidad de la costa de Normandía o un audaz asalto a un tren. A la hora de la verdad, Coleman actuará bajo su sentido del deber…aunque la historia de la confianza y la traición se prolongue porque siempre habrá alguien dispuesto a darle lo que quiere y, posiblemente, ése sea su próximo objetivo.
Al otro lado, un tipo que planea sus golpes al milímetro, que sabe rodearse de profesionales que están dispuestos a jugarse el pellejo aunque, en teoría, el peligro debe ser mínimo. Se trata de hacer lo que no espera la policía. Es fácil atenerse al plan si todos los elementos actúan de la forma prevista. No importa que esté cayendo una tormenta de mil demonios, o que un helicóptero sea la parte principal. El dinero es lo primero y hay que ir a por él. Ya habrá que ocuparse de Coleman y de sus hombres en su momento. Aunque también duela, hay balas que necesitan ser disparadas. Hay atracos que necesitan ser dados. Hay mujeres que necesitan ser queridas.
Los adoquines brillan a la luz de la lluvia y Coleman patrulla las calles en busca de la información adecuada. A pesar de que no es un hombre mayor, comienza a estar bastante quemado y no puede evitar deslizar un aviso a quien cree que puede estar implicado si realmente lo conoce. Eso no es estar al lado de los malos, es estar al lado de los amigos. Nadie dijo que ser policía era una bicoca y, muy a menudo, hay que elegir entre dos cosas que preferirías no hacer. Y cuando se aprieta el gatillo, siempre hay que elegir. Y el error está ahí, acechando, dispuesto a volarte la tapa de los sesos a la primera oportunidad.

Jean-Pierre Melville dirigió a Alain Delon, Richard Crenna y Catherine Deneuve con un fondo de jazz y atracos, con sombreros de ala ancha en plenos años setenta, con garitos llenos de humo y chicas deslumbrantes…y con un cierto sentimiento de que la traición, por muy justa que sea, puede ser un acto terrible. Al fin y al cabo, es una forma de renunciar a sí mismo para que algo no muera y lo único que se consigue es alargar la agonía. Fue su última película porque la vida a todos nos traiciona y nos entrega a las tinieblas…tal vez queriendo decir que, en el fondo, todos somos los protagonistas de una crónica negra, o de un golpe del que no podremos salir indemnes.

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