martes, 14 de enero de 2020

EL CONTABLE (2016), de Gavin O´Connor



El mundo no sería nada si no se pudieran completar las tareas. Son todos esos trabajos que pueden ser considerados normales por el resto de los mortales. Ya se sabe. Un rompecabezas, la revisión de quince años de cuentas empresariales, el asesoramiento del pago de menos impuestos o cargarse a unos cuantos tíos sin la menor contemplación. Al fin y al cabo, para alguien que sufre de autismo, el mundo es un lugar agresivo y hay que adaptarse como sea. No es fácil la relación con los demás así que no hay demasiados remordimientos al disparar balas como si fueran cifras de un interminable balance de situación. Lo importante es terminarlo todo. Dejarlo bien cerrado y listo. Tampoco hay que dar mucha importancia a que pueda pasar algo. Se trata simplemente de elegir entre ser víctima o ser agresor y la elección estuvo clara desde que aquellos chicos de la escuela se comenzaron a reír porque notaron la diferencia. Saldar cuentas también incluye la reestructuración del personal. Sobre todo, cuando descubres lo que nadie debería haber notado.
Y es que detrás del fraude puede haber hasta una motivación altruista, aunque, en el fondo, no sea nada honesta. La vida, para Christian Wolff, es blanca o negra, sin matices. Si alguien realiza un desfalco, que pague. Si se le contrata para acabar con unos cuantos indeseables, se hace. Si se apunta con el cañón de una pistola a un hombre que confiesa ser un buen padre, se le perdona. De vez en cuando, aunque sólo sea para dar un poco de luz a esa parte de la humanidad que se esconde en algún lugar del corazón autista de un asesino profesional, hay que reflejar un ligero descuadre, nada importante. Sólo la certeza de que se aprecia lo que hacen las personas de bien.
Hay que reconocer que El contable es una interesante película que habla del autismo inteligente desde una perspectiva de thriller. Incluso un actor tan carente de recursos como Ben Affleck realiza un trabajo creíble y centrado a la hora de construir a ese profesional que controla su enfermedad sólo hasta cierto punto y que se mueve por un mundo demoledoramente frío y hostil. Impresionante la interpretación de J.K. Simmons como ese agente del tesoro al borde de la jubilación que está fascinado por el trabajo de quien persigue. Sólido es John Lithgow, como siempre, y Anna Kendrick se entona, sobre todo, gracias a su peculiar físico. La dirección de Gavin O´Connor es ágil y, en algunos momentos, de cierto mérito, con algunas secuencias de fuerza e impacto. No cabe duda de que a la película le salen las cuentas con holgura y con beneficios antes de impuestos.
Así que déjense llevar por la sorprendente actitud de un hombre que se pierde en cuadros de Jackson Pollock, que se entusiasma cuando detecta errores en números ajenos, que, detrás de su extravío visual, se esconde una enorme concentración, que trata de agradar y salvar a la única persona que le importa, pero que es incapaz de iniciar una relación y que no se lo piensa dos veces a la hora de apretar el gatillo. Todo ello hace que su limitada gama de acciones y reacciones sea fascinante.

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